España ha gestionado los fondos europeos destinados a la construcción de su red de trenes de alta velocidad (AVE) de manera “ineficiente” y el resultado son líneas deficitarias y sin viajeros, elevados sobrecostes en algunas de las faraónicas obras emprendidas y hasta una circulación de los trenes a una velocidad apenas superior a la de los ferrocarriles convencionales. El informe publicado esta semana por el Tribunal de Cuentas de la Unión Europa sobre la alta velocidad en el continente es demoledor. Hay críticas a unos cuantos países, especialmente por no entrelazar y coordinar sus líneas. Pero España se lleva la palma en cuanto al despilfarro de los recursos comunitarios. Y de los propios.

Y no fueron pocos: el Gobierno español recibió más dinero de Bruselas para el AVE que Alemania, Francia, Italia y Polonia juntas para sus respectivas redes de ferrocarril rápido. Nada menos que 11.200 millones de euros entre 2000 y 2017, el 47% del total destinado por la Unión Europea a la alta velocidad en todo el continente.

El informe del organismo fiscalizador de las cuentas europeas, titulado Una red ferroviaria europea de alta velocidad: no es una realidad sino un mosaico ineficaz, es tajante al concluir que por parte de las autoridades españolas “la decisión de construir líneas de alta velocidad se basa habitualmente en consideraciones políticas”. Lo hace tras constatar y exponer por medio de datos y cifras que “en España la mayoría de los informes tienen ratios coste-beneficio muy bajos” y algunos tramos “no eran viables desde una perspectiva socioeconómica”.

Invertir en el tren convencional "habría sido suficiente" y a un coste "mucho menor"

“No en todas partes se necesitan líneas de alta velocidad”, afirma el dictamen del tribunal. No ha sido el parecer del gobierno español presidido por Mariano Rajoy, como no lo fue de su antecesor José Luis Rodríguez Zapatero y sus predecesores José María Aznar y Felipe González. Al menos dos líneas españolas de alta velocidad, el llamado Eje Atlántico (entre A Coruña y Vigo) y Madrid-León, registraron un número de pasajeros netamente inferior al umbral de nueve millones (o seis en su primer año de funcionamiento) que establece la UE para considerarlas viables.

Como resultado, la ratio de pasajeros por kilómetro es cuatro veces inferior a la de Francia, país que supera los 19 millones frente a los apenas cinco de España. En la red de AVE española, la segunda más extensa del mundo tras la china, se han invertido nada menos que 1.159 euros por habitante, frente a los 603 de Francia.

Y por si todo eso fuera poco, están los desmesurados sobrecostes en las obras. La línea Madrid-Barcelona-Francia se desvió un 38,5% respecto a lo inicialmente presupuestado, hasta los 12.109 millones de euros. La de Madrid a León costó un 33,3% más y el Eje Atlántico, que cuando se complete debería enlazar El Ferrol y la frontera portuguesa, se encareció un 26,3%. Además hubo enormes retrasos: el AVE llegó a Barcelona en 2008, seis años después de lo anunciado, y la línea entre Figueres y la frontera francesa se acabó 22 meses más tarde de lo previsto.

También autopistas, aeropuertos y desaladoras

Y tanto gasto injustificado para que en muchos casos los trenes ni siquiera sean de alta velocidad: sólo la mitad alcanza la velocidad máxima que teóricamente podrían desarrollar. La línea Madrid-Galicia va al 29% de la prevista (110 kilómetros por hora, cuando deberían ser 350). Lo mismo ocurre también en las conexiones Madrid-León (39%), Eje Atlántico (50%), Madrid-Barcelona (54%) y Figueres-Perpignan (36%). Los auditores de la UE señalan que para obtener estos resultados, invertir en la mejora de la línea convencional “habría sido suficiente” siendo el coste “mucho menor”.

La principal crítica que hace el informe, no solamente a las autoridades españolas sino a las de bastantes otros países, es que no se han planificado las líneas para favorecer la interconexión entre los distintos estados miembros: “Se ha construido un mosaico ineficiente de líneas nacionales mal conectadas", denuncia Oskar Herics, miembro del Tribunal de Cuentas europeo y responsable del informe. Nada que ver con el objetivo de la UE, para el que se habían aportado los fondos comunitarios.

Los auditores de la UE no son los únicos en criticar el pésimo uso de los recursos públicos en el AVE. El informe Aproximación a la geografía del despilfarro en España: balance de las últimas dos décadas, publicado en el Boletín de la Asociación de Geógrafos Españoles, y elaborado por investigadores de las universidades de Barcelona, Girona, Valencia, Cantabria, Complutense de Madrid, Tenerife, Sevilla, Málaga y Alicante, cifra en 26.240 millones de euros el dinero desperdiciado en las líneas de alta velocidad entre 1995 y 2016.

Sólo en la mitad de los trayectos se alcanza la alta velocidad, alguno se queda en 110 km/h

Y no solo se ha derrochado en el tren: estos especialistas calculan que se han malgastado más de 81.000 millones de euros en “infraestructuras innecesarias, abandonadas, infrautilizadas o mal programadas”, una cantidad que puede superar los 97.000 millones si se ejecutan las obligaciones ya adquiridas. La lista incluye autovías y autopistas, aeropuertos absurdos como los de Huesca (95 viajeros en 2016), Lleida o Ciudad Real (este, privado e internacional, inaugurado en 2008 y cerrado en 2012), puertos y un apartado sorprendente: desaladoras. ¿Las causas de semejante sangría al erario público? Según los autores del estudio son cuatro: corrupción, obras infrautilizadas, proyectos inútiles y priorización inadecuada de inversiones.

Hace ya 26 años que nació la red de AVE en España, con la línea Madrid-Sevilla, y desde entonces ha transportado a 267 millones de pasajeros. Sus 3.240 kilómetros la convierten en la segunda más extensa del planeta, tras la de China (un país 19 veces más grande y con casi 30 veces más habitantes) y dispone de 47 estaciones en 27 provincias, muchas de ellas desmesuradamente grandes y situadas a gran distancia de los centros urbanos. Ocho de ellas están a entre cuatro y 19 kilómetros de las ciudades a las que teóricamente sirven, como es el caso de las de Camp de Tarragona, Cuenca o Ávila, y ninguna conecta con algún aeropuerto.

La construcción de la red de AVE ha costado hasta el año pasado 51.775 millones de euros, según datos del gestor de la infraestructura, Adif. La cifra se refiere solo a vías y estaciones, no incluye la compra y mantenimiento de los trenes, otra factura millonaria que en este caso corresponde a Renfe, que explota el servicio de transporte de viajeros en régimen de monopolio. Además, hay otros 1.600 kilómetros en obras, en los que habrá que invertir otros 12.000 millones adicionales, eso si no hay desvíos presupuestarios, claro está.

Por lo que se refiere a los trenes, Renfe adjudicó a Talgo en noviembre pasado el mayor pedido de alta velocidad desde antes de la crisis, por valor de 786 millones de euros y opción a ampliarse hasta 1.491 millones. El anterior encargo de trenes se hizo en 2005 y ascendió a 4.096 millones. Por dinero, en el AVE no habrá quedado.

La red de alta velocidad es la segunda del mundo, después de la de China / Gráfico: WMC