Decenas de grandes infraestructuras, carreteras, líneas férreas, oleoductos y puertos, se erigen por doquier en el África subsahariana con el fin de aumentar las exportaciones agrícolas y de minerales y la integración económica del continente. Pero este supuesto desarrollo, que aporta escaso o ningún beneficio a la población local, tiene un precio muy caro: puede acarrear un desastre ambiental.

Es la principal conclusión de un estudio publicado en la revista Current Biology el pasado noviembre. Los expertos han evaluado los posibles impactos ambientales de los 33 nuevos corredores de comunicaciones planificados, de unos 53.000 kilómetros de longitud en total, que atravesarán el territorio africano, abriéndose camino hacia grandes extensiones de superficie hasta ahora escasamente pobladas.

Muchos corredores conectan posibles áreas de inversiones mineras masivas

“Los riesgos son enormes. Una vez que se establezca un corredor, se abrirá la caja de Pandora y ya no se podrá hacer mucho para controlar la caza, la alteración del hábitat y las actividades mineras legales e ilegales”, alerta el autor principal del estudio, William Laurance, profesor de la australiana Universidad James Cook.

Los investigadores evaluaron la distribución de las especies endémicas y en peligro de extinción, los ecosistemas únicos, la absorción del carbono en la vegetación y otros indicadores naturales. Asimismo, tuvieron en cuenta el tamaño de las poblaciones y el potencial agrícola de cada corredor. Y hallaron grandes diferencias entre la relación coste-beneficio de los mismos.

Los llamados corredores de desarrollo, cuya función es integrar las redes de infraestructuras dentro de un área geográfica para estimular el crecimiento económico, se justifican principalmente para impulsar la ganadería y la producción de alimentos. Sin embargo, los expertos han detectado que muchos están previstos en lugares donde el potencial agrícola parece limitado, mientras que sí son áreas de posibles inversiones mineras masivas, con lo que las grandes compañías se asegurarían el acceso a ricos yacimientos de hierro y carbón.

El territorio africano, de abundantes recursos naturales de los que se beneficiaron durante tantos años las potencias coloniales, sigue siendo hoy ampliamente expoliado por intereses foráneos. “África está cambiando ahora probablemente más rápido que cualquier otro continente en la historia humana y la razón principal de ello es que hay un tsunami de nuevos tipos de presiones de desarrollo”, dice Laurance.

Un nuevo mapa geopolítico

La región subsahariana está viviendo un crecimiento económico sin precedentes impulsado por el aumento de la demanda de materias primas desde los países emergentes. Aunque no es en absoluto homogéneo, el crecimiento económico del conjunto de África se estima en un 4,5% para 2015 y en un 5% el año que empieza, ya cerca de nuevo de los niveles previos a la crisis mundial de 2008-2009, según la ONU.

En la carrera por el control y la explotación de los recursos naturales, como petróleo, oro, tierra cultivable y madera, hay nuevos participantes. El paradigma geopolítico ha cambiado y los socios tradicionales de la zona, como Francia y el Reino Unido, han tenido que ceder espacio a potencias en alza como China e India.

Los peores desastres tendrán lugar cerca del ecuador, como en la cuenca del Congo 

El estudio de Laurance y su equipo concluye que seis de los corredores previstos deberían ser cancelados completamente. Y advierten de que los mayores desastres tendrían lugar en las zonas cercanas al ecuador, como la cuenca del Congo, África Occidental y las ricas sabanas tropicales. El resto de los proyectos tienen un impacto ambiental alto o un bajo potencial agrícola, por lo que deberían llevarse a cabo bajo medidas más estrictas y garantías para mitigar sus daños. Pero ninguno supera la prueba científica de sostenibilidad ambiental. Y es que amenazan a más de 2.000 parques y áreas protegidas.

Los investigadores están intentando ahora contactar con las principales partes interesadas (gobiernos africanos, prestamistas y donantes internacionales, inversores privados) para examinar detenidamente cada obra en marcha y dar continuidad a este estudio. Además, buscan crear asociaciones locales que puedan ayudarles con esta tarea.

El cambio de mentalidad no será fácil. “Los defensores de estos proyectos incluyen algunos intereses económicos muy poderosos y no es posible debatir la urgente necesidad de aumentar la seguridad alimentaria y el desarrollo económico en África, donde la población está creciendo muy rápidamente”, afirma el autor del estudio. En 2030, se espera que el continente sea el hogar de más de 1.600 millones de personas, lo que representará por entonces el 19% de la población mundial.

Para Laurance, “la única manera posible de conseguir parar estos corredores –lo que constituye un enorme desafío– sería multiplicar la producción de alimentos de África sin crear una crisis ambiental en el proceso". El camino no será fácil. Hay demasiados poderes económicos en juego. Y a África parece haberle tocado el papel de despensa gratuita del mundo.