El diminuto escarabajo de la harina, que suele invadir nuestras cocinas cuando dejamos un paquete de este producto abierto durante demasiado tiempo, y que a menudo llega a convertirse en una seria plaga en los almacenes de granos y cereales, podría ayudar a combatir uno de los más graves problemas ambientales a que se enfrenta –y que ha provocado– la humanidad: los residuos plásticos.

Porque aunque ya se sabía que las larvas del Tenebrio molitor, que llegan a medir dos centímetros y medio (algo más que el escarabajo adulto en que se convertirán), además de deleitarse con la harina y el grano, son detritívoras (se nutren con restos de materia orgánica como plantas y animales muertos, e incluso con excrementos), científicos de la universidad norteamericana de Stanford (California) y de la de Beihang (China) acaban de descubrir que no le hacen ascos ni tan siquiera al poliestireno, un plástico no biodegradable.

Convierten en CO2 la mitad del material y excretan biodegradada la otra mitad

El gusano es capaz de alimentarse de espuma de poliestireno sin que ello afecte a su estado de salud. La clave son unas bacterias que se alojan en su sistema digestivo, que consiguen que el 50% del material plástico ingerido acabe mineralizado, convertido en dióxido de carbono (CO2), como sucede con cualquier otro alimento que ingieren, y el 50% restante sea excretado en forma de pequeños fragmentos biodegradados.

El estudio publicado en la revista científica Environmental Science and Technology por los investigadores chinos y estadounidenses acredita el descubrimiento del primer caso de degradación de un plástico en el sistema digestivo de un animal. Hasta ahora se habían identificado bacterias capaces de lograrlo, pero no se había probado que pudiera hacer lo propio ningún ser vivo pluricelular. 

Lo más increíble del caso es que las larvas de Tenebrio molitor linnaeus que se usaron en la investigación no solamente fueron capaces de degradar el poliestireno manteniéndolo en el interior de su organismo apenas 24 horas, sino que algunos gusanos lograron sobrevivir durante un mes ingiriendo solamente la espuma plástica, el mismo tiempo que vivieron sus congéneres que disfrutaron de una dieta normal.

En concreto, a un centenar de estos gusanos únicamente se les proporcionó como alimento este material y, aunque lo devoraron a un ritmo de entre 34 y 39 miligramos al día, semanas más tarde "aparecían tan sanos como los otros", destaca Wei-Min Wu, uno de los científicos de Stanford implicados en el proyecto.

Enfoque novedoso

El estudio abre las puertas a "un enfoque muy novedoso para hacer frente al enorme problema que presenta la contaminación del plástico", en opinión de Anja Malawi Brandon, estudiante de doctorado en Stanford y miembro del equipo que lo ha llevado a cabo. Con una producción mundial de 288 millones de toneladas, destinadas en muy buena parte a artículos de un solo uso, y de la cual se estima que solamente una décima parte es reciclada en los países desarrollados, y otro porcentaje similar acaba en los océanos, el reto de hacer frente a la eliminación de residuos plásticos podría experimentar un nuevo impulso gracias a las voraces crías del escarabajo de la harina.

Y parece que ya se conoce al responsable de esta insólita capacidad digestiva de las larvas. En una segunda fase de la investigación, los científicos lograron aislar la bacteria Exiguobacterium sp. strain YT2, presente en el sistema digestivo del animal, y comprobaron que, tras un periodo de incubación de 60 días, un cultivo de la misma colocado sobre pequeños fragmentos de poliestireno formaba una biopelícula sobre los mismos y conseguía horadar en ellos "evidentes pozos y cavidades" de unos 0,2 a 0,3 milímetros de profundidad, degradando alrededor del 7,4% del volumen de los fragmentos, de unos 2.500 miligramos.

La responsable es una bacteria de su sistema digestivo que consigue horadar el material

Para confirmar que la bacteria era la responsable de que los gusanos pudieran comerse el plástico, los investigadores probaron entonces a inhibir el desarrollo de la misma en el intestino de los animales empleando para ello gentamicina, que se reveló como el más eficiente de los seis antibióticos probados, y que fue inoculado a una parte de los ejemplares durante 10 días mezclándolo con su alimento. Las larvas a las que se les suministraron el medicamento perdieron su capacidad de despolimerizar el plástico y de mineralizarlo en forma de CO2.

Los siguientes pasos en la investigación del equipo chino-americano serán descubrir si las bacterias del estómago del Tenebrio molitor pueden procesar otros tipos de plásticos –se plantean ponerles en el menú polipropileno, microesferas y bioplásticos– y extraer sistemáticamente la Y72 y otras bacterias del intestino de la larva del insecto para emplearlas de forma directa en el tratamiento de los residuos. Y el gusano de la harina no está solo: otros estudios internacionales parecen haber concluido que bacterias presentes en el organismo de las larvas de la palomilla bandeada, o polilla india de la harina (Plodia interpunctella) pueden procesar el polietileno. Si realmente les gusta, comida no les va a faltar.