Más del 50% de la población del Sahel, la franja semiárida paralela al sur del Sahara que atraviesa África desde el Océano Atlántico hasta el Mar Rojo, carece de acceso a una vivienda digna. En la lucha por tratar de mejorar dichas estadísticas, el proyecto Por los techos de tierra en el Sahel construye casas con materiales locales siguiendo la técnica tradicional de la bóveda nubia y con un impacto cero para el medio ambiente

Actualmente, la mayoría de las viviendas de las zonas rurales del cinturón saheliano –que se extiende total o parcialmente por los territorios de Senegal, Chad, Mauritania, Malí, Níger, Nigeria, Camerún, Gambia, Burkina Faso, Sudán y Eritrea– se erigen a base de estructuras simples de madera, el tipo de construcción tradicional en el África subsahariana, o de chapa metálica. Sin embargo, el crecimiento demográfico y las consiguientes deforestación y desertificación que sufre la región hacen cada vez más difícil a sus habitantes conseguir las materias primas necesarias para utilizar las técnicas constructivas típicas, en especial la madera y la paja.

Los materiales de construcción son locales y baratos: agua, tierra y piedras

Por ello, las poblaciones se ven empujadas a comprar cada vez más materiales importados, como las chapas metálicas, el cemento y el hormigón –con peores características térmicas, acústicas y estéticas– cuando quieren construir una vivienda. Se trata de materiales caros, fuera del alcance de la mayoría de la población, unos 145 millones de personas que viven sufriendo las durezas de un clima extremo, los conflictos bélicos y las frecuentes crisis alimentarias: 20,4 millones de personas no tienen garantizada la alimentación, según las agencias humanitarias internacionales.

Hace 10 años, un albañil francés, Thomas Granier, y un agricultor de Burkina Faso, Seri Youlou, empezaron a trabajar para cambiar esta situación y fundaron la organización La Bóveda Nubia (AVN, por sus siglas en francés) con la que han promovido por diversos países del Sahel y también del Golfo de Guinea (en particular en Senegal, Malí, Burkina Faso, Ghana y Benin), una técnica de construcción milenaria, bien adaptada a las necesidades de la zona, conocida como la bóveda nubia.

Se trata de una clase de bóveda que se construye con pequeños ladrillos de adobe y cuyo origen, como su nombre indica, se halla en Nubia, región situada entre el sur de Egipto y el norte de Sudán, donde todavía pueden encontrase vestigios de este tipo de construcción de 3.000 años de antigüedad.

La AVN ha introducido con éxito entre los habitantes de las regiones sahelianas una versión simplificada de esta bóveda que puede ser levantada con herramientas básicas, materiales locales (agua, tierra y piedras) y sin demasiados conocimientos de construcción.

Mejor aislamiento

La organización forma a albañiles locales para que sean capaces de edificar estas viviendas dignas a un precio asequible. Ya hay 330 albañiles especializados en la técnica y se espera llegar a los 3.800 en 10 años.

Las ventajas de este tipo de edificios son múltiples: por una parte, son más duraderos, gracias a sus paredes gruesas y sus techos resistentes a la lluvia, además de más confortables, puesto que ofrecen un mejor aislamiento térmico y acústico en una zona de clima seco y caluroso.

Pero, además, se ha fortalecido la economía local con la creación de un mercado alrededor de las viviendas, que creció un 31% en 2014, y cuyos principales beneficiarios son los albañiles y empresarios de la zona. “Por supuesto, vamos a enseñar a la gente a pescar en lugar de darles el pescado… pero también les enseñaremos a arreglar la red y vender el pescado”, explican desde la asociación.

Unas 17.000 personas viven o trabajan ya en el Sahel en edificios con bóvedas nubias

Las viviendas de barro son más económicas –cuestan hasta un 50% menos que las de otros materiales– y más ecológicas porque evitan la deforestación –por cada casa de barro construida en lugar de una de armazón de madera se dejan de talar cuatro árboles–, además del transporte de los materiales de importación –cada una evita el uso de unas 20 chapas metálicas–, lo que las convierte en un ejemplo del tipo de cambios necesarios para reducir las emisiones de dióxido de carbono y enfrentarse a los efectos del calentamiento global. Son a la vez edificios que se adaptan al cambio climático y, a su vez, contribuyen a mitigarlo.

En junio de 2014 se habían construido 2.400 edificios de este tipo. De ellas, un 85% fueron viviendas y un 15% infraestructuras para la comunidad como escuelas y oficinas. El objetivo es alcanzar los 45.000 en 2025. Unas 17.000 personas viven o trabajan ya en el Sahel en edificios con bóvedas nubias.

El proyecto fue distinguido a finales del pasado año por la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (UNFCCC en sus siglas inglesas) por su carácter innovador y por ser un ejemplo de capacidad de resistencia y resiliencia ante el cambio climático.