Los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016, los trigésimoprimeros de la era moderna, levantan el telón mañana jueves sin que, casi una década después de prometerlo, las autoridades brasileñas hayan sido capaces de sanear la bahía de Guanabara, que será el escenario de las competiciones de deportes náuticos y también de la natación en aguas abiertas y de la parte acuática del triatlón más sucia e insalubre de la historia del olimpismo.

La ensenada es un escenario natural de gran belleza de algo más de 400 kilómetros cuadrados cuya bocana está rodeada por la ciudad carioca, de 6,5 millones de habitantes y más de 13 millones en su área metropolitana, cuyas aguas residuales, junto con las de miles y miles de empresas de todo tipo, se vierten a la bahía en su inmensa mayor parte sin depurar. La bahía, en cuyo interior se halla además el puerto de la capital, está considerada la más contaminada de Brasil.

Los niveles de polución son 1,7 millones de veces los que se tolerarían en California

Además, las orillas de Guanabara ofrecen una imagen lamentable: son un inmenso basurero en el que se amontonan toda clase de residuos, que flotan por doquier en sus aguas a menudo amarronadas o amarillentas, y por supuesto se acumulan en los fondos. Bolsas y botellas de plástico son omnipresentes en la superficie, pero tampoco faltan muebles, electrodomésticos y hasta animales muertos.

El gobierno brasileño se comprometió hace siete años a limpiar la bahía, y a depurar hasta el 80% de las aguas que se vierten en ella, instalando plantas de tratamiento en los ríos Iguaçu, Pavuna-Meriti, Sarapuí, Imboassu y el Canal do Cunha, los principales de entre los más de 50 que desembocan en Guanabara, e invirtiendo para ello unos 600 millones de euros. Pero no solamente no lo ha hecho, sino que, según algunos expertos, la zona está ahora todavía más contaminada que entonces.

Durante la primavera de 2015, las autoridades del Estado de Río de Janeiro anunciaron la cancelación de dos programas para mejorar la salubridad de las aguas, uno para la colocación de unas barreras de contención de basura y otro para el uso de barcos para la recogida de residuos flotantes, debido a problemas financieros. El segundo tenía un coste previsto de tan sólo unos 90.000 euros mensuales y debía recoger unas 45 toneladas de materiales en el mismo periodo.

 

Peces y tortugas muertos

 

Recientes análisis del agua realizados por el gobierno federal y por científicos independientes detectaron rotavirus que pueden provocar dolencias estomacales, respiratorias, diarrea aguda y vómitos, así como superbacterias resistentes a los medicamentos. Investigadores de la Universidad Federal de Río constataron a pocas semanas de la ceremonia inaugural en el estadio olímpico los elevados porcentajes de contaminación en playas tan míticas como la de Ipanema o la de Copacabana. Y el problema se extiende por toda bahía: la concentración de virus hallados a un kilómetro de la costa es casi la misma que al lado de los desagües de las aguas residuales.

"Nuestro mayor problema de medio ambiente es el saneamiento básico", admite Andrea Correa, la responsable de Medio Ambiente estatal de Río de Janeiro, quien asume que "los Juegos Olímpicos han dado a conocer este problema". Un estudio encargado por la agencia de noticias estadounidense Associated Press concluyó que la contaminación de las aguas de Guanabara era 1,7 millones de veces más alta de lo que se considera peligroso para los bañistas en una playa del sur de California.

"Los atletas nadarán en excrementos humanos", advierte un médico de la zona

"Hace 10 o 15 días nos encontramos muchos peces y tortugas muertos. También muchos plásticos y troncos con los que tememos chocar. El agua está muy sucia", señala Jorge Martínez Doreste, entrenador del equipo español de vela, que lleva ya varias semanas preparando la competición en la bahía. "En mayo sufrí un pequeño corte en el pie que se mojó y al no tenerlo tapado y no tomar antibióticos se acabó infectando", señala el regatista Joan Herp, representante español en la categoría de 470. "Esta agua es la más sucia en la que hemos navegado", remacha Sime Fontela, del equipo croata de la misma especialidad, de la que es el campeón del mundo.

"Los atletas nadarán, literalmente, en excrementos humanos y se arriesgarán a sufrir alguna enfermedad provocada por todos esos microorganismos", advierte Daniel Becker, pediatra que trabaja en las favelas ─barrios pobres de infraviviendas─ que rodean la ciudad. "Mantenga la boca cerrada", es el consejo que daba en su titular un reportaje de The New York Times sobre el estado ambiental de la bahía, basado en los diagnósticos de diversos expertos.

Según Stelberto Soares, un ingeniero municipal que ha trabajado durante tres décadas en el saneamiento urbano, hace años se llevó a cabo un proyecto financiado por donantes internacionales con el que se construyeron 35 instalaciones de tratamiento de aguas residuales abastecidas por más de 600 kilómetros de conducciones y 85 bombas. La última vez que se revisó su estado, lamenta, "sólo tres de las bombas y dos de esas plantas de tratamiento todavía estaban trabajando". El resto había sido abandonado tras haber sufrido todo tipo de actos de vandalismo.

El problema ha sido dado a conocer internacionalmente gracias a las olimpiadas, pero por supuesto va mucho más allá de la seguridad coyuntural de los deportistas. El 21 de agosto terminarán los juegos y los atletas, aunque sea con alguna gastroenteritis o infección de otro tipo, volverán a sus países. Pero los habitantes de Río, los niños que se bañan en las aguas de la bahía y los pescadores cuyas redes recogen en ellas mucha más basura que peces tendrán que seguir conviviendo a diario con la bahía más contaminada de Brasil. Y los medios internacionales de comunicación se habrán olvidado de ella. Una vergüenza de dimensiones olímpicas.