Las dos desdichadas nutrias repiten una y otra vez compulsivos movimientos de estereotipia en el reducido y artificial espacio de que disponen en el Acuario de Gijón (al que los ecologistas reclaman su puesta en libertad tras un proceso de readaptación) mientras los niños gritan y golpean los cristales y los adultos disparan cientos de fotografías con sus móviles. A un par de kilómetros de allí, diversos ejemplares mucho más afortunados procedentes del entorno natural se han adentrado en el parque de Isabel la Católica, donde se dedican a perseguir a las anátidas que allí viven.  

La notable mejora de la calidad de las aguas en los ríos españoles durante los últimos tres decenios como consecuencia de la generalización de las depuradoras ha permitido un rápido crecimiento de las poblaciones de la nutria europea (Lutra lutra), el único mamífero semiacuático del continente, que llegó a estar al borde de la extinción en la península Ibérica en los años 70, del pasado siglo, por culpa de la contaminación de los cursos fluviales y la proliferación de canalizaciones, embalses y obras hidráulicas.

Los embalses contribuyeron a su declive al frenar el paso de truchas y salmones

Como suele suceder, no hay mal que por bien no venga, y una de las razones que han contribuido a la resurrección de la nutria, que ya está presente en el 55% de las cuencas fluviales españolas, ha sido la abundancia de especies invasoras como algunos peces introducidos para la pesca deportiva –como la carpa o la trucha arcoiris– o el cangrejo rojo americano, que le sirven de alimento en sustitución de las escasas especies similares autóctonas, con lo que el mustélido contribuye al control de sus poblaciones.

"Las cosas casi nunca son tan sencillas. No todo es malo o bueno. La explicación de la recuperación en Doñana de algunas especies como la nutria u otras muy amenazadas, como el morito, está precisamente en el cangrejo americano", afirma Miguel Ferrer, investigador de la Estación Biológica de Doñana, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.

En los postreros a 1970, la nutria estaba en las últimas, desaparecida en buena parte de los ríos hispanos. En 1973 se la declaró especie protegida y a finales de la década entraba en la Lista Roja de Especies Amenazadas. El entonces Instituto para la Conservación de la Naturaleza (Icona) encargó un estudio sobre su situación a los biólogos Alejandro Rodríguez y Miguel Delibes, investigador de la estación de Doñana e hijo del famoso escritor (y empedernido cazador) del mismo nombre.

Cangrejo americano

Ambos científicos desarrollaron un extenso trabajo de campo en el 80% del territorio español peninsular durante más de un año, basado en la localización de huellas y excrementos y el análisis exhaustivo de un amplio espacio del entorno natural donde se encontraban las deyecciones. En total recorrieron más de 1.500 kilómetros de ribera de ríos, embalses, marismas y costas.

El resultado de su pesquisas fue que la nutria estaba en un imparable proceso de desaparición, y que resistía mejor en la mitad occidental de la península que en la oriental: "La nutria está ausente de gran parte de Cataluña, de los ríos costeros mediterráneos y del Cantábrico occidental, de los valles del Ebro y del Guadalquivir, del curso bajo del Júcar y del Segura, del Alto Pirineo y de las llanuras cultivadas de la submeseta norte y La Mancha", concluyeron.

La contaminación de las aguas a causa de los vertidos indiscriminados, que afectaba gravemente a sus presas, y la construcción de embalses, que impedían la subida por los ríos de las anguilas, truchas y salmones, principal fuente de alimentación de las nutrias, eran la clave.

En Cataluña en los 80 quedó confinada en el 3,8% de los ríos. Hoy ocupa el 56,5%

Hoy, el regreso de la nutria a la mayor parte de aquellas zonas es un hecho. Así, en Cataluña, un reciente estudio ha desvelado que se halla de nuevo en el 56,5% del territorio. En los años 80 del siglo pasado, sólo estaba en un 3,8%; en los noventa, en un 19%, y en la década del 2000, en un 38,2%.

La reintroducción de 50 ejemplares procedentes de Extremadura y Portugal llevada a cabo desde 1995 en las cuencas de la Muga y del Fluvià favoreció su primera expansión, que la ha llevado a recolonizar la mayor parte del resto del país: actualmente ha alcanzado incluso la desembocadura del Ebro y el curso bajo del Llobregat (se las ha visto en el área metropolitana de Barcelona). Recientemente, uno de estos mustélidos se aventuró por pleno centro de Girona, en el río Onyar, ante el regocijo de cientos de paseantes.

Otro de los territorios donde estuvo prácticamente extinguida fue la Comunidad Valenciana. Allí se recupera lentamente y para ayudarla a dar el salto definitivo se implementará durante los próximos tres años el Proyecto Nutria, impulsado por la Fundación Aguas de Valencia, la administración autonómica y los ecologistas de la Fundación Limne, cuyos objetivos son determinar con precisión mediante censos y foto-trampeo la actual distribución de sus poblaciones vinculándolas con la mejora de la calidad de los ríos, proponer acciones de mejora a las administraciones y reforzar la concienciación de la población. Las actuaciones se ampliarán a la provincia de Tarragona el año próximo y a las de Teruel, Albacete y Cuenca en 2019.

En esta parte del país, además de la polución acuática, diezmó a las nutrias la caza por parte del ser humano: en los años 70 y 80, el 72’7 % de los casos de nutrias muertas lo fueron por palizas y capturas con cebos, según el informe técnico La Recuperación de la Nutria (Lutra lutra) en la Comunitat Valenciana editado por el Servicio de Vida Silvestre de la Dirección General de Medio Natural y de Evaluación Ambiental en 2016.

La nutria se alimenta únicamente de lo que caza –cualquier animal que se mueva por el agua puede ser su comida del día– sin prestar la menor atención a la carroña ni tocar ningún nutriente de origen vegetal, así que su presencia en un río, lago o embalse es sinónimo de limpieza de las aguas. Así que doblemente bienvenido sea su regreso.