Medina de Pomar es un tranquilo pueblo de la comarca de Las Merindades, al norte de la provincia de Burgos, cercano de las fronteras con Cantabria y el País Vasco. O lo era, porque el proyecto de una empresa canadiense para extraer gas esquisto del subsuelo por medio del polémico procedimiento de la fractura hidráulica, o fracking, ha puesto en pie de guerra a este extenso municipio donde viven unas 6.000 personas repartidas entre 18 pequeños núcleos de población.

La multinacional BNK Petroleum ya tiene los permisos para exploración de 12 pozos que, si las pruebas de rentabilidad dan resultado positivo, podrían convertirse en las primeras explotaciones durante la primera mitad de 2016. Y Medina de Pomar se encuentra en el epicentro de esta nueva zona de producción gasística.

La petrolera tiene ya los permisos para empezar a perforar los primeros 12 pozos

La fractura hidráulica es una tecnología que permite extraer hidrocarburos situados a gran profundidad y diseminados en pequeños depósitos en las fracturas rocosas mediante la inyección a gran presión de agua mezclada con arena y compuestos químicos, algunos de los cuales se mantienen en el más absoluto secreto.

A diferencia de lo que sucede en los pozos tradicionales de petróleo o gas, el fracking no se limita a realizar una perforación vertical, sino que la acompaña de otra horizontal, por lo que su uso de territorio es extensivo. Además, la inyección a presión del agua tratada puede contaminar los acuíferos locales, arruinando la agricultura y la ganadería e incluso amenazando el consumo humano. Por si esto fuera poco, los pozos queman parte de los gases que extraen, dejando un panorama de llamas permanentes en un paisaje desolado.

Medina de Pomar, que en el siglo XIX recibió el título de ciudad, vivió, como tantos municipios rurales de la España interior, el ocaso de su actividad agrícola y ganadera a mediados del siglo pasado. El pueblo y la comarca entera quedaron prácticamente despoblados cuando los cantos de sirena del desarrollismo se llevaron a toda una generación a trabajar a las fábricas de las grandes ciudades, sobre todo a Bilbao.

En las décadas de los 80 y 90, del pasado siglo, empezó una transición a una economía centrada en el turismo rural. Hotelitos, casas rurales, campings y restaurantes familiares florecieron como una alternativa que permitiera mantener viva la región. La calidad de las lechugas y patatas de la comarca impulsó el auge de una gastronomía local que, junto al paisaje y la historia, se convirtieron en los principales reclamos de su oferta turística.

Así, Las Merindades se reinventaron. El camino hasta aquí no fue sencillo. Fueron precisos esfuerzos compartidos de administraciones, entidades y muchos particulares para convertir en una comarca sin futuro en un paraje idílico con una renta per cápita que roza los 14.000 euros anuales.

Y los medineses dudan de que nadie quiera venir a disfrutar de unas vacaciones al aire libre, practicar deportes de montaña o simplemente pasear por unos parajes con las aguas contaminadas, pozos quemando gases día y noche y cientos de camiones cisterna cargados de gas transitando arriba y abajo.

Uno de cada seis habitantes

Sospechan, seguramente con razón, que si bien el fracking puede ser un buen negocio para la empresa promotora o para la independencia energética nacional, puede arruinar definitivamente el modelo socioeconómico de su territorio y dejar destruida la comarca cuando se agoten los yacimientos –la media de duración de los cuales acostumbra a ser de unos seis años–.

Aquí, las promesas de creación de empleo, riqueza y multiplicación de los presupuestos municipales por las tasas de explotación de los campos gasísticos no convencen a la mayoría. La población local considera que el turismo reparte sus réditos de forma más extensiva y beneficia a más gente.

En mayo, más de 4.000 personas atestaron las calles de Medina de Pomar para protestar contra el proyecto de fracking. Pueden no parecer muchos, pero hay que situar la cifra de manifestantes en su contexto: se sumaron a la movilización uno de cada seis habitantes de la comarca.

En una de las zonas más conservadoras de España, la oposición social ha pillado por sorpresa incluso a sus promotores. Conferencias, asambleas, tractoradas, excursiones y romerías han canalizado la preocupación de la gente por el futuro de su tierra. La negativa a los pozos es bien visible en los carteles y banderines, que enmarcan uno de ellos en medio de un símbolo de peligro, que cuelgan de balcones, escaparates o postes eléctricos. Más de 100.000 peronas han firmado una campaña en internet en defensa de estos pequeños pueblos burgaleses.

El PP ha perdido los gobiernos locales que controlaba desde los años 70

Prácticamente todos los municipios de la zona han aprobado mociones de rechazo a las exploraciones, y también lo han hecho las diputaciones de Palencia y Valladolid. En la Diputación de Burgos, la resistencia inicial del Partido Popular, que se negaba a pedir la paralización de las prospecciones, se rindió al clamor social y al final la institución se sumó al frente del rechazo. Aún queda por hacerlo la Junta de Castilla y León, el gobierno autonómico, que hasta la fecha se ha negado a prohibir esta técnica, como sí han hecho los de Cantabria, La Rioja o Aragón.

Tras gobernar de forma ininterrumpida desde la llegada de la democracia, el Partido Popular perdía en mayo las elecciones municipales en Medina de Pomar frente a una coalición entre el PSOE y una agrupación local que se vio favorecida por los votos del PP en favor de las explotaciones en el parlamento autonómico y el Senado. En el vecino pueblo de Villarcayo de Merindad de Castilla la Vieja, el PP también ha perdido una mayoría absoluta que venía revalidando desde 1979. Un pacto antifracking ha sustituido el antiguo alcalde popular por uno de Ciudadanos con el apoyo de la izquierda.

Aun así, en Medina de Pomar son conscientes de que son el contendiente más débil en una lucha de David contra Goliat. Aunque consiguiesen el apoyo de la Junta, e incluso el del Gobierno español, no está nada claro que sea posible impedir finalmente el fracking. Si el acuerdo de libre comercio entre los Estados Unidos y la Unión Europea (TTIP, por sus siglas en inglés) acabara aprobándose, es posible que ni tan siquiera las legislaciones nacionales puedan frenar los proyectos de las empresas.

Las Merindades fueron el epicentro de la revuelta castellana de los comuneros, que se enfrentaron al absolutismo de la dinastía de los Habsburgo en el siglo XVI. Y de si una cosa están seguros estos descendientes de los comuneros es de qué, como aquéllos, no piensan rendirse. O, sencillamente, de que no pueden. La alternativa es terrible.