Ya sabíamos que la totalidad de los mares y océanos del planeta están contaminados por cantidades ingentes de plásticos de todos los tamaños. Pero el alcance de esta plaga ha alcanzado también el agua del grifo. Muestras del suministro doméstico de agua potable tomadas en más de una decena de países de los cinco continentes para un estudio científico revelaron la presencia de microfibras de plástico en un 83% de los casos.

El descubrimiento realizado por investigadores de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Minnesota (Estados Unidos) por encargo de la organización Orb Media presentado en el informe titulado Invisibles. El plástico dentro de nosotros revela la existencia de un nuevo peligro para la salud pública ante el que las autoridades deberán tomar medidas. Las reducidas dimensiones de algunas partículas, que podrían alcanzar la escala nanométrica (la milmillonésima parte de un metro), lo que les permitiría penetrar en el interior de las células, y el hecho de que puedan trasladar sustancias químicas tóxicas o microorganismos patógenos han puesto en estado de alerta a los expertos.

Los había en el Capitolio, la Torre Trump y la Agencia de Medio Ambiente 

Los índices de contaminación más elevados los presentaron las muestras tomadas en los Estados Unidos, donde hasta un 94% de las mismas presentaban fibras de plásticos, incluidas las que se recogieron en el agua corriente del edificio del Capitolio (que alberga el poder legislativo), la Torre Trump y, en una especie de ironía de la historia, hasta la mismísima oficina central de la Agencia de Protección Ambiental (EPA, en sus siglas en inglés), actualmente dirigida por abiertos negacionistas del cambio climático y partidarios de hacer retroceder los avances legislativos en favor del medio ambiente.

Tras Estados Unidos, los índices más elevados de presencia de plásticos en el agua se detectaron en Beirut (Líbano), con un 94% de presencia, y en Nueva Delhi (India), con un 82%. En Kampala (Uganda) había plásticos en un 81% de las muestras analizadas. Los niveles más bajos se registraron en las redes de distribución de agua europeas, la francesa, la británica o la alemana, aunque en algunos casos mostraron plásticos en un 72% de las tomas estudiadas. Pero mientras que el índice de contaminación por cada 500 mililitros era en el agua estadounidense de 4,8, en las europeas no superaba el 1,9.

Leche para bebés

Y no sólo se han identificado plásticos en el agua del grifo. "Incluso se encontraron en las principales marcas de agua embotellada de los Estados Unidos" y "están casi con toda seguridad en los alimentos, incluso en la leche para bebés, las pastas, sopas y arroz", se señala en la investigación. El plástico más presente en el agua de todo el mundo es el tereftalato de polietileno (PET), empleado en las botellas de agua y de todo tipo de bebidas refrescantes y zumos, así como para fabricar ropa de poliéster.

"Desde los pasillos del Capitolio de los Estados Unidos hasta las orillas del lago Victoria en Uganda, mujeres, niños, hombres y bebés están consumiendo plástico con cada vaso de agua que beben", afirma el estudio, en el que se alerta de que "los microplásticos absorben productos químicos tóxicos relacionados con el cáncer y otras enfermedades y luego los liberan cuando son consumidos por peces y mamíferos".

Se originan en el lavado y fricción de los tejidos sintéticos y en el polvo de los neumáticos

Pero, ¿de dónde proceden estas partículas? ¿Y cómo es que los sistemas de tratamiento y depuración no logran retirarlas del líquido? Las fibras detectadas "podrían originarse durante la abrasión cotidiana de la ropa, la tapicería y las alfombras. Pueden alcanzar el grifo de su hogar al contaminar las fuentes locales de agua o los sistemas de tratamiento y distribución. Pero nadie lo sabe, y aún no existen procedimientos específicos para filtrarlas o contenerlas", plantea el informe.

El estudio baraja como probables fuentes directas de esta contaminación las microfibras sintéticas de la ropa que se desprenden con el lavado o con la fricción durante los movimientos cotidianos al vestirlas, el polvo de los neumáticos que la lluvia arrastra a las alcantarillas, las pinturas de viviendas y embarcaciones, la descomposición de pequeños residuos como bolsas, cubiertos de plástico o pajitas para beber y las microesferas que contienen algunos productos de limpieza como los dentífricos, prohibidas ya en numerosos países.

"Hay ciertos elementos comunes que nos conectan entre sí: el aire, el agua, el suelo… y lo que hemos encontrado en todo el mundo, una y otra vez, es que si se contamina cualquiera de ellos, se contaminan todos", señala Sherri A. Mason, profesora de Química y responsable del Departamento de Geología y Ciencias Ambientales de la Universidad Estatal de Nueva York. Nada de lo que lanzamos a la naturaleza desaparece como hemos creído durante demasiado tiempo.