Hace años que la industria del papel y la de los biocombustibles persiguen lograr árboles forestales genéticamente modificados que permitan mejorar sus cosechas. La ciencia les acaba de dar grandes noticias: un grupo de investigadores de la universidad canadiense de la Columbia Británica ha diseñado unos ejemplares en los cuales la cantidad de lignina, un compuesto químico que dificulta la conversión de la celulosa del árbol en papel o en etanol, es inferior.

Reduciendo la lignina, afirman los científicos, será posible producir más y de manera más fácil, más barata y empleando menos productos químicos, menos energía y generando menos contaminación. Así, lo revela el estudio en el que también han participado científicos de las universidades de Wisconsin y Michigan State (Estados Unidos) y que ha sido publicado en la revista Science.

"Uno de los mayores impedimentos para la industria de la pulpa y del papel, así como para la industria emergente de los biocombustibles, es un polímero que se encuentra en la madera, conocido como lignina", dice Shawn Mansfield, profesor de la institución docente canadiense y uno de los autores del estudio.

La proporción de lignina se reduce con lazos genéticos más fáciles de degradar

La lignina constituye una parte sustancial de la pared celular de la mayoría de las plantas –comprende del 20 al 25% de un árbol– y le proporciona rigidez estructural y resistencia a las plagas. De hecho, es un elemento que favorece la formación de la madera en las plantas leñosas.

Pero, debido a su estructura, compuesta por enlaces que son difíciles de descomponer, dificulta el proceso de tratamiento de la pulpa de celulosa por medio del cual se elaboran el papel y los biocombustibles.

Los científicos han empleado la ingeniería genética para modificar la proporción de lignina introduciendo en su estructura molecular lazos genéticos más fáciles de degradar sin que ello altere la resistencia del árbol. "Estamos diseñando árboles para que sean procesados con menos energía y menos productos químicos", dice Mansfield.

Además, mantienen los investigadores, el polímero restante puede ser más fácilmente empleado en productos como adhesivos, fibras de carbono o aditivos para pintura.

No es el primer intento que se realiza para reducir la cantidad de lignina. Pero, en los experimentos anteriores, los árboles obtenidos tenían problemas de crecimiento o eran vulnerables al viento, la nieve y las plagas. Ahora, sin embargo, se han creado “árboles adaptados a la elaboración del papel y biocombustible manteniendo su potencial de crecimiento y fuerza”, afirma Mansfield, quien defiende la opción de cultivos de árboles transgénicos como una aportación al ahorro energético y de productos necesarios para extraer la lignina de los árboles y como alternativa a los combustibles fósiles.

Abastecer la demanda

Con la legislación actual, los árboles de este tipo podrían cultivarse de forma experimental en algunos países europeos, pero no ser comercializados. El primer árbol forestal modificado genéticamente se plantó en Bélgica en 1998 para evaluar la tolerancia a herbicidas en los álamos.

La tolerancia a herbicidas, la resistencia a los insectos, la química de la madera (incluyendo la reducción del contenido de lignina y el aumento de la celulosa para su conversión en etanol) y la fertilidad son las principales características estudiadas en trabajos que se centran sobre todo en los álamos, los pinos y los eucaliptos.

Desde entonces, los ensayos de campo han sido una constante sobre todo en los Estados Unidos, país en el que la compañía de biotecnología ArborGen ha solicitado a la Administración el primer permiso para realizar pruebas de campo con eucaliptos transgénicos en cerca de 300 hectáreas en el sur del país. La empresa opera también en Australia y en Brasil.

Los opositores a los transgénicos reclaman aplicar el principio de precaución

Brasil es precisamente uno de los terrenos de pruebas de la empresa israelí FuturaGene, que también lleva años cultivando miles de eucaliptos y álamos transgénicos a las afueras de Sao Paulo, en el mismo Israel y en China, país que tiene plantaciones comerciales de árboles forestales transgénicos desde el año 2003.

La modificación transgénica es un tema polémico. Los que apuestan por los árboles modificados aseguran que son la única solución si se quiere abastecer la creciente demanda de energía y de papel y reducir la contaminación del actual proceso de elaboración, porque se obtienen árboles con las mismas e incluso mejores características que uno normal de manera más rápida.

Además, afirman que se puede asegurar que los genes no se diseminen por la selva, uno de los miedos de los opositores a los organismos genéticamente modificados, quienes argumentan que el desplazamiento del polen y la dispersión de semillas no se pueden controlar. Asimismo, la larga vida de los árboles puede aumentar el riesgo de contagio, en comparación con otros productos agrícolas transgénicos de vida breve como el maíz y la soja.

El gran problema que esgrimen los opositores es que todavía es demasiado pronto para conocer el efecto de los organismos genéticamente modificados en el medio ambiente. Por ello, los grupos anti-transgénicos reclaman aplicar el principio de precaución y prohibirlos. Una lucha que en el caso de los árboles está liderada por Global Justice Ecology Project.