Está entre nosotros, pero nos resulta indetectable. Y muy dañino. Un reciente estudio de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR) alerta de que la exposición al radón podría ser la segunda causa de cáncer de pulmón en España, sólo superada por el tabaquismo. Y entre las personas no fumadoras sería incluso la primera.

Otro estudio, éste de la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que hasta un 14% de los cánceres de pulmón a nivel global podrían tener su origen en este elemento. En 1988, la Agencia Internacional para la Investigación contra el Cáncer ya estableció fehacientemente la relación entre cáncer y radón. A pesar de estas investigaciones, muy poco se ha avanzado en todo este tiempo en la divulgación de sus efectos y menos aún en la implantación de medidas de prevención.

El radón fue descubierto en 1900 por el físico alemán Friedrich Ernst Dorn y es un elemento gaseoso y radiactivo clasificado entre los gases nobles. Se produce por desintegración del radio y el torio, elementos altamente radioactivos, y aunque tiene diferentes composiciones con estabilidades muy diversas, lo más común es que se disuelva a los pocos segundos.

Este gas, inodoro, incoloro e insípido, es totalmente indetectable por los sentidos humanos, pero sus partículas radiactivas se adhieren al tejido pulmonar al respirarlo. Es la mayor fuente de radiactividad natural, según el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN), el organismo encargado de regular en España los niveles de dicho gas en el entorno laboral y de establecer las recomendaciones sobre su control y prevención en viviendas.

Sólo en los lugares cerrados es un contaminante con efectos a largo plazo 

El radón que flota en nuestras casas se origina al desintegrarse el radio y el uranio, presentes en el subsuelo y en los materiales de construcción, especialmente cuando contienen granito, uno de los materiales que más radón puede emitir, especialmente si está muy envejecido, agrietado y deshecho.

Dicho contaminante tiene, en general, una vida media muy corta, pero en casos de sótanos y plantas bajas mal ventiladas puede llegar a acumularse en cantidades considerables. De hecho, la tierra lo exhala de forma natural –empezó a estudiarse su peligrosidad en relación a la salud laboral de los mineros–, pero en espacios abiertos no representa ningún tipo de peligro y es sólo en los lugares cerrados donde puede llegar a convertirse en un contaminante con efectos a largo plazo.

Su concentración media es diferente en invierno –cuando hay más generación y las viviendas están más cerradas– que en verano. A partir de la segunda planta de cada inmueble, la concentración del gas se reduce a la mitad.

También hay grandes diferencias territoriales en su extensión. El CSN elaboró un mapa del riesgo de exposición en España clasificando el país en tres categorías según si existía un nivel de riesgo bajo, medio o alto de exposición al radón en las viviendas. Galicia, Extremadura, Toledo, Madrid, partes de Castilla y León, Aragón, Andalucía y Cataluña concentran las áreas con mayor riesgo. El CSN considera áreas de riesgo aquellas donde el 10% de las viviendas registran menos de 100 becquerelios por metro cúbico (Bq/m3), la medida para cuantificar la presencia de este gas en el ambiente. Con valores entre 100 y 200 Bq/m3 se estima riesgo medio, y si superan los 200 Bq/m3, riesgo alto.

Otro estudio, éste publicado por la revista científica Journal of Radiological Protection el año pasado, aseguraba que un porcentaje significativo de los edificios de casi toda Galicia, el oeste de Asturias y Castilla y León, Extremadura y zonas noroccidentales de Andalucía presentaban niveles superiores a 300 Bq/m3.

 

Consejos de prevención

 

Estas diferencias geográficas vendrían determinada por factores diversos, pero la composición geológica del subsuelo es uno de los más importantes para que se desprenda más o menos radón. En este sentido, los suelos silíceos y las formaciones graníticas y pizarrosas son los mayores emisores.

De hecho, diversos investigadores han estudiado la relación entre los niveles de radón en el subsuelo y los terremotos, buscando una relación que ayude a prevenir los temblores sísmicos. Aunque por ahora no hay datos concluyentes, sí parece claro que existe algún tipo de vínculo entre ambos fenómenos.

Naturalmente, es difícil establecer qué porcentaje de muertes por cáncer de pulmón y enfermedades respiratorias debe ser atribuido al radón. Y más si se tiene en cuenta que la combinación de su exposición con el consumo de tabaco aumenta mucho su mortalidad.

Se estima que más de 2.000 muertes están relacionadas con este gas en España

La Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM) tiene en cuenta los datos de muertes anuales por cáncer y los estudios europeos que consideran al radón como la causa del 2% de este tipo de muertes. Una estimación que en nuestro país podría suponer más de 2.000 decesos relacionados con el gas radiactivo.

Tanto el CSN como otros organismos han publicado algunos manuales para ayudar a prevenir las concentraciones domésticas de radón. La medida más sencilla y al alcance de cualquiera es ventilar la casa por lo menos dos horas al día. El problema es que ello sólo reduce en un 20% la presencia del gas, por lo que en hogares muy contaminados no resuelve definitivamente el problema. Para conocer los niveles de radón en el hogar existen detectores específicos de este gas.

También se recomienda no fumar en el interior de los domicilios para evitar la combinación negativa de ambos contaminantes. Y tener en cuenta la generación de este gas en las normas de calidad y construcción de edificios. La legislación estadounidense incluye técnicas para su reducción y certificados oficiales que demuestran que en el inmueble no se sobrepasan los 148 Bq/m3, límite señalado por la Agencia de Protección Ambiental (EPA). En Europa se recomienda no superar los 400 Bq/m3 en viviendas ya levantadas y los 200 Bq/m3 en las de nueva construcción.

Construir con materiales que aíslen el terreno y los cimientos, cerrar fisuras y grietas, realizar aberturas de aireación en sótanos o entresuelos o colocar sistemas de extracción o barrera son algunas de las sencillas y baratas medidas aconsejadas por los expertos para evitar que inhalemos cantidades peligrosas de este mortal elemento invisible.