Entre 1990 y 2010, 138 países del mundo registraron mejoras en lo que se refiere a la satisfacción de necesidades básicas de sus ciudadanos. Otros 20 permanecieron en el mismo nivel de desarrollo y 10 empeoraron. Esta era la principal conclusión del informe 2012 de la organización Social Watch, red internacional de organizaciones ciudadanas que trabajan para erradicar la pobreza y todas las formas de discriminación y racismo, asegurar una distribución equitativa de la riqueza y por la concienciación sobre los derechos humanos.

En el mismo periodo, las exportaciones mundiales se multiplicaron casi por cinco veces, creciendo de un valor total de 781.000 millones de dólares (575.000 millones de euros) en 1990 a 3,7 billones (2,71 billones de euros) en 2010. Y el habitante promedio del mundo más que duplicó sus ingresos, de 4,08 dólares (3 euros) por día en 1990 a 9,12 (6,72 euros) en 2010. Pero el informe El derecho a un futuro concluye que aunque los recursos mundiales “son suficientes para cubrir las necesidades fundamentales de los 7.000 millones de habitantes del mundo”, todavía hay “demasiados que padecen hambre”.

Los recursos mundiales bastan para cubrir las necesidades de todos los habitantes

Sin embargo, el Índice de Capacidades Básicas (ICB) desarrollado por Social Watch para identificar los progresos en el desarrollo real de los países, el que afecta al bienestar de sus ciudadanos más necesitados, sólo subió siete puntos entre 1990 y 2010, lo que, para la organización, “es un avance muy pequeño”. En ese período “el progreso fue mejor en la primera década que en la segunda, ya que aumentó cuatro puntos porcentuales entre 1990 y 2000, y apenas tres puntos porcentuales entre 2000 y 2010”, exactamente al contrario que las grandes cifras del comercio mundial.

De acuerdo con el ICB, “una forma alternativa y no monetaria de medir la pobreza y el bienestar” inspirada en la Medida de Pobreza de Capacidades (MPC) del premio Nobel de Economía indio Amartya Sen —aplicada a su vez en el Índice de Desarrollo Humano (IDH) de la ONU—, en 47 países (de Europa y América del Norte casi todos, más Argentina, Cuba y algunas monarquías petroleras árabes) se alcanzó un nivel de cobertura del 98% (sobre 100), mientras otros 28 (casi todos ellos africanos y asiáticos) se encontraban en situación crítica al no llegar ni al 70%, siendo Chad, con un ICB del 48%, el peor del mundo.

El ICB se calcula como el promedio de tres indicadores: la mortalidad de los niños menores de cinco años, la salud reproductiva o materno-infantil (que se mide por el número de partos atendidos por personal especializado) y la educación (que se mide con una combinación de los porcentajes de matrícula en la enseñanza primaria, la proporción de niños que llegan a quinto grado y la tasa de alfabetización de adultos).

La austeridad como bandera

Citando datos del Unicef, Social Watch recuerda que, de un total de 128 países en desarrollo analizados, más de 90 implementaron medidas de austeridad en 2011, o planeaban implementarlas en 2012. Y que en al menos la cuarta parte de los mismos, la contracción del gasto social fue “excesiva”, lo que significa que los gastos fueron reducidos por debajo de los niveles previos a la crisis.

Los gastos sociales han sido reducidos por debajo de los niveles previos a la crisis

Una publicación de 2011 del Fondo Monetario Internacional —un organismo poco sospechoso de cuestionar el sistema económico mundial—, concluía que “en 2010, el ingreso real per cápita era 65% y 77% superior al de los años 80 en Estados Unidos y el Reino Unido, respectivamente. En el mismo periodo, la desigualdad aumentó de 35 a 40 o más puntos Gini en Estados Unidos y de 30 a aproximadamente 37 puntos Gini en el Reino Unido, debido a fuertes fluctuaciones negativas en la distribución del ingreso. En general, de mediados de los años 80 a mediados de la década de 2000, la desigualdad subió en 16 de los 20 países ricos de la OCDE”.

Así que la economía mundial creció con fuerza, la riqueza se repartió de una forma nada equitativa y, pese a ello, la situación de los habitantes de la mayoría de países mejoró, por poco que fuera. Ello lleva a pensar en lo que podría lograrse si hubiera una más justa distribución de los réditos del trabajo y el comercio a escala planetaria.

En la parte del estudio de Social Watch dedicada a España, titulada Palabras gastadas, políticas vacías, se concluye que “durante el año 2011, el Gobierno se alejó aún más de los postulados del desarrollo sustentable al apostar por políticas económicas centradas en el ajuste y la reducción del gasto público. A pesar de las numerosas protestas, ha seguido obviando cualquiera de las propuestas alternativas que apuntan hacia la reforma fiscal, el cambio de modelo productivo y el empleo de políticas anticíclicas que alienten una salida de la recesión centrada en los derechos de las personas”.