La ciudad estadounidense de Grand Junction ha empezado a utilizar materia fecal humana como materia prima del combustible que emplea una parte de su parque de vehículos públicos. La planta de tratamiento de aguas residuales Persigo es la encargada del aprovechamiento de estos residuos para generar biometano. La cosa va por buen camino: diariamente se produce en la instalación carburante suficiente para sustituir al que proporcionarían unos 460 barriles de petróleo. Con él se mueven 40 vehículos de la flota municipal, entre ellos autobuses urbanos y camiones de recogida de basuras, pero el gobierno local cree que unos 200 más podrían ser reemplazados en el futuro con otros de gas.

Desde abril del año pasado ya se han procesado para generar gas más de 30 millones de litros de aguas residuales. El proyecto costará 2,5 millones de euros, que se invertirán durante los próximos diez años, según detalla Bret Guillory, ingeniero en el ayuntamiento de esta urbe de unos 60.000 habitantes situada al oeste del estado de Colorado.

La ciudad de Grand Junction ha procesado ya 30 millones de litros para fabricar biogás

Hasta ahora, el gas generado por las aguas residuales se quemaba en un 80%, y las autoridades municipales se dieron cuenta del desperdicio de recursos renovables que eso suponía. La empresa BioCNG diseñó un sistema para refinarlo y bombearlo hasta una antigua estación de servicio de gas natural por medio de una conducción de casi nueve kilómetros. 

“Quizá estemos reduciendo hasta un 80% las emisiones de gases de efecto invernadero de la flota”, señala el técnico municipal como la gran aportación ambiental de la iniciativa, que podría evitar que 1,4 millones de kilos de dióxido de carbono (CO2) acaben cada año en la atmósfera, además de permitir aprovechar un residuo y ahorrar dinero a las arcas de la ciudad.

El uso de biogás no es algo nuevo en Estados Unidos, ya que su empleo en calefacciones o para producir electricidad a través de generadores está bastante extendido en el país. La novedad en Grand Junction reside en la utilización del biometano: “Por lo que sabemos, somos la única planta de aguas residuales municipal en el país produciendo biometano para ser usado como combustible”, comenta Dan Tonello, director de servicios de la planta de Grand Junction. La forma más habitual de producir biogás es la fermentación de residuos alimentarios, agrícolas o ganaderos.

Digestión por las bacterias

El proceso utilizado en Persigo para conseguir gas de las aguas residuales se llama fermentación anaerobia y consiste en la digestión de los sustratos orgánicos a través de bacterias. La fermentación da como resultado el biogás, que se refina y se purifica de forma que se convierte en biometano, una forma mejorada del biogás.

El biometano es muy similar al gas natural y puede usarse con los mismos equipos y redes de conducción que éste, e igualmente puede quemarse en las calderas domésticas. Y no acaban aquí sus ventajas: también cabe su utilización como combustible en vehículos (por estar más refinado) o la posibilidad de ser inyectado a la red principal de gas natural.

Aunque la planta de Persigo es pionera en Estados Unidos en el aprovechamiento de las aguas residuales, en Europa hace años que éstas se procesan para generar biometano. En el Reino Unido se inauguró en marzo de 2015 una línea de autobuses que usa como combustible el biometano producido en una planta de Bristol y circula entre el aeropuerto de ésta y Bath. Ha tenido tan buena acogida (desde la empresa garantizan que no huele) que la ciudad quiere ampliar la flota de buses con 10 vehículos más en 2016 y otros 10 en 2019.  

Europa tiene 367 plantas dedicadas a obtener combustible de residuos orgánicos

En toda Europa, el biogás y el biometano han experimentado un gran crecimiento en 2015, como pone de manifiesto el último informe de la Asociación Europea de Biogás (EBA en sus siglas en inglés). En palabras del presidente de la misma, Jan Štambaský, “el desarrollo de la industria del biometano (...) muestra resultados espectaculares, con 367 plantas y un crecimiento del 23% con respecto a 2013”. Por otro lado, el número de plantas de biogás se ha incrementado un 18%, llegando a 17.240 a finales de 2014.

Aunque los del biogás y del biometano se consideran todavía mercados por explotar, las cifras de producción total de electricidad reflejadas en el informe de la EBA superaron los 60 teravatios-hora en 2015, es decir, energía suficiente para abastecer 14,6 millones de viviendas europeas. Alemania, Suecia y el Reino Unido lideran el uso de estos combustibles de origen biológico, que en el país escandinavo proporcionan energía para casi 50.000 vehículos.

En el caso de España, en 2015 el país contaba con 39 plantas, muy lejos de las 800 del Reino Unido o de las 10.000 alemanas. Pero el producto que generan estos miles de instalaciones no encuentra todavía una suficiente demanda. En el informe publicado en diciembre sobre la política de calefacción y refrigeración, la EBA reclamó a los estados miembros que maximizaran el uso del biogás de las plantas ya construidas y, sobre todo, que impulsaran la creación de un mercado único en el que poder comercializarlo. Si se consiguiera, sería un fuerte espaldarazo para las energías renovables y constituiría un paso muy importante hacia los compromisos sobre el cambio climático adquiridos en diciembre en la COP21.