El primer intento de liberar en Europa un animal modificado genéticamente ha fracasado. Las autoridades catalanas denegaron a la empresa británica Oxitec el permiso para llevar a cabo una prueba de la eficacia de la suelta de ejemplares manipulados de la mosca del olivo para controlar esta plaga tan dañina para los cultivos de aceitunas. La razón fue la falta de garantías suficientes de que los insectos no podrían escapar de la zona de pruebas y propagarse por el medio. 

El modelo OX3097D, una mosca del olivo con material genético de organismos marinos, de otros insectos, bacterias y virus, era el ser transgénico que la compañía biotecnológica pretendía someter a experimentación sobre el terreno en olivares de la provincia de Tarragona con la finalidad de combatir a esta especie de díptero. Debido a su manipulación genética, la descendencia de los ejemplares debe morir en la fase de larva en el interior del fruto

Un grupo de 18 organizaciones ecologistas europeas, entre ellas Greenpeace, habían dado la voz de alarma ante una iniciativa que trataba de gestionarse con la mayor de las discreciones. Oxitec pretendía soltar nada menos que 1.825.000 ejemplares (5.000 por semana) para reducir las poblaciones del insecto, de nombre científico Bactrocera oleae, que deposita sus huevos en las aceitunas (uno por fruto, y puede poner 800 durante su vida de entre 25 y 30 días) y cuyas larvas se alimentan de la pulpa del mismo causando serios daños cualitativos y cuantitativos a las cosechas.

La descendencia de estos insectos transgénicos muere en su fase de larva

De hecho, se la considera sin duda alguna la peor plaga entre las que afectan a este cultivo en los lugares por donde se ha extendido: el Mediterráneo, el sur y este de África, Canarias, el oeste de Asia, India y California. Las larvas hembra de los ejemplares transgénicos de Oxitec están programadas para morir dentro de la aceituna y limitar con ello la capacidad reproductiva de sus poblaciones.

Pero esta estrategia para combatirla ha puesto en pie de guerra a las organizaciones de cultivadores y a los grupos ecologistas. "La liberación de insectos modificados genéticamente en el medio es un experimento peligroso que convertirá a toda Europa en un laboratorio al aire libre. Los insectos no respetan las fronteras, y la esterilidad nunca es 100% efectiva. Podrían escaparse del área de experimentación y si, como con tantos otros ensayos, las cosas no funcionan según el plan, será imposible desmantelarlo. Cualquier tipo de control o retirada de estos insectos modificados sería imposible, más incluso que con los cultivos transgénicos vegetales", advierte la doctora Janet Cotter, de la Unidad Científica de Greenpeace Internacional. Precisamente este fue el principal argumento esgrimido por las autoridades para denegar el permiso.  

Oxitec se defendía argumentando que pretendía llevar a cabo la prueba científica en una jaula de campo, un sector de olivar de unos 1.000 metros cuadrados, aislado por una malla para evitar la dispersión de los ejemplares manipulados. Después, el olivar, una finca de un instituto de investigación agraria en Constantí (Tarragona), sería fumigado para asegurarse de que ninguna mosca transgénica pudiera alcanzar los campos vecinos (en toda su vida el animal apenas se mueve en un radio de unos 50 metros). 

Estudio de 75 generaciones

La compañía defiende que su propuesta para enfrentarse a las plagas agrícolas es "la más ecológica y sostenible de las actualmente disponibles". "Nuestro enfoque está dirigido a una sola especie, por lo que reduce drásticamente el impacto ambiental del control de la población, particularmente en comparación con insecticidas o pesticidas convencionales, que pueden dañar a muchos otros insectos", señala la empresa.

Los opositores a este método señalan que el hecho de que las larvas mueran en el interior de las aceitunas echará a perder igualmente las cosechas, porque los consumidores no querrán adquirir frutos que pueden albergar gusanos muertos en su interior.

La compañía biotecnológica fundada en 2002 por especialistas de la Universidad de Oxford (sus siglas corresponden a Oxford Insect Tecnologies) asegura haber estudiado el comportamiento reproductor de la especie a lo largo de 75 generaciones de la misma, y que en pruebas anteriores llevadas a cabo en jaulas de campo, la manipulación genética ha demostrado su eficacia para el control de sus poblaciones.

Respecto a las técnicas de irradiación para lograr machos estériles, destaca que éstos quedan demasiado debilitados por el proceso, mientras que los machos genéticamente manipulados "son ejemplares sanos, que pueden competir por las hembras silvestres con más eficacia que los machos irradiados". Los animales genéticamente modificados incorporan un gen que limita su capacidad reproductiva y otro gen marcador que produce una proteína fluorescente que permite identificarlos para el seguimiento de los resultados.

La empresa aseguraba que sólo haría una prueba en un olivar aislado con redes

La producción mundial de aceitunas es de unos 18 millones de toneladas anuales, y el 80% de la misma se concentra en los olivares de España (primer productor mundial, con 170.000 hectáreas), Italia y Grecia. En este último país se llegan a gastar 35 millones de euros al año para evitar que la mosca provoque pérdidas en las cosechas hasta 20 veces superiores. La plaga convierte en invendibles las aceitunas de mesa y afecta a la acidez del aceite. Los métodos más empleados contra ella son el uso de insecticidas, que no logra eliminar las larvas cuando ya están dentro del fruto, así como el uso de trampas, de feromonas y del parásito Psyttalia concolor

La compañía británica ya emplea desde 2012 una estrategia similar para combatir al mosquito transmisor de la grave enfermedad del dengue en Brasil, y comercializa ejemplares manipulados genéticamente de plagas agrícolas como la palomilla dorso de diamante (Plutella xylostella), el gusano rosado (Pectinophora gossypiella), la mosca de la fruta mediterránea (Ceratitis capitata) o la mosca de la fruta mexicana (Anastrepha ludens).

Otra grave amenaza para los olivos es el microorganismo de origen americano Xylella fastidiosa, que mata a la planta al desecar su sistema circulatorio. Ha infectado ya miles de hectáreas de olivar en el sur de Italia, y de momento no se ha conseguido ningún tratamiento efectivo contra él, lo que obliga a arrancar los árboles enfermos.