Llega el parque zoológico del futuro a Argentina. El gobierno de la capital del país ha revocado la concesión privada del zoo de Buenos Aires, ubicado en el barrio de Palermo, para su reconversión en un ecoparque interactivo. “Hoy en día, el Zoológico nos genera más tristeza que alegría. Los más de 1.500 animales que viven en él merecen recuperar su calidad de vida”, explican en las redes sociales las autoridades.

“Si bien valoramos las buenas intenciones de quienes trabajan todos los días en el zoológico, consideramos que una institución pensada en el siglo XIX, con una lógica basada en la exhibición de animales y emplazada en el centro de la ciudad, no puede estar a la altura de los desafíos educativos y de preservación que le exige el siglo XXI”, arguye el gobierno.

La gran mayoría de animales serán trasladados a reservas naturales y santuarios

El parque, en funcionamiento desde hace 142 años, se convertirá en un espacio dedicado a la educación ambiental, mediante experiencias recreativas basadas en la tecnología, en el que los niños “puedan aprender y divertirse sin que haya animales en cautiverio”. Para lograrlo, los expertos estudiarán la situación de cada uno de los habitantes del recinto: la gran mayoría de animales serán trasladados a reservas naturales, santuarios u otros modelos de instituciones que les aseguren mejores condiciones de vida y unos 50 se quedarán en el lugar porque moverlos pondría en riesgo sus vidas. Ellos serán la última generación de animales en cautiverio permanente que tendrá el zoo y, entre otros, destaca la famosa orangutana Sandra, considerada “persona no humana” y “sujeta de derechos” por un tribunal en 2015.

El nuevo jardín, que mantendrá la extensión de 18 hectáreas, también contará con un centro de rehabilitación y liberación de animales heridos o recuperados del tráfico ilegal y mantendrá los proyectos de conservación de fauna autóctona. En ambos casos, los animales sólo estarán de paso por el recinto. El diseño del futuro parque será sometido a un concurso internacional de urbanistas y paisajistas.

Todavía quedan muchos detalles por conocer, pero la decisión tomada por el gobierno porteño ha supuesto una pequeña victoria y una gran alegría para las organizaciones animalistas que llevan años luchando para conseguir el fin del cautiverio de los animales. En concreto, los animalistas llevaban años denunciando el mal estado de los habitantes del zoo de Buenos Aires y la sucesión de accidentes mortales. Sin ir más lejos, el pasado marzo, la asociación SinZoo documentó la muerte de un lobo marino de aproximadamente un año como consecuencia de la falta de agua en su piscina que no le permitió alcanzar la plataforma. En 2015, murieron otros dos lobos marinos tras dar 15 espectáculos seguidos.

Entretener a los visitantes

La reconversión del zoo de Buenos Aires marca un antes y después para el futuro de este tipo de recintos: su ejemplo puede servir de inspiración en otras partes del mundo. Asimismo, la medida da más alas a quienes se oponen al cautiverio de los animales frente a quienes defienden la labor científica y conservacionista de los zoos, cuyo papel y prácticas se cuestionan cada vez con más frecuencia en los medios de comunicación y entre la población. Casos como el de la jirafa Marius, sacrificada en el zoo de Copenhague en 2014 delante de los visitantes para evitar futuros problemas de consanguinidad, dan la vuelta al mundo provocando una fuerte indignación.

El concepto moderno de zoo surgió en la primera mitad del siglo XIX con la apertura del Jardín Zoológico situado en el Regent's Park, en Londres. Si bien ya existía por aquel entonces la Casa Imperial de Fieras en Viena, precursora del zoo de Schönbrunn. La idea gustó tanto a una clase media creciente que se extendió rápidamente por las grandes ciudades de todo el mundo. La función de aquellos primeros zoos no era otra que la del entretenimiento de los visitantes, quienes veían a los animales ─muchos de ellos traídos de las colonias─ como algo exótico y extravagante.

La clausura supone
un antes y después para el futuro de este tipo de recintos 

Actualmente, los zoológicos dicen aspirar a convertirse en modernos centros de conservación en los que la función recreativa da lugar a los programas de investigación y conservación. Pero es evidente que el entretenimiento sigue siendo hoy una de sus funciones, tal y como demuestran sus espectáculos con animales entrenados.

Las primeras voces discordantes ante los parques zoológicos empezaron a surgir durante el siglo XX: crecía la preocupación social por el bienestar de los animales. Hoy, los animalistas han superado el debate sobre el bienestar y abogan directamente por el fin del cautiverio. El proyecto andorrano eZoo plantea sustituir los recintos con animales encerrados por experiencias tecnológicas que permiten contemplarlos en su hábitat empleando la realidad virtual, la realidad aumentada y en 3D, la imagen envolvente, el reconocimiento del movimiento, los hologramas o los mundos y superficies interactivos.

Asimismo, la Asociación Animalista LIBERA! y la Fundación Franz Weber (FFW) también trabajan por conseguir zoos “más éticos” con el proyecto ZOOXXI. Pretenden, como en el caso del zoo de Buenos Aires, enviar a la mayoría de animales cautivos a santuarios y reservas, acabar con la reproducción de especies exóticas y transformar el antiguo zoo en un lugar que dé cobijo y asistencia a animales heridos, incautados y rescatados, y en el que se recupere la fauna autóctona, además de utilizar tecnologías virtuales para conocer a los animales tal y como son, en sus hábitats. De momento, se ha adherido al proyecto el Bioparque Convivencia Pachuca de México. Y trabajan para que lo haga el Zoo de Barcelona. Los viejos zoos están cada vez más solos.