Una solución tan simple como emitir grabaciones de rugidos de tigres podría acabar con los ataques de elefantes salvajes a plantaciones en la India, un problema que además de provocar pérdidas por valor de millones de euros en los cultivos en un país donde buena parte de la población sufre todavía desnutrición, ha causado decenas de víctimas mortales en la última década. Y también reduce las ya contadas poblaciones salvajes de esta especie, gravemente amenazada de extinción.

Sumario

 

Según datos aportados por la revista bianual Gajah, del Grupo de Especialistas en el Elefante Asiático (AsESG), 226 personas y 87 elefantes murieron entre 2003 y 2009 como consecuencia de 206 enfrentamientos registrados cuando los Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza penetraron para alimentarse en zonas agrícolas en el sur y sudeste del continente.

La mayor parte de los choques entre humanos y paquidermos se registraron en India, que acumuló el 50% de las víctimas mortales humanas

La mayor parte de los choques entre humanos y paquidermos se registraron en India, que acumuló el 50% de las víctimas mortales humanas, seguida de Nepal (20% de los fallecidos) y Bangladesh (18%). Indonesia, donde los ataques han sido escasos, acumula por el contrario el 23% de las muertes de elefantes en incidentes de este tipo.

Caza furtiva (22%), eliminación selectiva por parte de funcionarios del Gobierno (8%), muerte durante enfrentamientos por incursiones en cultivos (43%) y accidentes ferroviarios (29%) son las causas principales de la mortalidad de los elefantes asiáticos (Elephas maximus), el mayor animal del continente, de tamaño algo menor que el africano y que, a diferencia de éste, ha sido domesticado desde tiempos muy antiguos.

 

Poblaciones salvajes escasas

 

Pese a ello, sus poblaciones salvajes son ya muy escasas, debido a la destrucción de sus hábitats, principalmente para reemplazar el bosque tropical por plantaciones. Se calcula que quedan en libertad entre 40.000 y 50.000 ejemplares en Sri Lanka, sur y noreste de la India, Bangladesh, Indochina, Malaca, Sumatra y noreste de la isla de Borneo. Antiguamente los había habido desde el sur de China hasta las costas del golfo Pérsico.

Debido a la abundancia de ejemplares domesticados, los salvajes no sufren una excesiva persecución de furtivos para obtener su marfil, como sucede en África

Debido a la abundancia de ejemplares domesticados, los salvajes no sufren una excesiva persecución de furtivos para obtener su marfil, como sucede en África. Pero sus poblaciones son también menores, por habitar solamente en los bosques alrededor de áreas de enorme presión demográfica humana. 

Más de la mitad de los ataques de los paquidermos a cultivos en Asia (57%) se localizaron fuera de las zonas habitadas por elefantes identificadas por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. El asalto de los animales a los campos fue el tipo de incidente violento más frecuente (36%), seguido de ataques directos a las aldeas (26%) y de la destrucción de viviendas humanas (27%). 

 

Disuadirlos de las aldeas o las parcelas agrícolas

 

Vivek Thuppil, especialista en conducta animal de la Universidad de California en Davis (Estados Unidos), ha diseñado un sencillo sistema que permite disuadir a los proboscídeos cuando se acercan a las aldeas o las parcelas agrícolas, y ha asegurado que el mismo ha demostrado su efectividad.

Thuppil colocó emisores de rayos infrarrojos en caminos seguidos habitualmente por los grupos de elefantes camino de alguna explotación agrícola

Thuppil colocó emisores de rayos infrarrojos en caminos seguidos habitualmente por los grupos de elefantes camino de alguna explotación agrícola. Cuando los animales traspasan el haz de rayos, se activa la reproducción de la grabación del rugido de amenaza de un tigre o un leopardo. Al escuchar el grito, los animales, que saben distinguir perfectamente entre los rugidos agresivos y las otras vocalizaciones del felino, reaccionaron con alarma.

Al captar el rugido del tigre, un depredador que en ocasiones llega a matar a las crías de los paquidermos, el grupo suele darse la vuelta y regresar en silencio por donde venía. En el caso de oír el sonido del leopardo, un animal menos fuerte físicamente que raramente ataca al elefante, ni tan siquiera a las crías, la manada se coloca a la defensiva y hace frente al supuesto agresor con las trompas alzadas y gruñendo a su vez de forma intimidatoria, pero sin llegar a abandonar el lugar.

 

También alertaría a los agricultores

 

Como ventaja añadida, el ruido emitido por los amplificadores alertaría en cualquier caso a los agricultores, con lo que se conjuraría el riesgo de encuentros directos peligrosos para ambas partes, que además se suelen producir de noche.Según el investigador, que ha publicado los resultados de sus trabajos en la revista Biology Letters, el despliegue de altavoces en los accesos a las plantaciones en las épocas en que crecen los cultivos podría evitar gran número de ataques.

Existe la dificultad para poder instalar el dispositivo en zonas rurales muy aisladas, que suelen ser las más expuestas a las visitas de los elefantes

Una crítica recibida por la iniciativa es la dificultad para poder instalar el dispositivo en zonas rurales muy aisladas, que suelen ser las más expuestas a las visitas de los elefantes y que, además, suelen carecer de un adecuado suministro energético. Para hacer sostenible el mecanismo, Thuppil ha utilizado baterías recargables cubiertas por paneles solares que alimentan a los aparatos.

Vallas convencionales y electrificadas y disparos o petardos de advertencia no han logrado frenar en muchos casos a los grupos de proboscídeos hambrientos. Y Sushant Chowdhury, científico del Instituto de Vida Salvaje indio, cree que el sistema diseñado por Thuppil, tampoco resultará eficaz a medio plazo porque “los elefantes se acabarán dando cuenta del engaño”. El tiempo dará la razón a uno u otro.