A mediados del mes pasado, el niño de siete años Akash Orang resultaba gravemente herido tras ser tiroteado por guardas del Parque Nacional de Kaziranga encargados de la vigilancia de este santuario de 430 kilómetros cuadrados del estado de Assam, al noreste de la India, Patrimonio de la Humanidad, donde sobrevive la mayor población mundial de rinocerontes indios (también llamados de un solo cuerno, como en su nombre científico Rhinoceros unicornis) –2.400 ejemplares, dos tercios de todos los que quedan– y la mayor concentración de tigres de todos los espacios protegidos del planeta.

El pequeño Akash, miembro de la tribu Oraon, que habita en los alrededores del parque, fue alcanzado por los disparos en las piernas y tuvo que ser hospitalizado, y dos de los vigilantes fueron suspendidos mientras se aclaran los hechos. Según la organización no gubernamental de apoyo a los pueblos indígenas Survival International, los guardas de Kaziranga han recibido instrucciones de "disparar a matar" a los intrusos que se adentran sin permiso en el espacio natural, para cumplir su objetivo de proteger a los valiosos animales que alberga de la amenaza de los cazadores furtivos, que matan a los ejemplares para satisfacer la demanda de la supuesta medicina tradicional china, que ofrece cantidades de dinero muy elevadas por los cuernos, a los que atribuye falsas propiedades terapéuticas. Y denuncia que han llegado a ejecutar sumariamente a sospechosos sobre el terreno.

Según los indigenistas, la dirección ha instado a los guardas a "disparar a matar" 

Como consecuencia de esta inhumana estrategia, 62 personas han muerto tiroteadas en el parque en los últimos nueve años, y los miembros de las comunidades indígenas han sido objeto de "arrestos, palizas, torturas e incluso de la muerte en nombre de la conservación", asegura Survival. Según fuentes locales, la población ha sido animada a denunciar a posibles furtivos y, si alguno es detenido o muerto gracias a sus revelaciones, el informante recibe una recompensa de 1.000 dólares (unos 900 euros), aunque ya se han descubierto diversos casos de connivencia de los funcionarios del parque con los cazadores. En los alrededores del área protegida hay 74 aldeas en las que viven unas 65.000 personas.

El activista por los derechos indígenas Madegowda C. afirma que "el director del parque de Kaziranga está violando los derechos humanos y constitucionales de la comunidad tribal, y la conservación de los bosques no es posible sin las comunidades locales y tribales. La mayoría de los funcionarios forestales no comprenden la relación entre los bosques y los pueblos tribales, y necesitan entender sus culturas y su modo de vida en la selva".

Animales o personas

El conflicto ha vuelto a abrir el debate entre la preeminencia de la conservación de la naturaleza o la del derecho de los habitantes de un territorio a disponer de sus recursos, especialmente oportuno cuando se celebra mañana martes el Día Internacional de los Pueblos Indígenas (el pasado 29 de julio, por su parte, fue el Día Internacional del Tigre).

Y enfrenta de nuevo a dos grandes organizaciones internacionales, Survival y el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, en sus siglas en inglés, la mayor entidad conservacionista a nivel global) como ya lo hizo anteriormente por la expulsión de los pigmeos bakas de algunas áreas protegidas del sureste del Camerún

De la misma forma que en el país africano, Survival vuelve a señalar al WWF, que asegura, organiza "visitas comerciales" al parque y ha suministrado entrenamiento y equipamiento a los vigilantes del mismo. "Ninguna intromisión no autorizada en el parque debe ser permitida (y hay que matar a las no deseadas)" es uno de los lemas de la dirección del recinto, según los indigenistas, que citan un informe de agosto de 2014 firmado por el director de Kaziranga, M.K. Yadava, en el que este identificaba los principales problemas de este espacio natural y proponía las "posibles soluciones para la protección a largo plazo de los rinocerontes de un cuerno" en el mismo.

Una reserva a la que se permitió regresar a los nativos ha duplicado el número de felinos

Según los indigenistas, la convivencia entre animales salvajes e indígenas es posible. Para ello ponen como ejemplo el de la etnia soliga del sur de India, que ha visto reconocido su derecho a volver a ocupar sus tierras ancestrales pese a que las mismas son también una importante reserva de tigres, la BRT Tiger Reserve del estado de Karnataka, en el primer precedente en el país asiático de la autorización de un grupo indígena a regresar a un parque natural. La ONG asegura que el número de felinos de la reserva se ha incrementado hasta alcanzar casi el doble entre 2010 y 2014, pasando de 35 a 68 ejemplares, coincidiendo con el regreso de los soliga a aquellos bosques.

Sin embargo, hay que tener en cuenta que los soliga veneran al tigre como una divinidad, lo que no es habitual que suceda entre otras poblaciones nativas y otros animales amenazados. Se trata de un debate de difícil solución. Hay especies en grave peligro de extinción que desaparecerán para siempre si no se toman drásticas medidas proteccionistas. Y a la vez existen unas poblaciones que han convivido durante milenios de forma armónica con la naturaleza, pero que desde que la densidad demográfica desbocada y el modelo industrial y consumista del último siglo y medio han desarticulado sus modos tradicionales de vida, condenándolas a la miseria en la marginalidad del sistema, ejercen una presión insostenible sobre el medio ambiente. Tienen derecho a vivir. También los rinocerontes y los tigres. Pero parece difícil poder congeniar ambos derechos si no se cambia el modelo económico y social que está acabando con el planeta mientras sólo garantiza prosperidad, demasiada prosperidad, a unos pocos.