Untarse de arriba a abajo de crema para no quemarse la piel forma parte del ritual del verano. Mucho se ha avanzado en cuanto a la concienciación sobre los peligros de la radiación ultravioleta y pocos se atreven ya a tomar el sol, sobre todo en la playa, “desprotegidos”, es decir, sin aplicarse un filtro solar.

Sin embargo, este gesto aparentemente inocente y que señala nuestro sentido de la precaución, tiene su reverso negativo. Los protectores solares contienen productos químicos nocivos para el fitoplancton marino y son un riesgo potencial para el resto de la vida en el mar, según ha alertado un estudio del Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (IMEDEA), un centro mixto vinculado al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Universitat de les Illes Balears (UIB). 

«A pesar de estar diseñados para permanecer adheridos al cuerpo, algunos componentes de las cremas solares se diluyen durante el baño y se convierten en contaminantes», explican los autores de la investigación, que ha contado con la colaboración de la Universitat de València y el Instituto de Ciencias Marinas de Andalucía y se ha publicado en la revista científica de libre acceso Plos One.

Los filtros tienen efectos tóxicos sobre el fitoplancton y otros habitantes del litoral

“Las cremas solares pueden tener un efecto ambiental considerable en las zonas de intensa actividad turística”, afirma el investigador del IMEDEA y coautor del estudio Antonio Tovar. Basta imaginarse una concurrida playa mediterránea cualquier día de agosto, llena hasta los topes con miles de bañistas aplicándose protector por todo el cuerpo varias veces al día.

Según Tovar, el primer paso fue analizar la composición química de los filtros protectores y descubrir que había de dos tipos: los orgánicos y los inorgánicos, ambos con efectos diferentes. Muchos son solubles y bioasimilables, es decir, que pueden incorporarse a la cadena trófica. En ambos casos, su acumulación lleva a la formación de una microcapa de aspecto oleoso en la superficie del agua, capaz de alterar la vida marina que habita bajo la misma.

Entre los componentes más nocivos se encuentran todos los que sirven para dar color, olor y textura a estos productos cosméticos. “El riesgo es mayor si las cremas son de espray, puesto que los compuestos se diluyen más fácilmente en el agua», explica Sánchez-Quílez, otro de los científicos que ha participado en la investigación.

Peor en espray

Para realizar el estudio, el equipo del IMEDEA comparó muestras de agua recogidas en tres playas de Mallorca durante los meses de agosto y septiembre de 2011. Dos de ellas, las de Palmira y Santa Ponça (en el municipio de Calvià) son en temporada alta paradigmas de la masificación turística. La tercera, en el Cabo de Ses Salines presenta una menor afluencia de turistas.

El análisis demostró que cuatro de los componentes químicos más comunes en los protectores solares ─la Benzofenona 3 (BZ-3), el 4-alcanfor metilbenciliden (A-MBC), el dióxido de titanio (TiO2) y el óxido de zinc (ZnO)─ están presentes en las aguas de las tres localizaciones, con concentraciones más elevadas en la capa más superficial.

También contienen nutrientes que estimulan el crecimiento de algas

Los niveles de presencia de estos elementos varían a lo largo del día, de forma que las mayores densidades se dan en la franja horaria entre las 14 y las 18 horas, coincidiendo con las horas posteriores a los momentos de máxima afluencia a las playas y con la máxima radiación solar.

Durante dicho periodo, el nivel de estos compuestos químicos puede llegar a ser entre un 60% y un 90% superior a los valores de referencia observados por la noche y a primeras horas de la mañana.

Según Antonio Tovar, químico del departamento de Investigación del Cambio Global del IMEDEA, “los experimentos demuestran que algunos de estos productos tienen efectos tóxicos sobre el fitoplancton y éstos podrían extenderse a otros componentes del ecosistema, como plantas marinas, crustáceos, algas y peces”.

El análisis de más de una docena de protectores solares comerciales ha revelado también que, además de compuestos químicos, las cremas también liberan en el mar otros elementos como el nitrógeno, el fósforo y el silicio. Estos pueden actuar como nutrientes y estimular el crecimiento de comunidades de algas o bien inhibir su desarrollo. En cualquier caso, según Tovar, “aunque este efecto no parece nocivo a priori, también altera la dinámica del ecosistema”.

Aguas dulces

Aunque existen numerosos estudios sobre el efecto de los compuestos químicos presentes los protectores solares sobre la piel, este es el primero enfocado a conocer su influencia sobre el medio ambiente.

Los protectores solares también son una amenaza para los peces de aguas dulces. Otro estudio realizado por el CSIC en 2011 descubrió la presencia de algunos compuestos utilizados en estos cosméticos en varios ríos, concretamente en las cuencas hidrográficas del Llobregat, el Ebro, el Júcar y el Guadalquivir.

Los contaminantes se han detectado en los ríos y cerca de las estaciones de esquí

Como consecuencia de esta contaminación, algunos peces, como las truchas, podrían tener problemas para reproducirse, e incluso llegar a extinguirse, ya que los componentes nocivos de las cremas tienen un comportamiento similar a los estrógenos y afectan a la fertilidad de los vertebrados acuáticos.

Según Damià Barceló, uno de los científicos involucrados en la investigación, “parte de los filtros ultravioletas van a parar al agua y parte se depositan en los sedimentos de los ríos, desde donde pueden desencadenar la aparición de caracteres feminizantes en los peces, que impidan su reproducción”.

Según este experto, director del Instituto Catalán de Investigaciones del Agua (ICRA), las sustancias tóxicas están más presentes en zonas turísticas, pero también en las cercanías de las estaciones de esquí, debido al elevado uso de cremas solares entre los practicantes de los deportes de invierno.

El estudio también detectó la presencia de estos componentes en el agua del grifo de algunas zonas próximas a Barcelona, aunque en concentraciones inocuas para el ser humano de “400 nanogramos por litro”.