Toda la vida se ha utilizado, ante la presión cada vez mayor del consumismo, la privatización de servicios y el alza de los impuestos, la expresión "un día tendremos que pagar por el aire que respiramos". Pues ya hay quien lo hace. En algunas de las principales ciudades chinas, agobiadas desde hace meses por las más elevadas tasas de contaminación ambiental de su historia, que han obligado a decretar estados de alerta, ya se comercializan botes de aire fresco envasado. Los traen del Canadá.

Un primer lote de 500 latas llenas de aire de Banff, una localidad de las Montañas Rocosas, salió a la venta en China el pasado noviembre y se agotó en tan sólo dos semanas, informó la empresa que los distribuye, Vitality Air. "Estamos recibiendo una gran cantidad de pedidos para nuestro próximo envío. Nos estamos acercando a las 4.000", dijo Harrison Wang, director de operaciones de la marca en China. Según el catálogo de la empresa, las botellas de aire de Banff tienen un precio, adquiridas a través de su web, de entre 20 y 32 dólares canadienses (entre 13 y 20 euros).

Un primer lote de 500 latas de Vitality Air se agotó en noviembre en tan sólo dos semanas

El cofundador de Vitality Air, Moses Lam, revela que la idea de este peculiar negocio le vino a la mente el año pasado después de ofrecer aire atrapado en una bolsa de cierre hermético en eBay y lograr venderla por 99 centavos de dólar (unos 0,60 euros). "Queríamos hacer algo divertido y perturbador", admite. Poco más que una broma. Pero cuando una segunda bolsa alcanzó en la puja los 168 dólares (109 euros) "vimos que parecía haber un mercado para esto", afirma. Así que en marzo registraban ya la empresa, que emplea el eslogan "recuerda el día en que la gente se reía del agua embotellada".

Lam, quien reside en la ciudad de Edmonton, en la provincia de Alberta, al oeste del país, donde trabaja vendiendo hipotecas, dice que hace el viaje de cuatro horas a Banff, a unos 400 kilómetros al suroeste, en el parque nacional del mismo nombre, dos veces al mes y que pasa allí 10 horas embotellando el aire a presión. También envasan aire de Lake Louise, otra localidad dentro del espacio protegido.

"Lleva mucho tiempo porque cada unidad está embotellada a mano. Estamos tratando con aire fresco, y queremos que sea realmente fresco y no pasarlo a través de máquinas que están aceitadas y engrasadas", señala. Una botella de 7,7 litros de aire cuesta 20 euros al cambio.

La marca recomienda inhalar este aire –no se trata de oxígeno puro– para preparar exámenes, entrenar para el deporte o durante la recuperación de alguna dolencia, pero deja muy claro que el consumo del producto no sirve para "curar, tratar o prevenir" enfermedad alguna. Sin embargo, los consumidores chinos del producto lo adquieren pensando que les ayudará a mejorar su estado de salud amenazado por el contaminado medio ambiente de ciudades como Pekín o Xian, que especialmente en invierno se ven cubiertas de una densa capa de smog debido al uso masivo de carbón para la calefacción, carbón que, irónicamente, viene también en buena parte de Canadá.

 

Concienciar a la población

 

Pero de ello no pueden esperar "más allá de un efecto placebo", opina Shawn Aaron, director de la Red de Investigación Respiratoria canadiense. "Aunque, si los chinos quieren pagar por comprar aire canadiense, ¿por qué se lo vamos a impedir? No les hará ningún daño: no puedes sufrir una sobredosis de aire", añade. Chris Carlsten, director de la Clínica de Enfermedades Pulmonares en el Hospital General de Vancouver, añade que "el único daño será en el bolsillo".

En la misma China ya había precedentes de la venta de aire puro envasado. En 2012, el multimillonario Chen Guangbiao, de 47 años, que logró su fortuna gracias a la industria del reciclaje y es un reconocido filántropo, anunció que abriría tiendas ambulantes en Pekín, Shanghái y Guanzhou para vender aire fresco en latas como una forma de concienciar a la gente sobre los efectos de la contaminación. "Salgo a caminar durante 20 minutos y me duele la garganta y me siento mareado", denunciaba.

Las nocivas partículas en suspensión causan unas 4.000 muertes por día en el país asiático

La venta se inició a finales de año. Más de ocho millones de latas de aire limpio con la marca Chen Guangbiao es una buena persona se vendieron en apenas 10 días por cinco yuanes (unos 50 céntimos de euro en aquel momento) y el filántropo donó parte de los beneficios a organizaciones benéficas y proyectos de desarrollo en las regiones más pobres del país. El aire, aseguró el empresario, se recogía en territorios chinos con poca contaminación, como Qinhai, Tibet o Yunnan.

La polución atmosférica está abriendo insospechados nichos de mercado en el país asiático. Según investigadores estadounidenses, la contaminación del aire provoca unas 4.000 muertes por día en China, y los ciudadanos están dispuestos a adquirir cualquier producto que les proteja del problema. Aunque las ventas de purificadores de aire marchan viento en popa, sin duda alguna son las mascarillas las reinas del consumo de medidas para salvaguardar los pulmones de las nocivas partículas en suspensión.

Al principio de su comercialización eran desechables, pero su uso se extendió hasta tal punto que las firmas empezaron a fabricarlas de tejidos más resistentes y duraderos. Aún más, los diseñadores ya ofrecen modelos estampados de diferentes tejidos, formas y colores, hasta con dibujos para los niños, y se han llegado a organizar pasarelas con desfiles de modelos.

Otro sector que se está beneficiando de la crisis ambiental es el de los preservativos: cuando las autoridades recomiendan a los ciudadanos no salir a la calle, sus ventas se incrementan. Así, la contaminación podría también agravar los problemas demográficos del país, que supera los 1.300 millones de habitantes.