El paisaje idílico del valle de Vals, de apenas un millar de habitantes, en el cantón de los Grisones, el más extenso de los 26 en que se divide Suiza, apenas ha cambiado de aspecto en los últimos 700 años, cuando se construyeron en el pueblo las primeras casas de piedra. Pero si salen adelante los planes de Remo Stoffel, propietario de un balneario que es la principal actividad económica de la zona, lo hará para siempre. Y mucho.

Stoffel pretende erigir en este verde y agreste valle alpino el edificio más alto de Europa, una torre de 381 metros de altura y 53.000 metros cuadrados útiles que albergaría un hotel que se convertiría a su vez en el más alto del mundo. 

La torre alcanzaría los 381 metros, los mismos que el Empire State Building de Nueva York

El edificio, llamado Femme de Vals (Mujer de Vals), alcanzaría la misma altura que el Empire State Building, el célebre rascacielos de Nueva York que fue durante décadas la construcción más alta erigida por el ser humano, y que hoy ha sido ampliamente superado por buen número de edificios que se alzan en ciudades como Dubai (el Burj Khalifa, de 830 metros), Shanghai (Shanghai Tower, de 632), La Meca (Torres Abraj El-Bait, 601) o, en la misma Nueva York, el One World Trade Center construido en el lugar donde estuvieron las Torres Gemelas, que alcanzará los 546 metros.

En el mundo hay 28 edificios que alcanzan o superan los 381 metros de la torre suiza. Pero se hallan en conurbaciones urbanas. Ninguno se erige en un valle de alta montaña. La publicidad del grupo promotor asegura: “La fórmula mágica de Vals es simple: 1.000 residentes, 1.000 ovejas y 1.000 camas de hotel. Esta ratio mágica es el secreto de la relajada atmósfera en el valle de Vals. La discreción lo es todo”.

El nombre del hotel, Torre 7132, haría referencia al código postal de esta parte de la Confederación Helvética, donde se ubica el Spa Termas Vals, un balneario de lujo (inaugurado en 1996 y propiedad de Stoffel desde 2012) que puede alojar a mil personas a un precio mínimo de unos 250 euros por noche y en el que trabajan 130 personas. El hotel adyacente, construido en los años 60 del pasado siglo, sería sustituido por el nuevo rascacielos.

El edificio proyectado, una torre muy estrecha, albergaría en sus 82 plantas de altura 107 habitaciones y suites, así como un spa, restaurantes, cafeterías, una piscina, una biblioteca, un salón de baile y una galería de arte. Su presupuesto es de 300 millones de francos suizos (unos 291 millones de euros), según anunció el mismo hotelero, que preside el Grupo Priora y quien, pese a haber nacido en el valle, asegura que “me gustaría vivir en una torre” como la proyectada.

Habitaciones a 24.000 euros por noche

“Queremos alcanzar las estrellas y construir uno de los cinco mejores hoteles del mundo”, declaró Stoffel. Las habitaciones, desde luego, sólo estarían al alcance de los potentados: costarían entre los 1.000 francos suizos (971 euros) y los 25.000 (24.297 euros). El destrozo estético del paisaje del valle de Vals sólo tendría como finalidad el disfrute de un puñado de millonarios.

La construcción del edificio fue encargada al arquitecto estadounidense Thom Mayne, ganador de un premio Pritzker y miembro del estudio Morphosis de Los Ángeles, que presentó al concurso internacional convocado su modelo de una torre acristalada que, en su opinión, “se fusiona sin problemas con el entorno rural”.

El hotel es, en lo posible, un acto minimalista. El increíble entorno exigía la máxima reducción de la materialidad y la presencia del edificio. La conexión con el lugar es fundamental”, afirma el estudio de arquitectos, que mantiene que las montañas y las nubes se reflejarán en la torre difuminando su impacto paisajístico. Y que a su alrededor se extendería un parque de la extensión de cinco campos de fútbol, encargado al arquitecto japonés Tadao Ando.

Pero estos argumentos no convencen a los grupos ecologistas y a la mayoría de la población local, que debe dar su aprobación al proyecto en referéndum, una vía habitual en el sistema político suizo, así como de las autoridades cantonales, y no es seguro que la torre supere estas pruebas.

El jurado del concurso internacional se desmarcó de la decisión del empresario

De hecho, ni siquiera convencieron al jurado internacional del concurso, cuyos cinco miembros se distanciaron de la decisión final del cliente, tomada al margen de sus consideraciones. El jurado afirmó por medio de un comunicado que no había llegado a adoptar una resolución y que el proyecto escogido por el promotor dejaba “preguntas importantes sin respuesta” en aspectos como su forma arquitectónica, sus dimensiones, los materiales utilizados y la relación con el entorno.

No son las únicas voces que se han levantado contra el edificio acristalado. La Fundación Suiza para la Conservación del Paisaje (SL, en sus siglas en alemán), una organización sin ánimo de lucro, se ha referido, a través de su presidente Raimond Rodewald, al peligro que supondría un edificio de este tipo en caso de terremoto. “Es una torre de aire”, mantiene.

Existen precedentes del rechazo de proyectos de este tipo en Suiza, un país que vive principalmente del turismo y tiene a gala la preservación de la estética de sus ciudades y montañas. En 2006, el voto popular impidió la construcción de otro rascacielos en Celerina, en el mismo Cantón de los Grisones. En Davos, localidad famosa por el foro económico internacional que acoge cada año, se quiso construir una torre de 105 metros de altura que nunca verá la luz.

El socio de Stoffel en el proyecto, el empresario local Pius Truffer, asegura que “no se hará nada sin el apoyo” de la gente del valle. Así que las urnas decidirán si el paisaje de Vals se mantiene como durante los últimos 700 años o si es recorrido cada día por alargada sombra de un rascacielos de acero y cristal.