De unos años a esta parte, ha hecho fortuna el término anglosajón fashion victim (literalmente, víctima de la moda), que hace alusión a las personas que caen en una adicción casi compulsiva por seguir las últimas tendencias en el consumo de ropa u otra clase de productos de belleza aún a costa de su salud económica, e incluso de la otra.

Sin embargo, existen otras víctimas de la moda mucho más reales y menos visibles. La noche del 24 de noviembre de 2012, 120 trabajadores fallecieron en el incendio de un destartalado edificio de seis pisos las afueras de Daca, la capital de Bangladesh.

En el mismo, que alojaba los talleres de la empresa Tazreen Fashion, trabajaban en condiciones penosas 1.630 personas que elaboraban textiles para diferentes grandes marcas occidentales de moda, como C&A, y supermercados como Carrefour o Walmart, entre muchos otros. Incluso producían ropa para el cuerpo de Marines de Estados Unidos.

La magnitud de la tragedia no tardaría en ser superada. El 24 de abril de este año, más de mil personas perecieron aplastadas bajo los escombros del edificio Rana Plaza en Savar, también en la periferia de Daca, no muy lejos de donde se quemó Tazreen Fashion.

Las mil víctimas mortales del Rana Plaza han puesto la presión sobre las empresas

El Rana Plaza, de ocho pisos de altura, albergaba diversas fábricas textiles y un centro comercial. Mango, El Corte Inglés, Primark, C&A o Walmart eran algunos de los clientes de los talleres de ropa. Etiquetas de estas marcas aparecieron entre las ruinas.

Se trató del peor desastre de este tipo en la historia del país. Pero no del primero. Ni del último. En 2005, el derrumbamiento de la fábrica Spectrum mató a 64 personas. Entre 2006 y 2009 murieron 414 empleados en incendios en fábricas de ropa sólo en Bangladesh, según datos del Centro de Solidaridad. En 2010 se declararon dos incendios que mataron a otros 50. En setiembre pasado, se registró uno más en una factoría de Pakistán que se llevó otras 300 vidas.

La deslocalización generalizada de empresas para reducir costes laborales ha llevado la producción de la mayoría de artículos de las grandes marcas internacionales, pagados a precio de oro en las tiendas y centros comerciales del mundo rico, a talleres infrahumanos subcontratados en países del sur y sudeste asiático o del norte y centro de África.

Allí, cientos de miles de trabajadores, muchos de ellos menores, afrontan inacabables jornadas en condiciones laborales deplorables a cambio de salarios con los que no podrían pagar el precio en destino de una sola de las piezas que elaboran. En muchas ocasiones, se trata de trabajo semiesclavo. 

Para luchar contra ello nació la campaña Ropa Limpia (CRL), que tomó forma tras la organización de una manifestación en 1989 frente a unos grandes almacenes holandeses para denunciar las condiciones laborales existentes en los talleres de Filipinas donde se fabricaba la ropa que comercializaban en ellos.

Enfermedades por el 'sandblasting'

La campaña, centrada en la mejora de la vida de los trabajadores que elaboran ropa y material deportivo en países en vías de desarrollo, se ha extendido a 14 países europeos. ONG, sindicatos y organizaciones de consumidores forman parte de las organizaciones nacionales de CRL, que trabajan en colaboración con sindicatos y ONG de los países donde se producen los artículos.

En España, Ropa Limpia está liderada desde 1997 por el SETEM, una federación de 10 ONG que trabajan desde 1968 por el desarrollo y los derechos humanos en las áreas de la sensibilización, el comercio justo, las finanzas éticas, los campos de solidaridad en países del sur o la formación.

CRL desarrolla investigaciones sobre las condiciones de trabajo en las fábricas y trata de concienciar y movilizar a los consumidores europeos. La denuncia de casos y las acciones de presión sobre las empresas compradoras que a menudo se desentendían de cómo se fabricaban los artículos que venden, mientras resultaran baratos, han ido arrojando resultados. La página web de la campaña incorpora los análisis de la actuación de diferentes multinacionales en este terreno. 

Una de sus últimas iniciativas trata de erradicar el sandblasting, un proceso de tratamiento de la tela de los vaqueros que la blanquea y le aporta un aspecto de aparente desgaste mediante la aplicación de un chorro de arena a presión que, normalmente, se realiza de forma manual y sin protección.

Una 'Guía para vestir sin trabajo esclavo' a la venta en librerías da a conocer el problema

La técnica se utiliza desde hace más de dos décadas en muchos países del sur que fabrican pantalones vaqueros comercializados por las grandes marcas con gran éxito en el mercado mundial.

Distintos informes médicos han revelado que algunos trabajadores han desarrollado formas agudas de silicosis, una enfermedad pulmonar incurable que, en muchos casos, provoca la muerte, como consecuencia del uso de esta técnica sin suficientes medidas de protección. Desde el inicio de esta campaña, 16 marcas han anunciado públicamente la prohibición de esta técnica. 

La campaña ha editado también una Guía para vestir sin trabajo esclavo, obra de Albert Sales, portavoz de Roba Neta en Cataluña, editada por Icària con la ayuda del SETEM, que ya se encuentra en las librerías. Fue financiada gracias a las aportaciones de 256 mecenas participantes en un proyecto de financiación colectiva (crowdfunding).

El libro permite descubrir la realidad del sector, hace un repaso a las principales marcas que vulneran la dignidad de quienes fabrican sus productos –y de las que no–, y pone a nuestro alcance información suficiente para no contribuir con esta ruin, e incluso criminal, forma de hacer negocios.

Que nuestra ropa esté realmente limpia ya no depende sólo de lo a menudo que pase por la lavadora, o de la eficacia del detergente utilizado. Como en todos los ámbitos del consumo, el poder de nuestras pequeñas acciones cotidianas puede ayudar a cambiar el mundo.