Bélgica acaba de sumarse a Suecia, Noruega, Austria, Estonia, Suiza, Lituania, Islandia y Dinamarca en la prohibición de los ritos de sacrificio de animales que imponen las religiones musulmana y judía, en las que las reses o aves mueren degolladas con un cuchillo afilado mientras se pronuncian frases rituales y se desangran lentamente  sin haber sido objeto de ningún tipo de aturdimiento previo que limite su estado de consciencia y por tanto su sufrimiento. Musulmanes y judíos no pueden comer alimentos no autorizados por sus credos (lo que sí pueden ingerir se designa como halal en el caso islámico y kosher en el hebraico).

La nueva ley que entró en vigor el 1 de enero en Flandes, una de las dos grandes regiones en que se divide el país (además de la capital, Bruselas, donde todavía se debate la cuestión), y lo hará desde el 1 de junio en la otra, Valonia, de habla francesa (donde se permitirán los rituales durante un periodo transitorio de tres meses más), afirma querer evitar que “la matanza pueda provocar dolor, angustia, miedo u otras formas de sufrimiento a los animales, incluso en las mejores condiciones técnicas disponibles”. El Tribunal de Justicia de la Unión Europea sentenció en mayo del año pasado que la obligación de aturdir al animal antes de ser sacrificado no vulnera la libertad de religión mientras simultáneamente protege los derechos de los animales.

LA UE prohibe matar a seres conscientes, pero hace una excepción con ambas religiones

No lo han visto así los dirigentes de las comunidades musulmana (500.000 personas) y judía (unas 30.000) que viven en este estado europeo de 11 millones de habitantes. Algunos rabinos, como el presidente del Congreso Europeo Judío, Moshe Kantor, han llegado a afirmar que la nueva legislación constituye “el mayor asalto a la comunidad judía desde la ocupación nazi” y religiosos hebreos y imanes islámicos mantienen sin titubear que matar a un animal con un corte profundo en la garganta sin haberlo dejado antes sin sentido y permitir en estas condiciones que se desangre completamente (porque para ambas religiones consumir su sangre es algo impuro), algo que puede prolongarse hasta varios minutos, no le causa ninguna clase de sufrimiento.

Ambas religiones (que exigen que el matarife sea de su credo, mayor de edad, varón, y en el caso musulmán que oriente al animal en dirección a La Meca mientras pronuncia algunas oraciones) se oponen al aturdimiento previo porque sus dogmas consideran que un ejemplar privado de conciencia no cumple con las condiciones de perfecto estado de salud que prescriben para autorizar su consumo a los creyentes.

Sufrimiento brutal

“Sin aturdimiento, los animales son perfectamente conscientes y experimentan un sufrimiento brutal, mientras que con la pérdida de consciencia total y absoluta no se enteran de nada”, afirma José Enrique Zaldívar, presidente de la Asociación de Veterinarios Abolicionistas de la Tauromaquia y del Maltrato Animal (AVATMA). 

La legislación europea que regula el sacrificio de animales para consumo humano exige que los animales sean matados “únicamente previo aturdimiento”, pero el Reglamento 1099/2009, de setiembre de aquel año, que regula su protección en el momento de su muerte en los mataderos, autoriza las excepciones de los rituales islámico y judío por razones culturales, y esta clase de sacrificio se acaba efectuando, siempre por personas autorizadas por cada una de las dos religiones, en las mismas instalaciones de procesado de carne.

Dirigentes hebreos lo consideran "la mayor agresión desde la invasión nazi"

El partido animalista Pacma afirma incluso que “habitualmente los consumidores adquieren carne de este tipo sin saberlo, ya que las partes de los animales que no se certifican como carne halal o kosher para su envío a carnicerías especializadas, entran en la cadena comercial del resto de consumidores”. En España, el número de mataderos certificados por el Instituto Halal de la Junta Islámica de España para matar animales según su ritual ha pasado de 25 en 2008 a cerca de 100 diez años más tarde, según los datos de este organismo.

El negocio de la carne musulmana prospera con rapidez debido en gran medida a que el destino de la carne que producen estos mataderos españoles es en un alto porcentaje la exportación a países islámicos: según el Instituto Halal, solamente entre 2012 y 2014, las ventas de pollo autorizado para musulmanes crecieron un 32%, las de vacuno un 45% y las de cordero pasaron de 200 toneladas a 1.743. Por su parte, las exportaciones españolas de carne de bovino sacrificada por el ritual islámico aumentaron un 90% entre los dos años citados, alcanzando las 5.500 toneladas.