El presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, Premio Nobel de la Paz 2009, tiene intención de solicitar al Congreso que destine un billón de dólares(billón en el sistema decimal, no en el anglosajón, es decir, un millón de millones) para la renovación del arsenal nuclear norteamericano durante las próximas tres décadas.

El mismo año en que recibió el Nobel en Oslo (Noruega), Obama había prometido, en un discurso pronunciado en abril en Praga (Chequia) luchar por “un mundo sin armas nucleares”, aunque admitió que, siendo realistas, “este objetivo no se conseguirá rápidamente”, y que tal vez él mismo no llegara a verlo en vida.

Ese mismo mes, Obama y el presidente ruso Dimitri Medvedev se habían comprometido a negociar un nuevo acuerdo de desarme nuclear parcial en la línea de los iniciados por Estados Unidos y la entonces Unión Soviética al final de la Guerra Fría. El acuerdo posteriormente alcanzado les obligó a reducir su arsenal estratégico en aproximadamente en un 30%, de 2.200 a 1.550 armas nucleares desplegadas por bando, en el plazo de siete años.

Obama, Nobel de la Paz, había prometido luchar por "un mundo sin armas nucleares"

Pero ahora parece que sus prioridades son otras. Según ha revelado una investigación del diario The New York Times, Estados Unidos ha puesto en marcha un enorme plan de renovación de las instalaciones dedicadas a la investigación, producción, almacenamiento y eventual lanzamiento de armas nucleares, el más ambicioso de su historia, que un informe federal citado por el rotativo cuantifica en “un trillón” (en nomenclatura anglosajona) de dólares, cifra que equivale a unos 805.000 millones de euros.

Los asesores del presidente achacan el giro desde su defensa del desarme a este costosísimo rearme a las políticas cada vez más agresivas de países del club nuclear como Rusia, China o Pakistán. Gary Samore, que trabajó para la Casa Blanca en la materia en el primer mandato de Obama, considera que la agresión rusa a Ucrania ha inclinado definitivamente la balanza: La estrategia de Vladimir Putin "ha hecho que cualquier medida para reducir el arsenal unilateralmente sea políticamente imposible”.

"Es evidente que si apuestas por la iniciativa Global Zero, que persigue la eliminación total de las armas, no te gastas un billón de dólares en la mejora de tu arsenal nuclear", interpreta Elena Sokova, directora ejecutiva del Centro Viena para el Desarme y la No Proliferación Nuclear.

El Congreso ha evaluado en 355.000 millones de dólares (285.000 millones de euros) el coste de la renovación del arsenal atómico estadounidense durante la próxima década. Pero cuando los misiles, bombarderos y submarinos encargados de lanzar las cabezas nucleares, construidos en su mayor parte durante el pasado siglo, vayan envejeciendo, su sustitución comportará una factura muchísimo más abultada. Ashton B. Carter, ex subsecretario de Defensa, estima que, “en comparación con eso, todo lo que estamos haciendo ahora es barato".

Y lo que se está haciendo ahora es renovar un complejo de ocho grandes instalaciones para la producción de cabezas nucleares que emplean a unas 40.000 personas en diferentes partes del país. Algunas son viejas infraestructuras que datan de la Segunda Guerra Mundial reaprovechadas tras el descubrimiento del arma atómica en 1945 y cuyo estado de conservación es hoy precario. Y su nivel de seguridad, más que cuestionable.

Efectos catastróficos

Según la escritora y periodista Amy Goodman, “en 2012, tres activistas por la paz se infiltraron en una instalación nuclear de Estados Unidos que almacena más de 400 toneladas de uranio altamente enriquecido, suficiente para alimentar más de 10.000 cabezas nucleares. Fueron un pintor de brocha gorda, un veterano de la guerra de Vietnam y una monja de 82 años de edad que penetraron en el Complejo Nacional de Seguridad Y-12 en Oak Ridge (Tennessee) tras cortar la valla para pintar consignas pacifistas”. La acción provocó el cierre del recinto durante dos semanas. La monja fue condenada a más de dos años de cárcel, y sus dos compañeros de aventura, a cinco años.

A las vetustas instalaciones militares de la posguerra mundial las reemplazarán recintos como el futurista Campus Nacional de Seguridad, en Kansas City, donde trabajarán 2.700 personas y cuyo primer encargo es conseguir que los misiles nucleares W-76, diseñados para ser lanzados desde submarinos, y que tienen ya 40 años de edad, puedan alcanzar los 60 años

La Federación de Científicos Estadounidenses (FAS) considera que Rusia disponía en 2013 de un arsenal de unas 8.000 cabezas nucleares, mientras Estados Unidos acumula unas 7.315. En total, los nueve países que poseen armas nucleares (aunque no todos lo reconozcan), suman según los datos que maneja la FAS unos 16.300 ingenios. La lista incluye, además de estadounidenses y rusos, a Francia, China, Reino Unido, Israel, Pakistán, India y Corea del Norte.

En 2013 había en el mundo 16.300 cabezas nucleares, 8.000 rusas y 7.315 estadounidenses

El pasado octubre, más de 150 países miembros de las Naciones Unidas (cerca del 80% del total) firmaron una declaración conjunta sobre las consecuencias humanitarias de las armas nucleares que advertía de los "efectos catastróficos" de su estallido, fuera por accidente o de forma deliberada, y proclamaba que "la única manera de garantizar que las armas nucleares no serán utilizadas de nuevo es a través de su eliminación total". Este mes, Viena (Austria) ha acogido la Tercera Conferencia sobre el Impacto Humanitario de las Armas Nucleares. Podía haber sido un buen lugar para que Estados Unidos reconsiderara un cambio de actitud en este terreno. No fue el caso. 

El representante especial de Estados Unidos para la No Proliferación Nuclear, Adam Scheinman, dijo ante la conferencia que su país "no apoya los esfuerzos por avanzar hacia una convención, una prohibición o un calendario fijo para la eliminación de todas las armas nucleares" porque "nosotros consideramos que un enfoque práctico y gradual en la búsqueda del desarme es el medio más efectivo para reducir los peligros nucleares e impulsar el Tratado de No Proliferación (TNP)". 

El TNP es un documento suscrito desde 1968 por 190 países que limita a los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (los cinco con derecho a veto), Estados Unidos, Rusia (entonces la URSS), China, Francia y el Reino Unido, el derecho a poseer bombas atómicas. El resto de países armados con ellas han hecho caso omiso del mismo. La Sudáfrica del apartheid hizo lo propio, pero bajo el gobierno de Frederik de Klerk, en los años 90, renunció a su arsenal nuclear. Un ejemplo que no ha cundido.