Unos 795 millones de personas sufren desnutrición crónica en el mundo, según los últimos datos de la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Las cifras reflejan una disminución de 167 millones de afectados en relación al año 2005 y 216 millones menos que en 1990-92. Se trata de un descenso positivo, pero claramente insuficiente, que recuerda que todavía queda mucho camino por recorrer para acabar con las injusticias en el mundo. La Exposición Universal de Milán busca contribuir a este ambicioso objetivo.

La Expo 2015, que toma el relevo de la de 2010 en Shanghai (China), es un evento centrado en la alimentación y la nutrición que abrió sus puertas por un periodo de seis meses el pasado 1 de mayo. Bajo el lema Alimentar el planeta, energía para la vida, el acontecimiento reúne a cerca de 150 países y organismos internacionales en una superficie de algo más de un millón de metros cuadrados y tiene como meta atraer a más de 20 millones de visitantes.

El evento que debe reflexionar sobre las desigualdades ha costado 1.300 millones

Milán se ha convertido así en una plataforma de debate en la que se plasman ideas y se buscan soluciones para un futuro sostenible que garantice una dieta nutritiva y suficiente a todos los ciudadanos del planeta que, según las previsiones demográficas, alcanzarán los 9.100 millones en 2050.

El evento, que ha costado a los italianos 1.300 millones de euros, persigue abanderar la defensa de la alimentación saludable, a pesar de contar con patrocinadores como McDonald's y Coca-Cola, multinacionales que no se distinguen precisamente por su contribución a la alimentación sana, una paradoja puesta en evidencia por el programa de investigación Report, de la televisión pública RAI.

El recinto de la exposición tiene forma de pez y su distribución interior reproduce la estructura de las ciudades romanas con dos calles principales perpendiculares que se cruzan, el cardo y el decumano. Alberga 53 pabellones de los países más ricos, los que han podido costeárselos, en los que presentan su aportación a la gastronomía, mientras que los países en desarrollo están agrupados en pabellones temáticos según los alimentos que producen (arroz, café, cacao y chocolate, frutas y legumbres, especias, cereales y tubérculos) o por características comunes de su territorio (bio-mediterráneo; islas, mar y alimentación o la agricultura y la alimentación en las zonas áridas).

Además, hay itinerarios temáticos en los que se explican la historia de la alimentación y su futuro, la alimentación sostenible y los contrasentidos del mundo actual, en el que se produce más comida que nunca pero aún gran parte de la humanidad no tiene acceso a ella mientras otra parte desarrolla enfermedades por un consumo exagerado. O que cerca de un tercio de los alimentos producidos en todo el planeta para el consumo humano –unos 1.300 millones de toneladas anuales– se pierde o desperdicia: tan sólo una cuarta parte de ese derroche bastaría para alimentar a las personas que pasan hambre en el mundo.

Cocodrilo y escorpiones

Los visitantes también tienen la posibilidad de conocer y probar especialidades culinarias de todos los rincones del planeta y descubrir la cultura gastronómica de cada país participante gracias a una serie de autorizaciones especiales del gobierno italiano que permiten ofrecer en los pabellones productos tan inusuales como la carne de cocodrilo, los escorpiones o los peces globo. También se pueden presenciar concursos, como el que tuvo lugar el pasado fin de semana para conseguir la pizza más larga del mundo: con una de 1.595,45 metros y 5 toneladas, los italianos se hicieron con el récord.

Unos trescientos metros de esa pizza margarita se destinaron a los dos centenares de refugiados africanos rescatados en el Mediterráneo que desde hace días están atrapados en la estación central milanesa, pobres entre los pobres en una ciudad cuya economía representa el 20% del PIB italiano. Mientras en la Expo se debate cómo erradicar las desigualdades, que tienen su máximo exponente en la falta de sustento, a pocos kilómetros, estos inmigrantes provenientes de Eritrea, Somalia, Siria y Palestina malviven de la solidaridad ciudadana esperando subirse a un tren que les lleve hacia una mejor vida ante la desidia de los políticos europeos que organizan fastos como la Expo.

Pese al descenso global del número de víctimas del hambre, 24 países africanos se enfrentan en estos momentos a crisis alimentarias, el doble que en 1990. Detrás del problema se hallan los fenómenos meteorológicos extremos (avivados por el cambio climático), los desastres naturales, la inestabilidad política y los conflictos armados que han frenado el progreso, señala la FAO. En el programa Alimentando el conocimiento de la exposición se aborda cómo conseguir una seguridad alimentaria real a nivel mundial y se explican algunas prácticas que han resultado eficaces, como las desarrolladas en Mongolia para evitar la desertificación de sus zonas de pastos o la experiencia de la red regional de productores de café en Guatemala

A pocos kilómetros del recinto, cientos de refugiados viven de la solidaridad ciudadana

Con motivo de la inauguración de la Expo, un grupo internacional de expertos elaboró la Carta de Milán, un documento que plantea cuatro puntos clave a resolver para alimentar al mundo: qué modelos económicos y productivos pueden garantizar un desarrollo sostenible en el ámbito económico y social, qué tipo de agricultura conseguirá producir una cantidad suficiente de comida sana sin poner en peligro los recursos hídricos y la biodiversidad del planeta, cuáles son las mejores prácticas y tecnologías para reducir las desigualdades en las ciudades, en las que se concentra la mayor parte de la población humana, y cómo conseguir que la comida sea vista no sólo como una mera fuente de nutrición, sino también como una fuente de identidad socio-cultural.

La Expo de Milán llegó precedida de fuertes críticas y protestas y se ha visto salpicada por la corrupción y la infiltración de las mafias italianas, sobre todo de la calabresa, la 'Ndrangheta, que es desde la década de los 90 la más poderosa del país. Se trata de una organización criminal del sur de Italia que cuenta con ramificaciones por toda la península y está fuertemente arraigada en Lombardía, donde ha intentado obtener suculentos beneficios con las obras de construcción del recinto del evento. Desde el año pasado, se han ido destapando continuos casos de corrupción y se han producido detenciones de algunos de los responsables de la organización.

Todo un bochornoso espectáculo, que las autoridades italianas han tratado de tapar con la puesta en marcha del plan de acción Expo 2015 Libre de Mafia para “garantizar el respeto de la legalidad y la transparencia”. Inevitablemente, a más de uno le ha hecho recordar la llamada Tangentopolis, un inmenso entramado de casos de corrupción en el que se vieron implicados los responsables de todas las formaciones políticas que sacudió hace 20 años a la política del país transalpino acabando con la estructura de partidos que lo había gobernado desde el final de la II Guerra Mundial. Pese a la catarsis que supuso, está claro que no logró limpiar totalmente las cloacas del sistema político de la novena economía del mundo.