A pesar de los logros cosechados en las últimas décadas, todavía queda mucho camino por recorrer para conseguir el empoderamiento de las mujeres, una meta que se ha visto difuminada en los últimos tiempos a causa de la crisis económica y el estallido de nuevos conflictos armados.

Con el objetivo de conseguir la anhelada igualdad de género, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha presentado el informe El progreso de las mujeres en el mundo 2015-2016, un trabajo que recopila formulaciones de políticas económicas y de derechos humanos en un año clave, pues la comunidad internacional se reunirá en septiembre para inaugurar la agenda post-2015 con 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que sustituirán a los para ya entonces caducos (y nunca alcanzados) Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM).

El estudio, que llega 20 años después de la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing –un plan histórico firmado por 189 gobiernos para materializar los derechos de las mujeres–, sienta las bases para conseguir un mundo donde se respeten los derechos económicos y sociales de la mitad femenina de la población mundial, es decir, para que ellas también tengan derecho a un empleo decente, a la atención sanitaria y a una vida sin sufrir violencia ni discriminación.

“La globalización económica, la liberalización, la privatización en curso de los servicios públicos y el papel cada vez mayor de las empresas han desplazado las relaciones de poder minando los derechos humanos y la construcción de medios de vida sostenibles. El mundo es ahora a la vez más rico y más desigual que nunca desde la Segunda Guerra Mundial”, expone el informe.

"Sin servicios públicos, las carencias se ceban principalmente en las mujeres y las niñas”

En este contexto, el bajo crecimiento económico y el alto desempleo son la tónica predominante en todos los países del mundo. Y las políticas de austeridad implementadas desde el inicio de la crisis financiera mundial se ensañan especialmente con los sectores más vulnerables.

“Nuestros recursos públicos no se dirigen allí donde son más necesarios: por ejemplo, para garantizar agua segura y saneamiento, atención sanitaria de calidad y servicios de asistencia decentes para la infancia y las personas de mayor edad. Cuando no existen servicios públicos, las carencias se ceban principalmente en las mujeres y las niñas”, afirma la directora ejecutiva de ONU Mujeres, Phumzile Mlambo-Ngcuka, quien añade: “Necesitamos políticas que faciliten que tanto las mujeres como los hombres puedan cuidar de sus personas queridas sin tener que sacrificar su propia seguridad económica, prosperidad e independencia”.

A nivel mundial, sólo la mitad de las mujeres forman parte de la población activa, en comparación con las tres cuartas partes de los hombres. Son ellas las que, viviendo bajo una percepción estereotipada de los géneros, llevan a sus espaldas el trabajo del cuidado no remunerado y el trabajo doméstico, limitando así su carrera profesional y reforzando su desventaja socioeconómica. Se trata de un cliché reforzado por los medios de comunicación y las grandes empresas: sin ir más lejos, la semana pasada, con motivo de la celebración del día de la madre, la multinacional francesa Carrefour invitaba a regalarles planchas, máquinas de coser y aspiradoras.

El trabajo remunerado actual tampoco es una panacea, pues millones de mujeres tienen ocupaciones infravaloradas, mal remuneradas y de poca calidad. En las regiones en desarrollo, hasta el 95% del empleo de las féminas corresponde al sector informal, con trabajos no amparados por la legislación laboral y sin protección social.

“El trabajo remunerado puede ser una base para conseguir igualdad, pero sólo cuando es compatible con la responsabilidad compartida del trabajo no remunerado: cuando se da a las mujeres tiempo suficiente para el ocio y el aprendizaje, cuando proporciona ganancias que son suficientes para mantener un nivel adecuado de vida y cuando sean tratadas con respeto y dignidad”, asevera el informe.

Beneficios para toda la sociedad

Las oportunidades que tienen las mujeres están limitadas, además de por los estereotipos, por las prácticas discriminatorias que sufren tanto en los hogares como en los mercados laborales. En Europa, el 75% de las directivas y el 61% de las empleadas en el sector servicios han sufrido algún tipo de acoso sexual en su lugar de trabajo a lo largo de su vida.

Asimismo, ellas son minoría en los puestos de liderazgo económico y político. En 2014, en seis de las instituciones económicas mundiales más influyentes, la representación de las mujeres en sus juntas osciló entre el 4% y el 20%.

Las mujeres siguen teniendo una remuneración inferior por un trabajo de igual valor. La media a nivel mundial es de un 24% menos que los hombres. En Francia y Suecia, las féminas ganarán un 31% menos que los hombres a lo largo de su vida; en Alemania, un 49% y en Turquía, un 75%.

En España, la brecha salarial entre hombres y mujeres ha aumentado desde que empezó la crisis. En 2013, la diferencia por hora trabajada fue 1,2 puntos porcentuales superior a la de 2007, cuando las mujeres cobraban un 18,1% menos que los hombres, según datos de la agencia estadística europea, Eurostat.

Las féminas cobran un 24% menos que los hombres por realizar
el mismo trabajo 

El informe presentado por las Naciones Unidas plantea una agenda alternativa para crear sociedades más justas. El objetivo es conseguir una sociedad en la que se respete y valore la labor que realizan las mujeres y garantizar que puedan trabajar y vivir sin sufrir violencia ni acoso sexual.

“La nueva agenda económica que defiende ONU Mujeres no es una quimera. Muchos países, incluidos países en desarrollo con bajos ingresos, ya están implementando elementos de esta agenda”, afirma la principal autora del informe Shahra Razavi. “El tipo de cambio que necesitamos es de gran alcance, pero puede conseguirse”, concluye.

Las recomendaciones para conseguir transformar la sociedad combinan políticas económicas y sociales. Principalmente, destacan la necesidad de crear empleos decentes y reducir la segregación de género en el trabajo y las diferencias salariales; reconocer, reducir y redistribuir el trabajo de cuidados no remunerado y el doméstico –empleos básicos para todas las economías y sociedades que pasan desapercibidos–; diseñar correctamente los servicios sociales (por ejemplo, servicios de atención y salud, permiso parental) y las medidas de protección social, como las pensiones.

Los recursos necesarios para conseguir estas mejoras pueden obtenerse si se aumentan las obligaciones fiscales existentes y se priorizan los gastos en servicios sociales y no los recortes por parte de los gobiernos. Las multinacionales también pueden hacer mucho para mejorar la calidad de vida de las trabajadoras al ofrecerles salarios decentes y oportunidades igualitarias.

El progreso de las mujeres no es exclusivo para ellas. “Promover los derechos de las mujeres no sólo logrará que las economías sean efectivas para ellas, también beneficiará a las sociedades en su conjunto creando un futuro más justo y sostenible. El progreso de las mujeres es el progreso de todas y todos”, matizan desde las Naciones Unidas.