Cientos de simios de muchas especies, pero especialmente chimpancés, son víctimas del cautiverio para ser utilizados en espectáculos –circo, cine, televisión, publicidad, parques recreativos– o simplemente vivir encarcelados en viviendas como mascotas. Y, con frecuencia, estos animales de elevada inteligencia y sensibilidad sufren serios problemas psicológicos y físicos consecuencia de la privación de libertad, el aislamiento y, en ocasiones, directamente de los malos tratos.

Pero este deterioro puede ser reversible. Un estudio desarrollado durante ocho años y publicado recientemente en la revista International Journal of Primatology ha demostrado que, si pueden ser liberados y volver a vivir en libertad o semilibertad con otros congéneres, “los comportamientos típicos de especie, las conductas positivas y los índices de bienestar” se recuperan paulatinamente.

La cautividad y el aislamiento les dejan secuelas físicas y psicológicas

Las consecuencias de la cautividad prolongada y en solitario de los chimpancés son bien conocidas: las hay a nivel físico (fracturas óseas, déficit psicomotor, malnutrición, problemas de desarrollo y heridas) y psicológico (conductas anormales, hiperagresión, fobia social, miedo, apatía y agorafobia). Algunos expertos hablan de patologías tan humanas como el estrés post-traumático o la depresión.

Sin embargo, tras un periodo lo suficientemente largo en el entorno adecuado, estos animales pueden recuperarse. Investigadores de la Fundació Mona, el IPHES (Institut Català de Paleoecologia Humana i Evolució Social) y la Universitat de Girona han seguido durante casi una década el proceso de rehabilitación y socialización de 15 chimpancés que fueron utilizados en el mundo del espectáculo o usados como mascotas.

Los animales estudiados están acogidos en las instalaciones de la Fundació Mona, una entidad que dispone de un centro de rehabilitación para estos animales en Riudellots de la Selva (Girona) en el que actualmente viven una docena de chimpancés y cuatro macacos de Berbería (especie norteafricana a la que pertenecen los famosos monos de Gibraltar); y que es el único en España donde además se llevan a cabo investigaciones científicas.

“Estos animales se recuperan, pero tardan mucho en lograrlo. Lo mínimo que necesitan es de cinco a 10 años, pero la posibilidad existe”, destaca Miquel Llorente, investigador de la Fundació Mona y del IPHES y coordinador del trabajo científico.

El proyecto ha sido pionero por dos razones. En primer lugar, es la primera ocasión en la que de manera objetiva y científica podemos afirmar que chimpancés que fueron actores o mascotas y que son trasladados a santuarios acreditados pueden volver a desarrollar una vida lo más similar posible a la de sus congéneres salvajes. En segundo lugar, es realmente difícil encontrar en la literatura científica trabajos de seguimiento de ocho años. Ha sido un esfuerzo inmenso, pero las conclusiones son muy sólidas”, añade Llorente.

Conductas repetitivas

El trabajo ha constatado que los animales nacidos en cautividad evolucionan mejor que aquellos que fueron capturados tras haber iniciado su existencia en la naturaleza. Un ejemplo de los segundos es Víctor, que llegó hace ocho años a las instalaciones de la fundación catalana y una vez allí se pasó uno entero sin salir al exterior de su cubículo por el miedo que le ocasionaban los espacios abiertos.

Víctor nació en libertad en Malí hacia 1982, pero de pequeño fue capturado, castrado y vendido como mascota. Ya de adulto fue cedido por sus propietarios (que se dieron cuenta demasiado tarde que había sido una pésima idea llevárselo a casa) a un parque público francés. Tras sus años de semilibertad con el grupo de congéneres en Riudellots de la Selva ha evolucionado a mejor, pero todavía presenta una “fuerte estereotipia de balanceo frecuente”, un trastorno de repetición de movimientos típico de los animales privados de libertad en espacios muy reducidos.

“Los chimpancés nacidos en libertad, y que además han perdido a la madre, han sufrido una situación más traumática durante la infancia y por tanto son más susceptibles a situaciones de estrés”, explica Olga Feliu, coautora del estudio y directora de la Fundació Mona. 

Igualmente, los ejemplares que llegaron más jóvenes al centro han hecho progresos más y más rápidos, que aquellos que no pudieron ser rescatados hasta la edad adulta. Juanito, nacido en cautividad en 2003, en un zoo de Canarias, fue vendido a un particular de Madrid que lo quería como mascota, pero que se cansó pronto: el chimpancé llegó a la fundación ese mismo año. Aunque ha mejorado, en su ficha se señala que también “presenta conducta estereotipada de balanceo repetitivo” cuando se encuentra solo. 

Los ejemplares que nacieron en libertad tienen más problemas para rehabilitarse

En cambio, no se han apreciado diferencias sustanciales en el ritmo de la evolución positiva entre los chimpancés utilizados comercialmente que fueron forzados a llevar a cabo actividades antinaturales en espectáculos o filmaciones y aquellos cuya vida, igualmente antinatural, se desarrolló en solitario y en un domicilio humano al que fueron llevados como mal llamados animales de compañía. Mascotas y monos actores responden igual de bien a la terapia

Miquel Llorente quiere subrayar que “con nuestros resultados podemos concluir que la nueva vida de estos individuos en grupos sociales donde pueden desarrollar nuevas habilidades sociales, en unas instalaciones amplias, naturalizadas y complejas, con una correcta estimulación cognitiva y emocional, tiene un impacto positivo en la recuperación de las gravísimas consecuencias del aislamiento social y el maltrato en estas especies tan cercanas a nosotros”.

Sin embargo, el proceso no resulta nada barato. El coste de mantenimiento de uno de estos animales en un centro como el de la Fundació Mona roza los 6.000 euros al año. De hecho, el proceso de rehabilitación y socialización de los 15 chimpancés estudiados en la investigación durante los ocho años de la misma ascendió a 667.000 euros. Es una razón más por la cual está claro que “nada puede justificar el uso de estos primates para el mundo del espectáculo o como mascotas”, concluye Feliu.