En las confines de los océanos existen colinas abisales y cordilleras sepultadas, volcanes extintos de más de 1.000 metros de altura y un reguero de cicatrices rocosas que cuentan la historia geológica de la Tierra. Y sin embargo, de todo ello sólo estamos empezando a saber algo ahora.

Las mediciones de la gravedad del fondo marino facilitadas por los radares a bordo de los satélites Cryo Sat-2, de la Agencia Espacial Europea, y Jason-1, de la NASA, han hecho posible el trazado de un mapa que revela la existencia de innumerables montañas de las que no se tenía la menor constancia.

Se han obtenido unos resultados 'con un nivel de detalle sin precedentes'

“La fuerza de la gravedad refleja la topografía y la tectónica del fondo del mar”, explica David Sandwell, geofísico marino del Instituto de Oceanografía Scripps, adscrito a la Universidad de California (Estados Unidos), y director de un estudio que ha sido publicado en la revista Science.

Los datos de los satélites han permitido a los investigadores descubrir características geológicas submarinas “con un nivel de detalle sin precedentes”, según Sandwell. “La resolución del nuevo mapa es dos veces mayor que la del anterior, de 1997 y hasta cuatro veces mayor en las zonas costeras y el Ártico”, asegura.

La nueva cartografía incluye una cordillera en medio del océano, bajo el golfo de México, con una longitud de la anchura del estado norteamericano de Texas. La dorsal, ahora sepultada bajo kilómetros de sedimentos, creó el golfo hace unos 150 millones de años, cuando la península de Yucatán se desplazó hacia su ubicación actual.

También se ha identificado una cresta en el Atlántico Sur, al oeste de Angola, de unos 800 kilómetros de largo, que se formó justo después de que el continente sudamericano se separase de África. Y, por primera vez, se han localizado colinas abisales, muy comunes en la geografía del planeta. Aunque todavía se debate su origen, los científicos creen que surgieron debido a una combinación de fallas y vulcanismo en las dorsales en expansión.

Escaso conocimiento

El estudio también ha hecho necesaria una profunda revisión del inventario de volcanes del mundo, ya que el número de estas elevaciones submarinas ha pasado de 5.000 a 20.000. Algunas se extienden a lo largo de más de un kilómetro y se alzan por encima de los 1.000 metros de altura.

En opinión de David Sandwell, además del elevado valor científico de sus descubrimientos, este atlas submarino podría tener aplicaciones poco deseables, en el campo militar y para las exploraciones en busca de petróleo. “Sabemos mucho más acerca de la topografía de Marte de lo que sabemos acerca del fondo marino de la Tierra”, asegura el geofísico de la Universidad de Sídney (Australia) Dietmar Müller, quien también ha participado en el estudio.

El atlas puede aplicarse en el campo militar y en las exploraciones petrolíferas

“La desaparición del vuelo MH370 de Malaysia Airlines a principios de este año ha aumentado la conciencia global sobre el escaso conocimiento de nuestras profundidades oceánicas”, apunta Müller.

El experto recuerda que “alrededor del 71% de la superficie terrestre está cubierta por agua y aproximadamente el 90% del fondo marino no ha sido explorado por los buques de navegación que emplean haces acústicos para cartografiar las profundidades”.

Las conclusiones con datos de satélite sobre la topografía del fondo marino pueden ser menos precisas que las aportadas por los haces acústicos utilizados por los buques, pero “la cobertura global es mucho mejor y nuestro método es mucho más barato, sobre todo porque la mayoría de los datos que estamos usando se recogieron para otro propósito”, declara el geofísico.

Realmente, la misión del Cyro Sat-2 es vigilar los cambios en el espesor del hielo marino que flota en los océanos polares y las variaciones en el espesor de las grandes capas de hielo que recubren Groenlandia y la Antártida. El Jason-1, por su parte, monitorea el cambio en la topografía de los océanos debido a las corrientes oceánicas. Müller calcula que un estudio tan completo de las profundidades del océano usando barcos costaría unos 4.000 millones de euros y llevaría muchos años.