Los días tórridos y asfixiantes del pasado julio evidenciaron que el séptimo mes del año suele ser el más caluroso en todo el planeta. En el de 2015, además, se alcanzaron las temperaturas más altas desde que empezaron los registros en 1880, según ha informado la Agencia Nacional de Océanos y Atmósfera de Estados Unidos (NOAA, por sus siglas en inglés). La media mundial, tanto en la superficie terrestre como en la oceánica, llegó a los 16,61 grados centígrados, lo que supera en 0,81°C la media del siglo XX y en 0,08°C el anterior récord, de 1998.

La temperatura específica del mar fue 0,75°C superior a la media del pasado siglo, y el aumento fue impulsado por las cálidas corrientes de los océanos Pacífico e Índico. Cabe destacar que la serie histórica de temperaturas más altas en los océanos se ha registrado en los últimos 16 meses (desde abril de 2014).

Mientras, en la superficie terrestre, la media fue un 0,96°C más elevada que la del siglo anterior, situándose como la sexta más alta en el período 1880-2015. Detrás de estas cifras está el calor abrasador –mucho más de lo habitual– que padecieron grandes regiones del planeta, como la parte septentrional de América del Sur, Asia Central, el oeste de Estados Unidos y algunas zonas de Europa y África, que sufrió su segundo julio más caluroso de la historia, sólo superado por el de 2002.

En España, se anotó el julio más cálido con una media de 26,5 grados centígrados

Gran parte de la Europa occidental y central afrontó una intensa ola de calor que hizo subir el mercurio hasta temperaturas inéditas hasta ahora. Por ejemplo, el 2 de julio en Maastricht (Países Bajos) y el 7 de julio en Innsbruck (Austria), los termómetros marcaron 38,2°C, la cifra más alta en la historia registrada de dichas ciudades.

En España, se sobrepasaron los 40°C en gran parte de la península durante varios días, y se anotó el julio más cálido con una media de 26,5°C, lo que supera en 2,5°C al promedio del mes, según la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET). Asimismo, la temperatura media del primer semestre de 2015 ha sido la más alta desde que hay registros (15,5 grados), desde el año 1961, y sigue la tendencia de 2014.

Y no será la última ocasión: el escenario de calor estival bochornoso será cada vez más común, pues el cambio climático ha multiplicado por dos las posibilidades de que se produzcan olas de calor en Europa, según una recopilación de estudios científicos publicada por la página web Climate Central.

La Tierra no para de calentarse: nueve de los diez meses más calurosos se han sucedido desde 2005 y en los siete primeros de 2015 se registraron las temperaturas más elevadas desde que empezaron los registros en 1880, un 0,85°C por encima de la media del siglo XX. Los científicos de la NOAA auguran que, de seguir la tendencia actual, este año terminará siendo el más cálido de la historia, superando a 2014.

La mayor amenaza

Según los expertos, estas insoportables temperaturas se deben a una combinación de los efectos de dos factores. Por una parte, los del calentamiento global, inducido principalmente por la actividad humana, sobre todo por la constante e intensa emisión a la atmósfera de enormes cantidades de dióxido de carbono –se han incrementado más de un 50% desde 1990–. Por otra, los del fenómeno natural de El Niño, que inyecta calor en las aguas ecuatoriales del Océano Pacífico oriental cada varios años, entre dos y siete.

Los científicos estadounidenses predicen que El Niño llegará con fuerza a finales de otoño-principios de invierno y continuará hasta la primavera de 2016 en el hemisferio norte –lo esperaban para 2014, pero entonces no llegó a materializarse–. Según las previsiones, podría ser el más dañino de los últimos 65 años, superando al de 1997-1998. Asimismo, los investigadores coinciden en afirmar que este evento climático cíclico se producirá con mayor frecuencia a medida que aumenten las temperaturas.

El Niño alterará de nuevo los patrones de temperatura y precipitaciones 

De cumplirse estas predicciones, El Niño alterará de nuevo los patrones de temperatura y precipitaciones en todo el planeta –dejará más lluvias en el suroeste de Estados Unidos en invierno y condenará a la sequía extrema a países como Filipinas, Indonesia, Tailandia o el norte de Australia–, lo que afectará negativamente a las cosechas y aumentará a escala global el precio de los alimentos básicos, como el arroz.

Mientras El Niño demostrará de nuevo el poder de la naturaleza, la comunidad internacional se dará cita en diciembre en la Cumbre del Clima de París, una oportunidad única –quizás la última– para frenar el cambio climático y enfrentarse a un problema que amenaza a toda una civilización.

Estados Unidos, en su intento por liderar las negociaciones para conseguir un acuerdo vinculante que evite que el calentamiento global sobrepase los dos grados centígrados este siglo, ya ha anunciado un plan para reducir en 2030 las emisiones de carbono de las centrales eléctricas de todo el país en un 32% (respecto a los niveles de 2005), e impulsar la inversión en energías renovables. Porque el presidente estadounidense, Barack Obama, cuyo país es el segundo mayor emisor mundial de gases de efecto invernadero por detrás de China, ya admite sin tapujos que el cambio climático es “la mayor amenaza” para el futuro.

BREAKING: On Monday, President Obama will release the final version of America's Clean Power Plan—the biggest, most important step we've ever taken to combat climate change. If you agree that we can't condemn our kids and grandkids to a planet that's beyond fixing, share this video with your friends and family. It's time to #ActOnClimate.

Posted by The White House on Sábado, 1 de agosto de 2015