Hasta no hace mucho, el artista danés afincado en Berlín Olafur Eliasson era conocido, sobre todo, por crear arte reproduciendo fenómenos naturales en el interior de espacios expositivos. Ahora, su creatividad ha llevado la luz a cientos de miles de hogares africanos.

Sus llamativas y desmedidas intervenciones plásticas incluían tormentas, glaciares, nubes de vapor, una cascada —como la que recreó en el Palacio de Cristal del Centro Reina Sofía de Madrid en 2002— o el inmenso sol crepuscular con el que “incendió” la Tate Modern Gallery de Londres en 2003.

El dispositivo tiene forma de flor y emplea la tecnología LED más avanzada

Más de dos millones de visitantes se dejaron envolver y provocar por la atmósfera de neblinas anaranjadas y el efecto de los gigantescos espejos con los que el danés cubrió el techo de la Sala de las Turbinas, un espacio de nada menos que 250 metros de longitud, que el creador hizo suyo con The Weather Project (El Proyecto del Clima).

Aquella instalación monumental se apoyaba sobre una enorme estructura circular que, a modo de gran dios solar, inundaba de luz todos los rincones del recinto. La obra invitó a muchos a tumbarse en el suelo, mientras conducía a otros a la contemplación extática, como si estuvieran frente a un paisaje romántico. Pero a pocos dejó indiferentes.

Un número ingente de pequeñas lámparas daban vida a aquel sol artificial descomunal. Y, casi diez años después, en 2012, Eliasson regresó con otro sol en sus manos, seguramente hijo de aquél, pero de un tamaño mucho más humano y asequible, con una ambición más viajera y sobre todo, con una finalidad mucho más filantrópica y pragmática. Lo llamó Little Sun.

Diseñado a cuatro manos con su amigo el ingeniero Frederik Ottensen, el pequeño sol de Eliasson es una pequeña y ligera lámpara que funciona mediante leds alimentados por paneles solares. Por fuera se asemeja a una flor de juguete con alegres pétalos amarillos, y pesa tan poco que puede llevarse colgada al cuello. Y con ella, el artista se ha propuesto llevar luz a los más de 1.200 millones de personas que viven sin electricidad en el mundo.

“El arte siempre ha estado interesado en la sociedad, pero de maneras muy abstractas. Esta propuesta tiene un componente social muy explícito”, señala el danés, para quien “el mundo del arte vive muchas veces encerrado en un mundo de instituciones artísticas, pero yo creo que hay un gran trabajo por hacer para mostrar cómo el arte puede incidir muy directamente sobre cuestiones sociales”.

Dos años con el presupuesto de dos semanas

Desde su invención, se han distribuido más de 500.000 pequeños soles en 10 países africanos, entre ellos Etiopía, Senegal, Zimbabue, Ghana o Kenia, y algunos más se han vendido en templos del arte como la Tate Modern londinense o el MOMA de Nueva York como forma de apoyar el proyecto y abaratar sus costes.

El aparato, que ofrece unas cuatro horas de iluminación a la máxima potencia y unas diez a la mínima, cuesta alrededor de 10 euros, un precio que supone un gran esfuerzo para muchos hogares africanos, en millones de los cuales se sobrevive con menos de uno al día.

“Estas familias tenían que gastarse de media un dólar (0,95 euros) a la semana en alguna fuente de luz y nosotros, con el gasto de 12 semanas, se la proporcionamos como mínimo para dos años”, explica Felix Hallwachs, director ejecutivo de Little Sun y responsable de un equipo en el que trabajan 14 personas.

Como recuerda este arquitecto, la mayoría de los sistemas de iluminación que utilizan estas comunidades rurales queman queroseno, un combustible de origen fósil que contamina el aire y provoca enfermedades. Con su sustitución por los pequeños soles, se han logrado evitar 8.300 toneladas de CO2 en emisiones.

El invento ilumina 10 veces más que los contaminantes faroles de queroseno

El proyecto ha conseguido involucrar ya a más de 400 microempresarios y comerciantes locales y cuenta con el respaldo financiero del gigante informativo de los negocios Bloomberg, que ha invertido más de 4 millones de euros en el proyecto.

Además, la compañía danesa Velux, especializada en la construcción de ventanas, ha convocado un concurso mundial para diseñar lámparas que funcionen con la energía del sol. La propuesta ganadora será fabricada a gran escala y 29.000 unidades del diseño premiado serán distribuidas en el continente africano para ser vendidas en comunidades sin acceso a la electricidad.

“La gente quiere cosas hermosas en sus vidas. Quieren algo que puedan usar con orgullo. Eligen los objetos no sólo por su funcionalidad, sino por su espiritualidad”, apostilla Eliasson.

Según Ottesen, el otro padre de la criatura, durante los tres primeros años de vida de la batería, Little Sun proporciona 10 veces más luz que una lámpara de queroseno. Si se la coloca cinco horas al sol, la lámpara suministrará otras cinco horas de iluminación artificial en el hogar.

El diseño incorpora elementos que evitan que la batería se caliente y emplea la tecnología LED más avanzada, de mayor eficiencia con menor consumo. El sol portátil está confeccionado con un material resistente, a prueba de golpes y caídas. Sin embargo, para que la lámpara pueda soportar bien las altas temperaturas del continente africano, se ha tenido que evitar el uso de plástico reciclado, que hubiera hecho el proyecto aún más sostenible.

Los creadores del proyecto confían en que los recursos en tiempo y dinero que permitirá ahorrar a las familias el adquirir un Little Sun se traduzcan en menos horas de trabajo y más tiempo libre para que los niños puedan ir a la escuela y estudiar en casa. Lo que aún aportará más luz a sus vidas.