"El sueño americano, en mi opinión, se ha ido por el sumidero. Es historia. El sueño americano es ahora cómo sobreviviremos al futuro. No es tener una casa con ocho habitaciones rodeada de césped y con todos los servicios. Es simplemente cómo nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos puedan siquiera tener una oportunidad de vida". Así de contundente se expresaba Mike Reynolds en el documental El guerrero de la basura, (2007). Reynolds es un diseñador y constructor de casas autosostenibles basadas en el reciclaje de residuos y los materiales naturales que, en su lucha contra el consumo y el cambio climático, elabora proyectos respetuosos con el medio ambiente.

Construye viviendas con productos reciclados y de escaso consumo de energía

Su historia empieza al graduarse en arquitectura en 1969 por la Universidad de Cincinnati (Estados Unidos), tras haberse formado en los preceptos de su familia, religiosa y de costumbres sobrias. Se encontró con que en una facultad que forma a los responsables de una de las disciplinas más importantes para la humanidad no se miraba por el bien ciudadano. No se preveían los problemas que, entre otros, tiene que contemplar la arquitectura. Y decidió llenar esa laguna.

El rechazo al agotamiento de recursos y la homogeneidad en las construcciones lo llevaron a proyectar lo que iba a ser su gran obra: viviendas construidas a base de productos reciclados con una estética singular y las necesidades de agua, electricidad y zona para cultivar solucionadas. Latas, botellas de plástico, neumáticos y vidrio como elementos centrales. Aparte, tierra o estructuras de metal para levantar espacios habitables de escaso consumo de energía.

"Nos enfrentamos a un futuro en el que tendremos que cuidar de nosotros mismos de forma individual", expone en el largometraje. Su manera de encararlo consistió en crear lo que denominó Earthship Biotecture: inmuebles con grandes ventanales, materiales capaces de absorber energía para proporcionar calor, un pozo para suministrar el agua y un sistema de evacuación de residuos orgánicos. "Estamos en medio de un gran calentamiento global. Se nos están acabando el petróleo y el agua. La población se está multiplicando. Por muchas razones, no tenemos tiempo", repite el activista.

Romper las reglas

Aparte de su iniciática aportación con la publicación de su tesis en la revista Architectural Record en 1971, su primer gran experimento fue el Phoenix, el hogar familiar que construyó en Taos (Nuevo México, EE UU) siete años más tarde. A partir de esta casa ubicada en la ladera de una montaña, autoconstruida y sin emisiones a la atmósfera, varios trabajadores se unieron para establecerse en la zona. También logró vender algunas viviendas. Pero sus experimentos le llevaron a recibir tantas demandas de clientes que se le retiraron las credenciales profesionales en 1990.

No sólo eso. Su asentamiento en Taos fue víctima de las leyes estatales, que lo consideraron ilegal y peligroso. Tras varios años de lucha, Reynolds reconoció estar pasando una mala época. "Sentías que el estado estaba en contra tuya aunque estuvieras haciendo algo bueno para la comunidad", dice uno de sus ayudantes en Garbage Warrior. "Estaba rompiendo las reglas por todos los lados, de eso no hay dudas", se resignaba Reynolds, "pero el problema es que hay personas que no pueden ver más allá de las leyes. Y detrás de estas está el calentamiento global".

En 1990 le retiraron las credenciales profesionales tras recibir varias demandas

Ese bloqueo administrativo lo llevó a luchar por un cambio legislativo para que su comunidad estuviera a salvo. Tuvo que registrarla y contratar ingenieros, topógrafos y arqueólogos para que inspeccionaran la zona y dieran el visto bueno. En 2004, su residencia, Phoenix, y todos los inmuebles de Taos pasaron a ser aceptados. Y sus diseños empezaron a ser objeto de atención.

En 2005 le requirieron en las islas Andamán (India, situadas en el océano Índico), donde el tsunami de diciembre del año anterior había reducido numerosas poblaciones a escombros. "Estamos intentando crear refugios con poca tecnología pero fuertes contra un terremoto y utilizando productos locales", señala. Después vendrían el huracán Katrina, en el sur de Estados Unidos (ese mismo 2005), y otros desastres naturales que le harían reforzar su idea de cambiar el consumo y la forma de vivir acordes a un nuevo tiempo.

¿Y ahora? Pues Michael Reynolds, el arquitecto de la chatarra, sigue desarrollando sus proyectos por todo el mundo. Recientemente inauguró la primera escuela autosostenible en Jaureguiberry (Uruguay). También ha exportado sus construcciones a Ushuaia (Argentina) o a Canadá. Su estudio, Earthship Biotecture, programa además cursos, alquila casas y diseña para todos los lugares del mundo. Reynolds, mientras, insiste: "Es como si tuviera que haber más catástrofes para que todo el mundo se empezara a preparar. Y de pronto ya será demasiado tarde".