Dos activistas antinucleares surafricanas; una vietnamita que logró que su país empiece a reducir la quema de carbón como fuente de energía; una francesa que consiguió la prohibición de la pesca de arrastre en fondos profundos en su país; un filipino cuya lucha ha empezado a erradicar uso de pintura con plomo en el archipiélago; una estadounidense que se opuso con éxito a la contaminación del agua que bebía su ciudad y una colombiana que lideró una larga marcha a pie para que las autoridades detuvieran la extracción ilegal de oro en sus tierras ancestrales.

Son los ganadores de la edición de 2018 de los Premios Goldman, los más importantes del mundo destinados a defensores del entorno natural, considerados los Nobel del medio ambiente, que como cada año se entregaron en una ceremonia en la War Memorial Opera House de San Francisco (Estados Unidos) ante unas 3.000 personas.

Los premios fueron creados por los desaparecidos filántropos Richard y Rhoda Goldman

El galardón, instituido en 1989 por el ya fallecido matrimonio formado por Richard y Rhoda Goldman, que crearon una fundación que donó cerca de quinientos millones de euros a proyectos relacionados con las artes y la cultura, los asuntos judíos y el medio ambiente, “reconoce a las personas por los esfuerzos sostenidos y significativos para proteger y mejorar el entorno natural, a menudo con un gran riesgo personal” con el objetivo final de “inspirar a otras personas comunes a tomar medidas extraordinarias para proteger el mundo natural”.

Según la organización, los premiados, “se centran en la protección de ecosistemas y especies en peligro de extinción, la lucha contra los proyectos de desarrollo destructivos, la promoción de la sostenibilidad, la influencia en las políticas ambientales y la lucha por la justicia ambiental” y “son a menudo mujeres y hombres de aldeas aisladas o ciudades del interior que eligen tomar grandes riesgos personales para salvaguardar el medio ambiente”, como en el caso de la ganadora de 2015, la hondureña Berta Cáceres, asesinada poco después.

570 kilómetros a pie

Un ejemplo paradigmático de lo enunciado es el de Francia Márquez, una destacada activista pro derechos humanos colombiana, amenazada de muerte en numerosas ocasiones, que lideró a las 80 mujeres de la localidad de La Toma que marcharon a pie hasta la capital del país, Bogotá, a unos 570 kilómetros, para reclamar al Gobierno que adoptara medidas contra la minería ilegal del oro en sus tierras, que tiene severos impactos ambientales.

O, en un entorno algo menos difícil y hostil, el de Lee Anne Walters, quien denunció hace cuatro años que uno de cada seis grifos de su ciudad, Flint, en el estado norteamericano de Michigan, vertía agua con unos niveles elevados y peligrosos de plomo, debido a la elevada contaminación del río del mismo nombre, y cuya lucha incansable forzó a las autoridades a emprender acciones que han garantizado el acceso de los alrededor de 100.000 habitantes de Flint a un agua potable y segura.

Premiadas la lucha contra la minería ilegal, polución del agua, pesca de arrastre o pinturas con plomo

Nacida junto a una central de carbón cuyos efectos pudo comprobar y sufrir desde pequeña, Khanh Nguy Thi, impulsora de la red de organizaciones Vietnam Sustainable Energy Alliance, ha trabajado con organismos oficiales del país asiático para convencerles con argumentos técnicos y científicos de la necesidad de abandonar el uso de combustibles fósiles, y muy especialmente el carbón, como fuente de energía y avanzar hacia un modelo energético más sostenible.

Las surafricanas Makoma Lekalakala y Liz McDaid consiguieron impulsar una amplia red de activismo antinuclear que logró que, el 26 de abril del año pasado, el Tribunal Supremo de su país declarara inconstitucional un programa de desarrollo de la energía atómica suscrito por el Gobierno con Rusia con inversiones previstas de cerca de 70.000 millones de euros.

La labor de sensibilización y denuncia de Manny Calonzo logró persuadir a las autoridades de Filipinas de lo nocivo para la salud de la pintura con plomo y dio como resultado la prohibición de la fabricación, venta y uso de estos productos, y la puesta en marcha de un programa de certificación para los fabricantes. El año pasado, gracias al mismo, el 85% de las pinturas comercializadas en el país estaban certificadas como libres de plomo.

Finalmente, debemos en gran medida a Claire Nouvian la prohibición de la destructiva pesca de arrastre a grandes profundidades no solamente en su país, Francia, sino, a instancias del mismo, en el conjunto de la Unión Europea. Su tarea comenzó fundando la ONG Bloom y convenciendo a la cadena de supermercados Intermarché, poseedora de una flota propia, la mayor de Francia, que a su vez era la principal de alta mar del continente, de lo insostenible de sus actividades para el mantenimiento de los caladeros.

Son seis esperanzadores ejemplos de que la ciudadanía movilizada y consciente puede hacer mucho para cambiar las cosas y de que otro mundo es posible a los que el premio ayudará a continuar su labor en mucho mejores condiciones tanto por la importante ayuda financiera que supondrá como por la visibilización que les aportará y que, en el caso de las personas que sufren amenazas, contribuirá a su protección.