El pasado 19 de diciembre atracaba en el Puerto de Santa Cruz de Tenerife el AIDANova, un enorme barco de cruceros de 337 metros de eslora capaz de transportar hasta 5.200 pasajeros (además de 1.650 tripulantes) en sus 2.500 camarotes. ¿Un crucero gigante más? Por sus dimensiones, sí, pero con una particularidad: el buque de bandera italiana, gestionado por la compañía Costa Crociere, es el primero del mundo de este sector impulsado únicamente por gas natural licuado.

El barco, de 183.900 toneladas de peso, que estos días realiza viajes de recreo de una semana entre los archipiélagos de Canarias y Madeira a un precio medio de unos 1.400 euros, fue construido y botado el pasado 31 de agosto en los astilleros Meyer Werft de Papenburg (Alemania), desde donde empezó a surcar el mar del Norte tras una fiesta a la que asistieron 25.000 personas y en la que pinchó el DJ David Guetta.

Aunque no es verde ni renovable, el GNL es el más limpio de los combustibles fósiles

En setiembre hizo sus pruebas en mar abierto y en noviembre fue entregado a la empresa que lo explota, AIDA Cruises, con sede en Rostock (Alemania), perteneciente al grupo Carnival, el mayor del mundo del sector, que tiene contratos con los astilleros alemanes para fabricar otras seis embarcaciones propulsadas con gas natural licuado (GNL) para sus diferentes marcas. Éste le ha costado 700 millones de euros.

En las instalaciones de los astilleros Meyer en Turku (Finlandia), se empezó a fabricar en setiembre de 2017 el Costa Smeralda, que se incorporará a una flota del grupo que dispone ya de 103 unidades. Está previsto que la nave empiece a operar a finales de este año.

Aunque no se trata de una energía verde ni renovable, el gas natural licuado es el más limpio de entre todos los combustibles fósiles. Según la compañía naviera, “será almacenado a bordo de los barcos en tanques especiales y se utilizará para generar el 100% de la energía requerida tanto para navegar como para los servicios a bordo, gracias a sus motores híbridos de doble combustible”.

Ciertamente, su uso supone una ventaja ambiental respecto a la quema del fueloil que todavía utiliza el 90% de la flota marítima mundial. El GNL, que se halla como su nombre indica en estado líquido, lo que dificulta su explosión accidental, no contiene azufre (el fueloil tiene 2.000 veces más que los carburantes para coches), reduce las emisiones de óxidos de nitrógeno en un 70%, las de CO2 en un 20-25%, y su combustión no genera las partículas en suspensión (un 99% menos) y compuestos sulfurosos (95% menos) habituales en las negras humaredas de los buques. También la contaminación acústica de los motores que lo emplean se reduce casi a la mitad.

26,7 millones de pasajeros en 2017

Además, ocupa un espacio 600 veces menor que el gas natural en su estado original gaseoso y en caso de vertido se disipa en el aire y no contamina el suelo ni el agua. Pero debe conservarse a temperaturas inferiores a los -160ºC, hecho que complica su almacenamiento y manipulación por razones de seguridad, de ahí la referencia de la empresa a los tanques especiales para transportarlo. 

Otro impacto ambiental negativo es que para lograr la licuación, el gas natural debe ser refrigerado en plantas que consumen cientos de millones de litros de agua diarios, que se devuelven al medio clorados y 10 grados más fríos, lo que daña la biodiversidad y contamina las aguas.

Sin embargo, aunque sus motores contaminen menos, los grandes barcos de crucero, un sector que ha crecido enormemente en esta década (26,7 millones de pasajeros en 2017, y un aumento del 68% entre 2004 y 2024), siguen teniendo un enorme impacto sobre el medio. Una de estas verdaderas ciudades flotantes con unos 3.000 pasajeros puede llegar a generar cada día 1.000 toneladas de residuos, según un estudio de la ONG Oceana.

Los 15 mayores buques de carga contaminan más que todos los coches del globo

Se trata de unos 300 litros de aguas grises, 40 de aguas negras, 10 de sentinas (aguas oleosas), 3,5 kilos de basuras y 30 gramos de residuos tóxicos por pasajero y jornada de viaje. Con datos del año 2000, Oceana calculó en cerca de 18 millones de toneladas los residuos generados en 12 meses por el conjunto de la flota de cruceros mundial, entonces mucho menor que ahora.

Otro problema grave es el causado por la gran cantidad de agua de lastre que necesitan estos gigantescos buques. Estas aguas, que los barcos toman del mar, almacenan en depósitos para procurarse estabilidad y que pueden expulsar en un lugar muy lejano del de origen, pueden trasladar especies invasoras, mareas rojas y patógenos a otros ecosistemas, y un crucero convencional puede verter unos 70.000 litros de aguas de lastre al día.

Las emisiones generadas por el tráfico marítimo son uno de los principales problemas a combatir para mitigar el cambio climático, dado que el 90% del transporte de mercancías de nuestro mundo globalizado se hace por barco, según cifras de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Transporte (UNCTAD). Los buques consumen el 10% del crudo mundial y generan el 3% de las emisiones globales.

Más de 55.000 mercantes surcan los mares del planeta, y se estima que solo los 16 más grandes contaminan a lo largo de un año tanto como todo el parque automovilístico mundial, integrado por unos 800 millones de vehículos, mientras que un simple ferri de pasajeros de tamaño medio consume tanto combustible al año como 25.500 coches. En 2002, el subministro de gas natural licuado para su uso como combustible naval representaba el 7% del total consumido por las flotas, mientras que en 2015 había ascendido hasta el 16%.