"Vimos a una cría de foca elevar claramente la cabeza de la enorme mancha de sangre en la que yacía. A otra le alcanzó una bala y cayó en el agua llena de sangre. Más crías de foca fueron espetadas con ganchos y arrastradas hasta los buques donde se les apaleaba". Son palabras de Rebecca Aldworth, directora ejecutiva de la asociación Humane Society International (HSI ) en Canadá, quien desde hace 17 años es testigo de la caza comercial de focas en la costa este de dicho país para denunciar la atroz carnicería que tiene lugar lejos de la mirada de los ciudadanos. “Durante todo este tiempo, he visto cosas horribles que nunca podré olvidar”, afirma.

La temporada de veda de focas se inició el pasado 12 de abril en Terranova y Labrador con la llegada de temperaturas más cálidas. El Gobierno del país norteamericano ha autorizado para este año la caza de 400.000 focas arpa, 60.000 focas gris y 8.200 focas capuchinas, unas cuotas que difícilmente serán respetadas.

Los cazadores se mueven por los témpanos con el objetivo de matar en el menor tiempo posible al mayor número de focas siendo su principal objetivo los cachorros de focas arpa, cuya piel es la más preciada. Según cifras del gobierno canadiense, el 98% de focas cazadas no llegaba a los tres meses de edad –pueden vivir hasta los 35 años–. Las crías mueren en el hielo del golfo de San Lorenzo y frente a la costa de la isla de Terranova sobre todo por la industria peletera.

"El 90% de las focas son cazadas por su piel. Son despellejadas y sus cuerpos son tirados al mar o abandonados sobre el hielo", asegura el director de campañas de vida salvaje del Fondo Internacional para el Bienestar Animal en Canadá (IFAW por sus siglas en inglés), Sheryl Fink.

Los cazadores de focas suelen usar el hakapik, una herramienta con una cabeza de martillo –empleada para aplastar el cráneo de las focas– y un gancho –utilizado para arrastrarlas–, que les permite matarlas sin dañar la piel. La mayoría de animales mueren así apaleados antes de ser desollados; otros son abatidos por disparos de rifle: los cazadores realizan un solo tiro desde barcos en movimiento para evitar una piel llena de agujeros, ya que es menos cotizada en las plantas de procesado.

Los ecologistas denuncian que muchos animales están vivos cuando se despellejan

Como se les arranca la piel cuando el cuerpo está aún caliente, en muchas ocasiones, según denuncian las organizaciones medioambientales, las focas todavía están vivas mientras se despellejan. El pellejo acaba en artículos de lujo como abrigos –se destinan 20 crías para una sola prenda–, bolsos, zapatillas de deporte y fundas para móviles.

Un pequeño porcentaje de carne de foca se procesa para hacer comida para animales de compañía o de granja y los genitales de los machos son consumidos en los mercados asiáticos por sus supuestas propiedades afrodisiacas. Aun así, según indica el propio gobierno canadiense, el 90% de la foca es descartada.

Las asociaciones ecologistas llevan años denunciando estas “crueles prácticas”, que se suceden sobre todo en Canadá pero no exclusivamente. Al país líder en cacería de focas le sigue Groenlandia (Dinamarca), Namibia y Noruega, según datos de la organización HSI.

Las autoridades canadienses las justifican argumentando que las focas –y no la sobrepesca– son las culpables de acabar con las reservas de bacalao en el océano Atlántico y, por ello, es necesario su sacrificio. Así, desde el colapso en los años 90 de las poblaciones de este pez en la región, las focas pasaron a estar en el centro de la diana, a pesar de que se alimentan de diversas especies, también depredadoras del abadejo.

"Hace 20 años la caza comercial de focas en Canadá estaba casi muerta. Pero, tras el colapso de la pesquería de bacalao, el gobierno canadiense intentó desviar la atención de la polémica concediendo subvenciones a la industria. En las dos décadas siguientes, la industria comercial de focas ha recibido decenas de millones de dinero público que no han conseguido crear una industria económicamente viable", afirma el director de campañas de vida salvaje del IFAW.

Cabe destacar que las organizaciones ecologistas y los numerosos países que se oponen a la caza comercial de focas no rechazan la que realizan los pueblos aborígenes ni la que se permite a los residentes en el norte del país para uso personal, al considerar que la realizan con fines de subsistencia, principalmente para consumir la carne.

 

Una actividad económica deficitaria

 

La caza comercial de focas se encuentra en uno de los niveles más bajos de su historia. Sigue en caída libre desde 2006 con la disminución del número de cazadores y de empresas que participan activamente en la industria: de 14 en los años 90, hoy solamente opera una. "La gente no quiere los productos de foca, y hay 35 países de todo el mundo que los ha prohibido. La caza comercial de focas es innecesaria y ahora es el momento de acabar con ella", sentencia Fink.

Una treintena de países se oponen a la caza comercial de este mamífero marino y han prohibido la entrada de productos obtenidos mediante la misma en sus espacios comerciales. Estados Unidos fue el primero en prohibir la importación de este tipo de artículos en el año 1972. Hasta 2006 no lo hicieron Croacia y México. En 2007, Bélgica y Holanda. En 2009 el resto de países de la Unión Europea. Poco después, también se añadieron a la lista Rusia, Taiwán y Suiza. Y China está a la espera de ratificar o no su acuerdo con Canadá.

Las restricciones de la UE sobre la importación y comercialización de productos de foca no sentaron nada bien a Canadá y Noruega, países que recurrieron la decisión a la Organización Mundial del Comercio (OMC) al estimar que violaban el derecho mercantil internacional. El 18 de junio de 2014 el Órgano de Solución de Diferencias de la OMC concluyó que la regulación era legal y que, por tanto, los motivos éticos son válidos para prohibir el comercio de un artículo.

Canadá y Noruega recurrieron el embargo comercial impuesto por la Unión Europea

Sin embargo, mostró su desacuerdo con dos excepciones incorporadas en la norma: la que beneficia a productos derivados de focas originarios de la población inuit de Groenlandia –por considerarla una “discriminación arbitraria e injustificada”– y la que autoriza la entrada de artículos provenientes de animales cazados en pos de la gestión sostenible de los recursos marinos –por no encontrarse justificada–.

La Comisión Europea (CE) emitió en febrero una nueva propuesta en la que se permite la comercialización en el mercado europeo de productos procedentes de la caza tradicional practicada por los inuits y otras comunidades indígenas e incluye el compromiso de desarrollar un sistema conjunto con las autoridades canadienses para asegurar que los inuits mejoren su acceso al mercado de la UE siempre y cuando su caza reúna tres criterios: se realice por la comunidad, no se lleve a cabo por motivos comerciales y se haga de una manera que en la medida de lo posible reduzca el dolor, la angustia, el miedo u otras formas de sufrimiento de los animales cazados. Ahora la resolución de la Comisión tiene que ser aprobada por el Parlamento europeo y el Consejo de la UE antes del 18 de octubre de 2015, fecha fijada por la OMC.

Las continuas campañas de concienciación han conseguido que la demanda de prendas de piel de foca sea cada vez menor. Y es esta falta de salida en el mercado la que ha provocado una considerable caída de los precios, que serían todavía inferiores si el sector no contara con subvenciones públicas, ya que la actividad es deficitaria.

En Canadá, la caza comercial de focas recibe ayudas económicas del gobierno desde hace más de 40 años. Hace pocos días el gobernador de Terranova y Labrador anunció un auxilio financiero adicional de 2 millones de dólares (unos 1,8 millones de euros) para esta industria, un rescate que se sucede por cuarto año consecutivo, según denuncia IFAW.

Ante tal dispendio, las asociaciones conservacionistas reclaman al Gobierno de Canadá que paralice estas ayudas, siguiendo la estela del noruego que ha anunciado el fin de las subvenciones, y han puesto en marcha una campaña mundial de recogida de firmas para acabar con esta sanguinaria matanza. Pretenden seguir ampliando la ola de compasión entre los ciudadanos de dentro y fuera del país, mientras quienes tienen en sus manos acabar con la inhumana escabechina hacen oídos sordos pensando en los votos que hay en juego. Como pasa en España con la tauromaquia.