El Grand Tour de Suiza es sin duda alguna uno de los mejores viajes que se pueden hacer en coche en el mundo. Se trata de un recorrido circular por carretera de 1.600 kilómetros de longitud que cruza cinco espectaculares puertos de montaña situados a 2.000 metros, atraviesa cuatro zonas lingüísticas (francesa, alemana, italiana y retorrománica) y durante el cual se bordean 22 grandes lagos y se descubren 44 atractivos turísticos de todo tipo, incluidos 11 lugares declarados Patrimonio de la Humanidad y dos Reserva de la Biosfera por la Unesco. Todo ello sin contar con los innumerables paisajes y pueblecitos encantadores por los que pasa el itinerario (es difícil encontrarse con entornos feos en el país alpino).

Y a partir de este año se puede completar este periplo inolvidable sin emitir un solo gramo de CO2 a la atmósfera. El Grand Tour –que toma su nombre de los viajes que los jóvenes aristócratas británicos hacían por Europa para formarse en los siglos XVIII-XIX, predecesores del turismo moderno– se adapta a la movilidad del futuro y se suma a la lucha contra el cambio climático: desde el mes pasado, una red de 300 estaciones de recarga permite cubrir esta célebre ruta turística empleando vehículos eléctricos, lo que la convierte en la primera del planeta totalmente accesible para ellos. Es el e-Grand Tour, con el que el país helvético, de acreditada vocación de respeto por el medio ambiente, redobla su apuesta por el turismo sostenible. 

La ruta, de 1.600 kilómetros, pasa por 11 lugares Patrimonio de la Humanidad

La Gran Ruta está diseñada para recorrer los principales atractivos naturales, artísticos, arquitectónicos e históricos de Suiza en 10-12 días (calculados sobre la base de unas relajadas cinco horas diarias al volante), una travesía al ritmo que se quieran imponer los propios viajeros, libres de toda sujeción a horarios y programas.

Discurre en su mayor parte por carreteras secundarias que atraviesan los parajes más espectaculares de la confederación. El trazado solamente sigue algunos tramos de autopista o vías de elevada concentración de tráfico en aquellos lugares donde resulta imposible evitarlo. Por ello, está pensada para hacerla en coche o moto. Vehículos más grandes, como autocares, camiones o grandes caravanas, pueden sufrir restricciones de paso por algunos puntos.

El viaje, cuyo recorrido principal tiene exactamente 1.643 kilómetros, se puede iniciar en los puntos fronterizos de Ginebra (con Francia), con una primera etapa hasta Saint-George de 53 kilómetros; Basilea (con Francia y Alemania), empezando con un tramo hasta Neuchâtel de 165 kilómetros; y Chiasso (con Italia), con un trayecto inicial hasta Bellinzona de 109 kilómetros. También puede comenzar en los aeropuertos internacionales de Ginebra, Zurich y Basilea, que reciben diariamente vuelos directos desde España (hasta 120 semanales a lo largo de todo el año, cifra que se supera ampliamente en verano).

Mejor en verano

Debido a las duras y cambiantes condiciones meteorológicas de la alta montaña alpina, se recomienda realizar la ruta de abril a octubre, puesto que la altitud oscila entre los 2.429 metros de altitud del puerto de Furka y los 193 del lago Maggiore, de clima semitropical y bordeado de palmeras. Y, se inicie donde se inicie, seguirla en el sentido de las agujas del reloj, dado que algunas pequeñas poblaciones son atravesadas por vías de sentido único. De hecho, la señalización oficial del recorrido instalada el año pasado sólo contempla esta posibilidad.

Entre los puntos más destacados del trazado se hallan el Parque Nacional Suizo, las cataratas del Rin, el paso de San Gotardo, la zona vinícola de Lavaux a orillas del lago Lemán, el puente cubierto de Lucerna, el impresionante pico piramidal del Matterhorn (conocido como monte Cervino en italiano), ciudades medievales como Berna, Friburgo o Murten, el espectacular conjunto montañoso de Jungfraujoch con el glaciar Aletsch, los paisajes idílicos de Gruyères, los castillos de Chillón o Bellinzona y las grandes capitales de Zúrich, Ginebra y Basilea, que ponen de manifiesto la enorme variedad que ofrece un país de apenas 41.000 kilómetros cuadrados –extensión similar a la de Extremadura–.

Hay puntos de carga rápida para las paradas cortas y el resto están en los alojamientos

A partir de esta primavera, es posible ver todos estos lugares viajando al volante (o el manillar) de un vehículo eléctrico puro o híbrido enchufable. Se han instalado puntos de recarga separados entre sí por un máximo de 100 kilómetros, lo que garantiza viajar con tranquilidad sin tener que preocuparse por la autonomía de las baterías. Están situados siempre a un máximo de cinco minutos de conducción de la carretera por la que discurre en ese momento el Grand Tour. El primero se instaló en agosto del año pasado en un hotel de St. Moritz. En marzo de este año, la empresa Alpiq e-Mobility, encargada de esta misión, había completado la red.

Entre estas electrolineras las hay de carga rápida (de corriente continua), con una potencia de al menos 22 kilovatios, emplazadas en puntos de interés turístico donde es previsible que los viajeros realicen una parada relativamente corta, como por ejemplo las Cataratas del Rin. El resto son de corriente alterna, de al menos 11 kilovatios, y se ubican preferentemente en hoteles y otros alojamientos, donde el usuario dispondrá de toda la noche para repostar tranquilamente su vehículo, además de en restaurantes y otros establecimientos prestadores de servicios turísticos. El mayor número de estaciones se concentra en las zonas de mayor densidad de población.

En todos los casos se trata de estaciones inteligentes, conectadas a un sistema informático que permite al viajero confirmar online si el próximo punto de recarga al que se dirige es o no gratuito (la mayoría de los instalados en hoteles lo son, aunque el establecimiento es plenamente libre de establecer el precio), saber si en ese momento el enchufe se encuentra libre u ocupado y si puede efectuar una reserva anticipada para conectarse al mismo. En ningún otro país del mundo será tan fácil viajar en un vehículo eléctrico. Se ha sentado un precedente que el resto del mundo tendrá que seguir.