Una estación de tranvía abandonada, hogar del primer parque subterráneo del mundo. Así se resume la propuesta del ambicioso proyecto Lowline, lanzado por los arquitectos James Ramsey y Dan Barasch, quienes persiguen desde 2011 materializar su idea de un bosque frondoso bajo tierra alimentado por la energía solar. Ahora están un paso más cerca.

Unos colectores parabólicos captan la luz y la redirigen por debajo de las aceras

El viejo apeadero está situado en el corazón del Lower East Side de Manhattan, uno de los barrios más populares de Nueva York. Se inauguró en 1904 y se cerró y abandonó en 1948, cuando se suspendió el servicio. Hoy, todavía puede verse el entramado de vías desde el andén de la parada de metro de Delancey Street-Essex Street. Un futuro muro separará los dos ambientes.

Ramsey y Barasch quieren transformar este espacio de unos 5.500 metros cuadrados plantando arbustos o pequeños árboles ornamentales como los Philodendron y las Sansevieria trifasciata, musgo español, fresas, ananás y cactus. Pero, la gran pregunta es ¿cómo podrán sobrevivir las plantas bajo el asfalto?

Según explican los dos impulsores de la iniciativa, mediante un sistema denominado de ‘claraboya a distancia’. Se trata de una trama de colectores parabólicos que recogen la luz solar en la superficie, la reflejan y la envían mediante cables de fibra óptica a un centro de distribución subterráneo en forma de domo, que la difunde generando una sensación de luz natural a varios metros por debajo de las aceras. El futuro parque tendrá además el terreno ondulado para orientar las plantas según la necesidad de luz que tengan, y un sistema de ventilación. Esta tecnología fue empleada por primera vez en Japón en la década de 1970.

Privatización de espacios públicos

Los autores del proyecto Lowline defienden su propuesta por la falta de espacios verdes de Nueva York, sobre todo en el Lower East Side, una barriada muy poblada y en rápido crecimiento, circunstancias que propician el rápido aumento del precio del suelo. Asimismo, presentan la iniciativa como una buena alternativa a los parques al aire libre para los días más gélidos del invierno, y destacan el valor social de la idea.

Ésta se lanzó en 2011 y, desde entonces, Barasch y Ramsey han cerrado dos exitosas campañas de micromecenazgo con el objetivo de construir muestras del que de realizarse sería el primer parque subterráneo del mundo. El verano pasado obtuvieron más de 223.000 dólares (unos 204.000 euros) con el apoyo de más de 2.500 simpatizantes y crearon el Lowline Lab, un laboratorio ubicado en un almacén vacío de Essex Street Market, donde desarrollaron con éxito la idea y la mostraron tanto a los ciudadanos como a los potenciales inversores.

Los emprendedores buscan emular el éxito y la popularidad del High Line

Con el proyecto Lowline, los dos emprendedores buscan emular el éxito y la popularidad del High Line, un parque urbano elevado de más de dos kilómetros de longitud construido sobre una antigua vía férrea al oeste de Manhattan. Pero ambas iniciativas también cuentan con detractores. Frente a tanta euforia, algunas voces críticas han denunciado que detrás de estos planes se esconde la privatización de espacios públicos, pues ambas áreas verdes están concebidas para generar crecimiento económico y albergar fiestas y eventos privados, o como atracción turística, y no como un verdadero espacio comunitario.

La construcción del primer bosque subterráneo del mundo costaría entre 44 y 77 millones de dólares (entre 40 y 70 millones de euros) y su mantenimiento, entre dos y cuatro millones de dólares anuales (de 1,8 a 3,6 millones de euros). Pero Lowline todavía es un sueño, ya que antes de empezar las obras tiene que superar una larga lista de obstáculos, entre ellos imponerse a un gran número de otras propuestas presentadas a las autoridades municipales para gestionar el lugar. Aunque Lowline, que lleva tiempo en la incubadora, está muy bien situado tanto por la predisposición de los inversores como por el apoyo de la mayoría de los medios de comunicación neoyorquinos. De comenzar las obras este año, el parque bajo tierra sería una realidad en 2020.