El futuro del planeta está en nuestras manos. Hoy, mientras se celebra la 46ª edición del Día de la Tierra, una jornada dedicada a concienciar a la población sobre la importancia de preservar el único mundo que tenemos, los líderes mundiales tienen cita en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York para firmar oficialmente el acuerdo de París sobre el cambio climático alcanzado el pasado diciembre.

En la capital francesa, la práctica totalidad de los países del planeta, los 193 miembros de la ONU más otros dos observadores, incluidos los cuatro más contaminantes (China, Estados Unidos, Rusia e India, que eludieron el Protocolo de Kioto de 1997), se comprometieron a mantener el aumento de la temperatura media de la Tierra por debajo de los dos grados centígrados respecto a la era preindustrial. Cabe destacar que, a pesar de la importancia del documento, éste no establece objetivos concretos de reducción de emisiones ni mecanismos coercitivos para obligar a los firmantes a cumplir los compromisos.

Los gobiernos y los poderes económicos decidirán si se queda o no en papel mojado

Para que el acuerdo entre en vigor es necesario que al menos 55 países que representen el 55% de las emisiones de gases de efecto invernadero globales lo ratifiquen a partir del 22 de abril. Estados Unidos y China, los dos países más contaminantes del mundo (juntos suman el 45% de las emisiones), ya han anunciado que lo firmarán hoy mismo, con el objetivo de dar ejemplo a otros estados y acelerar su puesta en marcha, así que el porcentaje ya está casi alcanzado. Después, los gobiernos y los poderes económicos decidirán si el documento se queda o no en papel mojado.

La comunidad científica ya ha advertido en numerosas ocasiones sobre los "efectos peligrosos e irreversibles" de seguir de brazos cruzados y no hacer nada para evitar el aumento de la temperatura media del planeta. Porque si las emisiones de gases de efecto invernadero continúan al ritmo actual, el termostato de la Tierra subirá entre 3,7 y 4,8 grados centígrados en 2100 respecto al nivel preindustrial, según el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) de la ONU, que estima que hay que reducirlas en un 60% para 2050 (respecto a los niveles de 2005) y que deberían bajar a cero en 2100.

De lo contrario, sufriremos las consecuencias: un incremento generalizado de las temperaturas y del nivel del mar, mayor irregularidad de las precipitaciones y fenómenos climáticos extremos, como inundaciones y sequías, cada vez más frecuentes, intensos y de mayor duración.

Los viejos son mejores

Precisamente para llamar a la acción a políticos y ciudadanos, hoy se celebra el Día de la Tierra. Y como los árboles son fundamentales para la salvaguarda de la vida, la jornada conmemorativa de este año se centra en la necesidad urgente de plantarlos: la meta de la campaña puesta en marcha por la Earth Day Network (Red del Día de la Tierra) es conseguir plantar 7.800 millones de árboles por todo el mundo hasta 2020, uno por cada terrícola humano.

“Los árboles y los bosques son el arma más vital que tenemos contra el cambio climático. Debemos reducir la cantidad de carbono que enviamos a la atmósfera cada día, pero los bosques son el filtro natural que absorberá y limpiará nuestro aire del carbono que ya hemos emitido”, afirma la presidenta de la organización estadounidense, Kathleen Rogers.

Unos 96 árboles son los que hacen falta para absorber la cantidad de dióxido de carbono producido por una sola persona en un año, según la organización estadounidense. Y cuanto más viejos sean, mejor: las investigaciones científicas han constatado que los árboles mayores que se encuentran en los bosques primarios tienen mayor capacidad de absorción de carbono.

"Son el filtro natural que absorberá y limpiará nuestro aire del carbono emitido"

“Para que el Acuerdo de París tenga el efecto que se pretende, los individuos y las naciones tienen que plantar árboles y ayudarnos en nuestro esfuerzo para lograr 7.800 millones de árboles antes del Día de la Tierra de 2020. Sin estos sumideros naturales de carbono, sin una energía limpia, formas más inteligentes de hacer negocio y sin un compromiso claro para resolver las dificultades de los más pobres, el acuerdo corre el riesgo de convertirse en humo”, añade Rogers.

Además de ser uno de los sistemas naturales de captura y almacenamiento de dióxido de carbono más eficientes y rentables, los árboles nos ayudan a respirar aire limpio (absorben los olores y los gases contaminantes y las partículas suspendidas en el aire atrapándolos en sus hojas y su corteza), contrarrestan la pérdida de especies, regulan los cursos de agua y son vitales para la sostenibilidad económica y la soberanía alimentaria de muchas comunidades, entre otras bondades. A pesar de ello, los masacramos: la Tierra pierde más de 15.000 millones de árboles cada año (el equivalente a 48 campos de fútbol cada minuto), tal y como destaca la Earth Day Network.

Para evitar tan absurda perdida, hay que reducir aún más la deforestación –que ya mermó en más del 25% entre 2001 y 2015, según la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura–, acabar con la tala ilegal, reducir la dependencia de millones de personas de la leña recolectada de manera no sostenible, prevenir y controlar los incendios forestales –un desafío cada vez mayor como consecuencia del cambio climático–, aumentar las áreas de plantaciones forestales y asegurar precios justos para los productos silvícolas producidos de forma sostenible, según explica el director del Foro de las Naciones Unidas sobre los Bosques, Manoel Sobral. Todo para que nuestro planeta siga respirando.