Tras haber agujereado millones de hectáreas en tierra firme, y también en las plataformas continentales marinas, ahora le toca el turno a las grandes profundidades oceánicas. Una empresa canadiense intenta conseguir la financiación y los medios técnicos necesarios para poner en marcha el primer proyecto de minería submarina a gran escala. El objetivo es extraer diversos metales, principalmente oro y cobre, a 1.600 metros de profundidad bajo las aguas del mar de Bismarck, en una zona de soberanía de Papúa Nueva Guinea, cuyo Gobierno le ha concedido las licencias oportunas.

El proyecto Solwara 1 pretende explotar un enorme yacimiento de sulfuros polimetálicos a unos 30 kilómetros de las costas de la provincia de Nueva Irlanda, en la segunda isla más grande del mundo, que se reparten Papúa e Indonesia. Hace algo más de dos años, Nautilus Minerals Inc., con sede en Toronto (Canadá) anunció la firma del acuerdo con la administración del país, el primero de la historia de este tipo, tras dos años de discrepancias que lo mantuvieron paralizado debido a la exigencia de la empresa de que el Gobierno papú desembolsara 113 millones de dólares (unos 100 millones de euros) como participación en un 15% del capital. Con ese escollo superado, tampoco la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos (ISA, en sus siglas en inglés) ha puesto pero alguno a la iniciativa

El profundo lecho del Pacífico atrae a los grandes grupos mineros internacionales

Las previsiones de la compañía eran de que, si nada lo remedia, las labores extractivas se iniciaran durante el primer semestre de 2018, pero sus problemas para conseguir los medios precisos parecen apuntar a que dicho plazo no podrá cumplirse.

Mientras, las organizaciones de defensa del medio ambiente ponen el grito en el cielo ante este primer precedente de minería submarina masiva, por el enorme impacto que puede tener en los ecosistemas de la zona, en un momento en que la comunidad internacional parece aproximarse al convencimiento de la necesidad de proteger amplias superficies de los océanos del planeta, amenazados por la sobrepesca, los residuos industriales, los plásticos y el cambio climático que está cambiando incluso la composición misma del agua. Una campaña impulsada desde la plataforma Avaaz.org ha recogido ya más de un millón de firmas contra la primera mina submarina en todo el mundo.

La campaña Deep Sea Mining promovida por The Ocean Foundation, señala que "uno de los mayores problemas de la minería en aguas profundas es que se sabe muy poco acerca de sus posibles consecuencias sobre el medio ambiente. Los científicos no son capaces de extrapolar qué clase de poblaciones se verían afectadas por la minería extensiva debido a que las profundidades del mar están todavía en gran parte sin explorar, y la biodiversidad en las zonas potencialmente mineras es increíblemente amplia". La zona elegida para ejecutar Solwara 1 alberga ricas comunidades coralinas y es el hábitat de especies de cetáceos como el cachalote.

La mayor huella ecológica

Ante la creciente demanda de metales como el cobre, el manganeso o el cobalto desde sectores como los de la electrónica o de la automoción, entre otros, y el progresivo agotamiento de las reservas terrestres, el profundo lecho del Pacífico se ha convertido en el centro de atracción de los grandes grupos mineros internacionales. "Ya tenemos una especie de nueva fiebre del oro", admite el secretario general adjunto de la ISA, Michael Lodge. El organismo ha otorgado ya una treintena de permisos para explorar posibles yacimientos un área del tamaño de México bajo el Pacífico central.

En la zona elegida hay ricas comunidades coralinas y viven varias especies de cetáceos

Dado que Nautilus considera que, si solamente la mitad de los posibles depósitos de sulfuro detectados en la llamada zona de fractura Clarion-Clipperton, en el Pacífico central, a 2.000 kilómetros de Hawái y a 5.000 metros de profundidad, fueran viables para la minería, se podrían extraer miles de millones de toneladas de cobre al año ─cuando el total de minas terrestres produjeron 19.000 toneladas de este metal en 2012─ , el oceanógrafo Craig Smith de la Universidad de Hawái teme que el nuevo sector genere la mayor huella ecológica de cualquier actividad humana en el planeta.

El del mar de Bismarck no es el primer intento de obtener recursos minerales de los fondos marinos, pero sí el primero a gran profundidad y a gran escala. Además de las numerosas explotaciones petrolíferas y gasísticas en aguas costeras, poco profundas de numerosas regiones del planeta, y de la extracción masiva de arena del litoral para emplearla como material de construcción, ya funcionan explotaciones mineras como las de extracción de diamantes en zonas de entre 90 y 140 metros de profundidad en aguas de Namibia.

En las costas de la Baja California mexicana, la empresa estadounidense Odyssey Marine Explorations pretende dragar más de 91.000 hectáreas de fondo marino en el Golfo de Ulloa para extraer 350 millones de toneladas de fosfato ante la preocupación extrema de los sectores turístico y pesquero. Los mares son la última frontera, pero también la última esperanza para preservar el medio ambiente. Tocará elegir.