La capital noruega, Oslo, ha creado la primera autopista para insectos del mundo. Se trata de un corredor verde que atraviesa la ciudad escandinava desde el lago Sognsvann al Nøklevann con estaciones de polen cada 250 metros. Con esta infraestructura se pretende ayudar a los insectos polinizadores, como las abejas, que luchan a diario por sobrevivir en las junglas de asfalto, donde hay pocas flores ricas en néctar.

“La idea es crear una ruta a través de la ciudad con estaciones suficientes para alimentar a los insectos durante todo el recorrido. Tener suficiente alimento ayudará a las abejas y avispas a soportar mejor el estrés medioambiental creado por el ser humano”, opina Tonje Waaktaar Gamst, de la Sociedad de Jardinería de Oslo.

La iniciativa, que cuenta con el apoyo del gobierno noruego, anima a empresas y ciudadanos a plantar flores amigas de abejas, avispones y avispas en sus jardines, balcones y terrazas.

El recorrido, que cruza la ciudad, dispone de una estación con polen cada 250 metros

Y para garantizar que la ruta no tenga zonas grises, la organización de apicultores urbanos que ha lanzado la iniciativa, BYBi (Bee Town), ha creado una aplicación que permite a los oslenses identificar las áreas en las que todavía no hay alimento para los insectos polinizadores, para fomentar la plantación en ellos. Asimismo, los usuarios del programa también podrán subir fotos de sus proyectos personales destinados a mejorar la situación de estos animales.

En los últimos años, el número de abejas, el principal agente polinizador, ha disminuido alarmantemente. Un tercio de las 206 especies registradas en el país están catalogadas como amenazadas en la Lista Roja de Noruega y 12 podrían ya haber desaparecido, si bien la amenaza sobre las colmenas que se está produciendo a nivel mundial es aún moderada en el país nórdico.

Todo lo contrario que en Estados Unidos, país que ha perdido desde 2006 entre el 30% y el 40% de las colonias de abejas melíferas a causa del síndrome “colapso de colonias”. Según los últimos datos provisionales del consorcio de entidades científicas y administraciones públicas Bee Informed Partnership, entre abril de 2014 y abril 2015 desaparecieron el 42,1% del total de las colmenas apícolas –no hay información sobre los polinizadores silvestres–.

La media varía de estado a estado: así, en algunos, el descenso superó el 60%, caso de Oklahoma (63,4%), y en otros se estancó alrededor del 25%, como en Oregón (25,2%). La excepción es Hawai, con unas pérdidas mucho más bajas, del 14%. En conjunto, se trata de la segunda mayor disminución anual registrada desde que en 2010 empezaron las estadísticas y estudios sobre el descenso de este tipo de insectos.

Un año clave

El pasado 19 de mayo, la Casa Blanca publicó el proyecto de Estrategia Nacional para promover la salud de las abejas de la miel y otros polinizadores en el que se propone como objetivo paliar la disminución de colonias de abejas melíferas durante el invierno –cuando normalmente se produce más muertes, a excepción de la última temporada– a no más del 15% en 10 años y mejorar su hábitat.

Algunas asociaciones ecologistas estadounidenses también trabajan en esta línea fomentando la creación de hábitats para los polinizadores en los jardines de las viviendas de los ciudadanos. Friends of the Earth es una de ellas: envían por 50 dólares (unos 45 euros) pequeñas casas, hechas de bambú, que atraen a abejas albañiles. 

La pérdida de colonias de abejas melíferas, la especie con mayor distribución en el mundo, y otros insectos polinizadores se produce sobre todo en Norteamérica y Europa, con graves consecuencias económicas y ecológicas, pues estos animales son fundamentales para la producción de alimentos: un tercio de nuestra comida depende de su actividad.

Estados Unidos ha perdido desde 2006 entre el 30% y el 40% de colmenas apícolas

A nivel mundial, la polinización de cultivos por insectos supone unos 265.000 millones de euros anuales correspondientes al precio de las cosechas que dependen de la polinización entomófila. La cifra para Europa es de 22.000 millones, según datos de la organización ecologista Greenpeace.

Los insectos polinizadores están amenazados por enfermedades como la causada por el ácaro ectoparásito Varroa destructor, la falta de sustento, la pérdida de biodiversidad botánica, el cambio climático y los pesticidas químicos empleados en la agricultura industrial, como los neonicotinoides, sustancias que afectan al sistema nervioso central de los insectos, causando su parálisis y posterior muerte, y cuyo uso está temporalmente prohibido en los países de la Unión Europea.

En 2013, la Unión Europea vetó por dos años la venta y el uso de semillas tratadas con pesticidas a base de neonicotinoides, en concreto los productos clotianidina, tiametoxam y imidacloprid, comercializados en el continente por las multinacionales Bayer y Syngenta y empleados desde la década de los 90 del pasado siglo como plaguicidas en los cultivos de girasol, colza, algodón y maíz. A finales de 2015 se revisarán las restricciones, por lo que éste será un año clave para el futuro de las abejas.