Sus útiles características lo convirtieron durante décadas en uno de los materiales estrella de la construcción. El amianto, también conocido como asbesto, es un mineral incombustible y resistente a la mayoría de agentes químicos, con una vida larga y muy barato, que sirve para fabricar, entre otros, aislamientos y también cubiertas de fibrocemento, conocidas genéricamente en España por el nombre de su marca comercial, uralita. Sin embargo, tiene un gran fallo: es altamente cancerígeno.

Pese a que está ya prohibido en muchos países (en España, desde 2001), durante los próximos años, uno de cada tres europeos estará expuesto a los peligros que entraña entrar en contacto con el amianto, según alerta un estudio llevado a cabo por la Organización Mundial de la Salud (OMS). 

Al no haberse prohibido todavía el uso del amianto en todos los países del continente, la cuestión puede convertirse en un verdadero problema de salud pública. La exposición prolongada al material puede provocar cáncer pulmonar, de ovarios, de laringe y mesotelioma (que afecta a la pleura y al peritoneo) y diferentes enfermedades respiratorias, entre ellas placas pleurales y asbestosis (que acarrea una reducción de la capacidad ventilatoria).

En España fue prohibido en 2001, pero seguirá causando víctimas hasta 2040

Las pequeñas fibras en las que se deshace el mineral dañan al organismo al ser inhaladas o ingeridas. Por ello, junto con los operarios encargados de extraer la materia prima de la naturaleza, los trabajadores de la construcción son los más afectados, pero también están en riesgo los vecinos cercanos de las fábricas donde se procesa la sustancia y los familiares directos de los empleados.

Los daños se manifiestan tras un largo período de latencia que, dependiendo de la enfermedad, varía entre los 10 y los 40 años desde la primera exposición. “El amianto es conocido como un asesino silencioso porque los efectos derivados de la exposición al mismo aparecen por lo general después de varias décadas. Esto significa que se espera que muchas más personas caerán enfermas y morirán en los próximos años en toda Europa”, advierte el doctor Guénaël Rodier, director de la División de Enfermedades Transmisibles, Seguridad y Salud y Medio Ambiente de la OMS.

La única solución pasa por dejar de utilizar el mineral fibroso en todas sus formas. No obstante, un tercio de los 900 millones de europeos viven en países que aún no lo han prohibido. Los 15 países del continente adheridos a la OMS que todavía emplean asbesto, especialmente para la construcción, y que lo exportan son Andorra, Rusia, Ucrania, Albania, Armenia, Azerbaiyán, Bielorrusia, Bosnia y Herzegovina, Georgia, Kazajistán, Kirguistán, Moldavia, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán.

A finales del mes pasado, el departamento sanitario de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) lanzó un llamamiento urgente a todos los estados para acabar con las enfermedades relacionadas con el asbesto implementando una reglamentación que elimine o al menos limite su uso en la construcción. En el informe El progreso hacia la eliminación de las enfermedades relacionadas con el amianto indica que este grupo de minerales fibrosos es el responsable de aproximadamente la mitad de todas las muertes por cáncer causadas por motivos laborales.

“No podemos permitirnos perder casi 15.000 vidas anuales en Europa, principalmente trabajadores, por la exposición al amianto, lo que podría evitarse si existiera una reglamentación común que prohibiera este material”, afirma la directora regional de la OMS para Europa, Zsuzsanna Jakab.

Termos y juntas

Incluso en los países en los que ya ha sido prohibido, todavía queda mucho por hacer para eliminar totalmente el amianto del entorno y poner realmente en práctica las medidas que se aprobaron en 2010 en la Declaración de Parma (Italia) sobre Medio Ambiente y Salud. “El asbesto persiste en el medio ambiente, por lo que debe ser eliminado sin demora de forma segura”, mantiene la OMS. 

En España, el material fue muy utilizado desde finales de la década de los 70, especialmente como aislante en edificios, para fabricar la popular uralita y en artículos textiles para barcos y automóviles. Estos productos fueron una fuente de riqueza en diferentes lugares de España hasta que se prohibió el uso del asbesto hace 14 años. Los residuos que hoy permanecen a nuestro alrededor son altamente peligrosos y su retirada requiere de un complejo y costoso tratamiento.

Un estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Granada, publicado en la revista científica BMC Cancer en 2013, revelaba que la exposición al asbesto continuará provocando enfermedades graves y muertes en España hasta la década del 2040. Los afectados llevan años inmersos en procesos judiciales, luchando contra las grandes empresas que pusieron en sus manos el amianto aun sabiendo que era tóxico.

De acuerdo con las nuevas estimaciones de la OMS, las muertes por mesotelioma en los 15 países europeos con mayores ingresos cuestan a la sociedad casi 1.700 millones de euros. En España, se calcula que hay anualmente una media de 263 casos de mesotelioma, a los que se destinan 70 millones de euros. Por delante, Reino Unido (1.891 casos, 498 millones), Italia (1.235 casos, 325 millones), Alemania (1.063 casos, 280 millones), Francia (826 casos, 218 millones) y Países Bajos (395 casos, 104 millones).

A pesar de que hace más de 80 años que se sabe que el amianto es mortal, su utilización no ha cesado. No hay una prohibición universal de su extracción y manipulación porque las multinacionales del sector llevan años oponiéndose. Bajo el nombre de crisotilo (amianto blanco) se sigue exportando y empleando en la gran mayoría de países en vías de desarrollo. La Asociación Internacional del Crisotilo, un grupo de presión de la industria mundial del amianto, tiene como objetivo promover su uso especialmente en Asia, América Latina y África.

Los países productores tratan de evitar que la ONU lo declare 'sustancia peligrosa'

China es el mayor consumidor de amianto del mundo: produce una parte de lo que necesita y el resto lo importa de Rusia, Kazajistán y Canadá. La periodista Inge Altemeier denuncia en el interesante reportaje La trama del amianto cómo la sustancia tóxica está llegando a las tiendas de todo el mundo, incluida Europa, mediante productos de consumo como termos y juntas elaborados con el material en el gigante asiático. Así pues, el amianto sigue encontrando la forma de entrar en nuestros hogares y en nuestros organismos.

Las multinacionales, con estudios a la carta, defienden la inocuidad del crisotilo, mientras los científicos no dejan de insistir en que esta sustancia es cancerígena. "Todas las formas de amianto plantean graves peligros para la salud humana, pues se ha demostrado que todas son cancerígenas. No hay justificación para continuar usando el asbesto. Su producción y su uso deben ser prohibidos en todo el mundo”, se afirma en el estudio The global spread of asbestos (La propagación mundial del amianto), en el que los autores pronostican que con el tiempo la verdad sobre la exposición al amianto y sus peligros será reconocida, pero sólo después de que se superen las resistencias de los poderes económicos.

Los grupos de presión de la industria del amianto procedentes de Rusia, India, Ucrania, Kazajistán, Canadá, Vietnam y Brasil intentan evitar estos días que el crisotilo sea designado sustancia peligrosa por la Convención de Rotterdam de las Naciones Unidas, un tratado multilateral sobre productos químicos nocivos. Hasta ahora, la Convención enumera en sus listas otros tipos de amianto, pero no éste, del que se negocian cada año sin ninguna regulación internacional dos millones de toneladas.

Los principales exportadores mundiales de asbesto –Rusia, Brasil, Kazajistán y la India– pretenden vetar –Canadá podría abstenerse– las restricciones a las exportaciones del material para seguir lucrándose sin trabas, haciendo caso omiso de las recomendaciones del comité de expertos científicos de la Convención, que ha recomendado en varias ocasiones incluir este tipo de amianto en el listado.

Al menos 90.000 personas mueren cada año en el mundo por cáncer relacionado con esta peligrosa materia prima. Y la cifra de afectados no deja de aumentar, incluso en los países donde se prohibió a principios de los años 90 del pasado siglo. La tragedia del amianto se globaliza golpeando siempre, como desde sus inicios, a los más pobres, simples daños colaterales para las multinacionales.