El pasado 2 de junio el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, confirmaba oficialmente que su país se retiraba de los acuerdos de París sobre la lucha contra el cambio climático. Dos días antes ya lo había anunciado por Twitter, en una práctica de comunicación –el uso de las redes sociales en lugar de los canales oficiales establecidos–, algo que no gusta en la administración presidencial, y que incluso es cuestionada por miembros de su propio gabinete.

En diversas ocasiones, y especialmente durante la campaña electoral, Trump había calificado el calentamiento global como una farsa y un "cuento chino" –literalmente, inventado en su particular interpretación por China para hacer menos competitiva la economía norteamericana–. Sin embargo, en la comparecencia del 2 de junio Donald Trump se mostró más comedido y no hizo gala del abierto negacionismo del cambio climático que caracteriza su retórica. Espetó que los compromisos recogidos en los Acuerdos de París eran “un mal acuerdo” que perjudicaban el desarrollo de la economía y la creación de empleo estadounidense, a la vez que advertía que no estaba dispuesto a aceptar una "redistribución de la riqueza" norteamericana entre otros países.

Ejecutivos de las multinacionales piden al presidente volver al compromiso

Desde entonces, la retirada estadounidense ha generado un extendido malestar en toda la comunidad internacional y la última en manifestarlo fue la primera ministra británica, Theresa May, la semana pasada, durante la jornada inaugural de la Cumbre del G20 en Hamburgo (Alemania): "Espero que [los norteamericanos] sean capaces de regresar al Acuerdo de París. Yo lo veo posible. No vamos a renegociarlo por ellos, pero me gustaría ver que Estados Unidos intenta buscar medidas para reincorporarse". El primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, se sumó a la lista de declaraciones que lamentaban la decisión de Washington.

En las calles de Hamburgo, numerosas organizaciones ambientalistas y de la sociedad civil también se expresaron en forma de una “ola de protesta colorida, pacífica y creativa” para reivindicar la protección del medio ambiente, la justicia social y la democracia criticando la decisión de Trump de retirar a su país de París.

Pero lo más sorprendente es que los argumentos de orden económico del presidente no son compartidos ni tan siquiera por algunas de las principales empresas del sector energético de Estados Unidos. ¿Por qué las grandes petroleras como ExxonMobil, Chevron o Shell Oil Company no apoyan la salida del tratado contra el cambio climático?

Las reglas del juego

De hecho, muchas otras empresas locomotoras de diferentes sectores de la economía estadounidense, entre las que se encuentran Goldman Sachs, Unilever, Coca Cola Company, Procter & Gamble, Salesforce y The Dow Chemical Company, le expresaban al presidente, en una carta abierta fechada el 10 de mayo, su apoyo al compromiso climático internacional y le pedían permanecer en el mismo ya que consideraban que era “lo mejor para los intereses y el comercio de Estados Unidos, la creación de empleo y la prosperidad americana”.

Por paradójico que pueda parecer, son varias las grandes empresas relacionadas con el sector del petróleo, el carbón y energético que no quieren que Estados Unidos abandone los acuerdos. ExxonMobil, Chevron, Shell Oil Company, ConocoPhillips e incluso General Electric han mostrado de una manera o de otra su apoyo a los acuerdos climáticos formalizados en la capital francesa en 2015.

Un estudio afirma que las energías 'verdes' serán las más baratas en 2030

Jeffrey Robert Immelt, director ejecutivo de General Electric (GE) hasta principios del mes pasado, opina que "el cambio climático es real. La industria debe ahora dirigir [las iniciativas para hacerle frente] y no depender del Gobierno". General Electric es una compañía que opera en los sectores de la energía nuclear, solar y de combustibles fósiles, entre otras.

Darren Woods, ejecutivo de la mayor petrolera del mundo, ExxonMobil, escribió una carta a Trump a principios de mayo en la que le expresaba que "EE UU está bien posicionado para competir con el acuerdo y contar con un sitio en la negociación para establecer las reglas de juego".

Un día antes del anuncio de Trump, ExxonMobile y ConocoPhillips reiteraban su apoyo a los acuerdos climáticos. Argumentan que Estados Unidos debe tener un asiento en los Acuerdos de París para poder influir en los esfuerzos globales para reducir las emisiones y en los plazos para la paulatina disminución de uso de los combustibles fósiles.

Colapso de los precios del petróleo

El conjunto de los combustibles fósiles –el carbón, el petróleo y el gas natural, que representan el 86% del consumo energético en todo el mundo– eran hasta hace pocos años la forma de energía más barata. A su lado, las energías renovables tenían unos precios astronómicos.

Como consecuencia de la firma de los pactos de París en diciembre de 2015, con la inclusión en el acuerdo final de China y Estados Unidos, reticentes hasta entonces a sumarse a un compromiso mundial para salvar el clima, y el colapso de los precios del crudo desde 2014, muchas empresas empezaron a trazar estrategias de futuro. Algunas incluso comenzaron a esbozar planes en los que no dejarían huella de carbono.

Por ello, algunas corporaciones han invertido cuantiosos recursos en el desarrollo de energías renovables, como la eólica, la solar y la hidroeléctrica. De esta manera se ha producido una caída muy significativa en los costes de producción de estas energías limpias, a lo que se suma que en los últimos años muchos son los países que ofrecen grandes subsidios a las energías alternativas.

El año pasado se invirtió el doble en renovables que en fuentes convencionales

En vísperas del comienzo de la Cumbre del G20 de Hamburgo, la organización ecologista Greenpeace publicó un estudio, encargado a la finlandesa Lappeenranta University of Technology, bajo el título Comparativa de los costes de producción eléctrica renovable, nuclear y fósil en los países del G20. En las conclusiones del trabajo se asegura que las fuentes renovables serán la forma "más barata de generación eléctrica" en todos los países del G20 para el año 2030. Actualmente, los parques eólicos generan la electricidad más barata en gran parte de Europa, América del Sur, Estados Unidos, China y Australia.

Según Naciones Unidas, en 2016 se invirtió en energías renovables el doble que en fuentes convencionales de energía y alrededor del 55% de la capacidad eléctrica creada el año pasado procede de las energías renovables. Este es el futuro y al mismo parecen querer engancharse las multinacionales del sector, incluso las petroleras. Pero no Donald Trump.