La explosión global de nuevas carreteras está plagada de peligros económicos, sociales y ambientales, según un estudio publicado en Science y dirigido por el profesor William Laurance, de la Universidad James Cook, en Australia. "Hemos analizado los principales proyectos de infraestructuras y carreteras en todo el mundo –dice Laurance– y es notable cómo muchos tienen costes y riesgos ocultos graves".

El estudio ha sido escrito conjuntamente con Irene Burgués Arrea, economista de la Alianza de Líderes Investigadores Ambientales y Pensadores (ALERT, por sus siglas en inglés) en Costa Rica, que ha estudiado los costes y beneficios de la construcción de carreteras en América Latina y África.

La prioridad más urgente, dicen los investigadores, es limitar millones de kilómetros de nuevas carreteras que se planifican o construyen en áreas con mucha lluvia, principalmente en países en desarrollo de Asia-Pacífico, África y América Latina. "Aquí es donde la ambición de ganancias rápidas se encuentra con una ingeniería casi imposible", afirma Laurance.

"Las carreteras inundadas por la lluvia desarrollan baches, grietas gigantes y deslizamientos de tierra tan rápido que es casi increíble –señala Laurance–. Pueden convertirse rápidamente en gigantescos perdedores de dinero". "Muchos caminos que están planeados para regiones húmedas, pantanosas o montañosas no deberían construirse, y eso se basa solo en criterios económicos", añade.

25 millones de kilómetros de nuevas carreteras

"Si se agregan los costos ambientales y sociales, entonces el péndulo oscila aún más fuerte contra la construcción de nuevas carreteras, especialmente en áreas boscosas con altos valores ambientales", destaca Burgués Arrea. Para el año 2050, se prevé que habrá otros 25 millones de kilómetros de nuevas carreteras pavimentadas en la Tierra, suficientes para rodear el planeta más de 600 veces. Y en los próximos tres años, se espera que los caminos pavimentados se dupliquen en las naciones en desarrollo de Asia.

"A menudo hay grandes deudas de carreteras fallidas. Algunos desarrolladores de caminos y políticos se hacen ricos, pero las oportunidades vitales de desarrollo se desperdician fácilmente –lamenta Laurance–. Es notable cómo muchas naciones, inversionistas y prestamistas no están viendo los profundos riesgos de la expansión de carreteras en ambientes tropicales húmedos, que también son los ecosistemas biológicamente más ricos del mundo".