Aunque las altas temperaturas de este invierno (al menos, en esta parte del mundo) lo hagan olvidar momentáneamente, sigue siendo necesario buscar alternativas más sostenibles a los sistemas de calefacción actuales, activos agentes del cambio climático. Y el estudiante romano Marco Zagaria cree haber encontrado una de ellas: afirma que puede caldear una habitación por 10 céntimos de euro al día sin consumir ni electricidad ni combustibles fósiles. Empleando solamente unas velas.

El Egloo, que es como ha bautizado su invento debido a la similitud de su forma con la de las viviendas de hielo árticas, consiste simplemente en una base donde se colocan las cuatro velas y dos cúpulas superpuestas de terracota que la cubren, y que se apoyan sobre una parrilla metálica. Las cúpulas permiten almacenar el calor que genera la combustión de sus mechas. La estructura metálica deja una abertura entre la base y las coberturas que permite circular el aire, imprescindible para que las velas puedan arder.

Está hecho de terracota porque almacena rápidamente el calor y lo libera gradualmente

La primera cúpula, más delgada, alcanza enseguida una elevada temperatura, que se transmite más lentamente a la cámara de aire que queda entre ella y la cúpula superior. Ésta se va calentando poco a poco y con ello incrementa la temperatura de la segunda cúpula, que tiene un pequeño orificio circular que permite el intercambio térmico con el exterior. 

El aparato pesa alrededor de un kilogramo y gracias a su compacto y reducido tamaño se puede acomodar en cualquier lugar. Según su creador, que estudia un grado en la Academia de Bellas Artes de la capital italiana, en apenas cinco minutos asume la temperatura necesaria para empezar a calentar la estancia: la primera cobertura llega a ponerse "a entre 170 y 200 grados centígrados, debido a que en ese momento no hay entrada de aire en ella", detalla Zagaria a EcoAvant.com.

Entonces, el traspaso térmico a la segunda cúpula lleva a la misma a ponerse a entre 30 y 50 grados, y el aparato comienza a transferir calor al exterior. Y en media hora puede subir la temperatura de una habitación de hasta 20 metros cuadrados entre dos y tres grados centígrados, de forma extremadamente barata y con un impacto ambiental prácticamente cero. 

Después de apagado

Lo mejor es que el dispositivo, el diseño definitivo del cual se hizo por medio de una impresora 3D, sigue emitiendo calor bastante tiempo después de que se agoten las velas, cuya duración prevista es de unas cinco horas. Y en ese tiempo sólo se habrá gastado lo que cuestan las mismas: unos 10 céntimos de euro. Según los cálculos del estudiante romano, "se puede calentar una habitación por menos de tres euros al mes, mientras cualquier aparato eléctrico gastaría como mínimo 10 veces más". 

Aunque estima que la terracota es el material idóneo para este diseño porque "almacena rápidamente el calor, pero lo libera al ambiente de forma lenta y gradual por radiación térmica", el emprendedor italiano ha diseñado posteriormente nuevos modelos de Egloo en otros materiales, como el metal.

Los Egloos salen a entre 50 y 80 euros la unidad, y Zagaria abrió para financiar su producción comercial una campaña de micromecenazgo en la plataforma Indiegogo que se cerró a finales de enero del año pasado recaudando 262.403 dólares estadounidenses (algo más de 242.000 euros), nada menos que un 488% por encima de lo que se solicitaba.

El coste de calentar una habitación de hasta 20 metros cuadrados no llega a 3 euros al mes

Si no se inspira en él, el invento del joven italiano aplica cuando menos el mismo concepto que la llamada estufa de los pobres propuesta por el periodista, cineasta y navegante británico Dylan Winter (curiosamente, su apellido significa invierno en inglés). Éste difundió a través de las redes sociales a finales de 2012 un video en el que mostraba cómo construir un calefactor similar con una lata metálica, dos macetas de barro cocido de diferentes tamaños y varias velas.

El vídeo,  que cosechó en pocos meses más de cinco millones de visitas en su canal de Youtube, despertó comentarios críticos de algunos especialistas en cuestiones energéticas que pusieron en duda la eficacia del invento.

Winter asegura que el improvisado artilugio le permite caldear tanto su oficina como la cabina de su barco. "Me parece improbable que una vela pueda producir suficiente calor como para calentar cualquier cosa que no sea un área muy pequeña", manifestó Aaron Brown, profesor de la Universidad Metropolitana del Estado de Denver e investigador de la agencia espacial norteamericana (NASA, en su sigla en inglés).

"No veo ninguna razón basada en los principios de la termodinámica y la transferencia de calor que permitiera que este calentador produjera nada más allá de un calentamiento muy leve", declaró Sanford Klein, profesor de ingeniería mecánica en la Universidad de Wisconsin en Madison y director del Laboratorio de Energía Solar. Los científicos esgrimen el principio universal de la conservación de la energía, que afirma que la misma ni se crea ni se destruye, sólo se transforma. Tampoco la escasa energía calorífica que generan unas velas. Pero los autores de estos inventos afirman que funcionan. Sólo hay una manera de comprobarlo.