La posidonia (cuyo nombre alude al dios griego del mar, Poseidón), una planta acuática endémica del mar Mediterráneo, es una de las especies más longevas de la biosfera terrestre. Este organismo, de crecimiento muy lento, un centímetro al año, forma extensas praderas hasta los 40 metros de profundidad que actúan como eficaces sumideros de dióxido de carbono.

Además de esta gran aportación medioambiental, las colonias de este vegetal forman un rico ecosistema donde prospera la biodiversidad, protegen la línea costera de la erosión y dejan el agua cristalina. Sin embargo, a pesar de su gran valor ecológico, las formaciones de posidonia oceanica están siendo diezmadas como consecuencia del aumento de las temperaturas y de la acción del hombre.

Por el momento, ya se ha destruido más de una cuarta parte de su extensión total. Y, según un estudio del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) publicado en 2012, el 90% de las praderas de posidonia oceanica podría desaparecer en menos de cuatro décadas.

La pesca de arrastre y el fondeo de barcos de recreo arrancan la planta de los fondos

En la cuenca mediterránea, la posidonia ocupa entre 2,5 y 4,5 millones de hectáreas, lo que equivale casi a la cuarta parte de los fondos hasta los 50 metros de profundidad del Mare Nostrum.

La posidonia está siendo víctima del calentamiento del agua y la contaminación, así como de la pesca de arrastre –muchas embarcaciones no respetan la normativa que la prohíbe en profundidades menores de 50 metros y sobre las praderas de esta especie–, los dragados –para la construcción de puertos y espigones, y para obtener material para la regeneración artificial de playas– y los anclajes y las cadenas de los barcos al realizar la maniobra de fondeo.

Otro de los factores que han propiciado su regresión ha sido la multiplicación imparable de algas exóticas invasoras. La caulerpa racemosa, que se introdujo en el Mediterráneo en los años 90 por el canal de Suez, está causando estragos sobre las formaciones de posidonia. Esta alga tropical continúa causando el daño que empezó su hermana, la caulerpa taxifolia, que entró accidentalmente en el Mediterráneo en 1984 cuando el Museo Oceanográfico de Mónaco decidió limpiar sus acuarios, y que tuvo un avance muy agresivo que ha ido perdiendo virulencia.

Durante el verano, el número de embarcaciones de recreo que fondean en el Mediterráneo aumenta exponencialmente, lo que también multiplica el daño ocasionado a las praderas, que además no tienen tiempo de recuperarse de una temporada a otra.

Falta de señalización

Con frecuencia, la destrucción de la planta por las anclas se produce por ignorancia de los patrones, debido a su desconocimiento sobre la ubicación de las formaciones de posidonia al no estar los mismos convenientemente identificados en las cartas náuticas.

Esta situación ha empujado al capitán de la marina mercante Joan Torres a abrir una campaña en el portal Change.org para salvar la posidonia, en la que exige al Gobierno de Baleares mejorar la legislación actual.

La iniciativa ya ha conseguido cerca de 13.000 firmas. Actualmente, la planta está protegida por la Directiva Hábitat de la Unión Europea y por la legislación española, que la declaró de Régimen de Protección Especial, lo que implica que se prohíbe su destrucción intencionada.

Precisamente, las islas Baleares cuentan con la mayor superficie de praderas de posidonia del Mediterráneo: se calcula que hay cerca de 100.000 hectáreas, lo que representa cerca del 70% de toda la población de este vegetal en las costas españolas, según datos del ejecutivo autonómico balear.

Alrededor del 60% de la extensión total se encuentra en las costas de Mallorca, el 30% alrededor de las Pitiusas y el 10% restante en Menorca. En 1999, las praderas situadas entre las islas de Ibiza y Formentera, en la zona llamada Parque Natural de Ses Salines, fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Pese a ello, se trata de una zona que ha sufrido en los últimos años una severa degradación.

El 70% de sus poblaciones en España se encuentran en las islas Baleares

La Unión Europea aprobó el proyecto LIFE+ Posidonia en 2001, impulsado por el ejecutivo balear, que tenía como objetivo recuperar y preservar las colonias de la citada planta en su litoral. Si bien su ejecución ya ha finalizado, ha sentado las bases para la regulación de fondeos.

Este verano, tras la polémica del año pasado por los destrozos ocasionados por embarcaciones de todo tipo en los fondos marinos, el gobierno autonómico ha colocado 382 boyas para regular el fondeo recreativo y ha ofrecido un servicio de información y asesoramiento a los navegantes.

Para evitar que este valioso ecosistema marino pase a formar parte del pasado, el gobierno andaluz también puso en marcha en 2011 el programa LIFE+ posidonia Andalucía, cuya finalidad es “asegurar la conservación a largo plazo de las praderas marinas andaluzas, aplicando medidas de protección y dando a conocer a las personas, sobre todo a los habitantes de la costa, la importancia que las praderas marinas tienen para su calidad de vida y desarrollo sostenible”.

Entre las actividades enmarcadas en el proyecto destaca la red de voluntariado submarino Posimed Andalucía, en la que se forma a buceadores voluntarios para tomar datos sobre el estado de las extensiones de posidonia.

El pasado mes se descubrió en la costa almeriense, en concreto en Aguadulce (Roquetas de Mar), un nuevo arrecife de pradera de posidonia en muy buen estado. Esta joya será protegida por la Junta de Andalucía con la instalación de 75 bloques de hormigón para evitar actividades pesqueras ilegales como el arrastre en fondos prohibidos, para preservar este gran tesoro sumergido del Mediterráneo.