Desde que los españoles lo trajeron de México en el siglo XVI, el chocolate no ha dejado de ganar adeptos, e incluso adictos, por todo el resto del mundo. Las cifras del comercio internacional del cacao alcanzan los 100.000 millones de dólares (72.000 millones de euros) y el mercado crece año tras año. Si la del chocolate fuera una economía nacional, sería la sexagésima del mundo, por encima de las de 130 países, entre ellos los comunitarios Bulgaria o Croacia. Y el 76% de ese mercado lo controlan tan sólo siete grandes empresas.

Unos 50 millones de personas viven directa o indirectamente del cultivo y procesamiento del cacao o la elaboración y distribución del chocolate. Y, a pesar de lo lucrativo de este sector, la mayoría de ellas no ven dignamente retribuido su trabajo. En el principal país productor, Costa de Marfil, los campesinos obtienen por sus cosechas una décima parte de lo que necesitarían para salir de la pobreza extrema. Costa de Marfil y Ghana producen el 59% del cacao que se consume en todo el globo. Les siguen Indonesia, Nigeria y Camerún.

Siete empresas controlan el 76% de la producción e imponen sus condiciones

Peor aún: la Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que, en África, el continente del que proceden casi las tres cuartas partes del cacao mundial, hay 284.000 menores trabajando en las plantaciones, y unos 12.000 de ellos lo hacen en condiciones de esclavitud, con jornadas de 12 horas, sin protección para su salud y sometidos a un inhumano tráfico de personas.

Existe un grave desequilibrio en las distintas fases de elaboración del producto. Europa, donde no se cultiva ni una sola hectárea con cacao, concentra sin embargo el 40% de los grinders, los elaboradores que transforman el grano en pasta o manteca, que mezclados se convierten en chocolate. Le siguen Asia (23%), Latinoamérica (22%) y, por último, África (16%), a pesar de que más del 70% de los granos proceden de este último continente. Sólo el 40% de la producción mundial de cacao se muele en los países donde se cultiva, destaca un monográfico sobre el cacao publicado por la Coordinadora Estatal de Comercio Justo.

Siete de estas procesadoras controlan las tres cuartas partes del cacao del planeta. Y los cuatro mayores de este reducido grupo, la mitad de la producción. En el caso de la industria chocolatera, las cinco principales firmas internacionales (Mars, Mondelez-Kraft, Nestlé, Hershey y Ferrero) tienen en sus manos el 60% de las ventas al consumidor final. Esta situación de oligopolio explica la imposición de tan duras condiciones comerciales a los productores.

Por todo ello, el Día Mundial del Comercio Justo, que se celebra mañana sábado 10 de mayo, se dedica este año al cacao, bajo el lema: Bueno para quien lo produce. Bueno para quien lo consume. Bueno para cambiar el mundo. Apenas un 1% del cacao comercializado en todo el planeta se produce siguiendo los criterios de este canal alternativo, lo que supone unas 40.000 toneladas anuales de grano, la mayor parte certificadas con el sello Fairtrade. Sesenta localidades españolas, de 14 comunidades autónomas, acogerán mañana actos para dar a conocer el sector, según la coordinadora, que agrupa a 30 organizaciones dedicadas a la importación, venta directa o sensibilización.

60,4 céntimos de euro al año

Cada año se consumen en el mundo 0,61 kilos de chocolate por persona. Pero esta cifra, por supuesto, está muy desigualmente repartida. Alemanes, suizos y británicos llegan a consumir 11 kilos por persona y año. Los europeos copan el 48% del total, y los norteamericanos (estadounidenses y canadienses) el 24%. El 15% se come en Asia, el 9% en Latinoamérica, y sólo un 3% en África, de donde procede el 73% del cacao con que se fabricó.

Y el consumo no deja de crecer. En 2013, la demanda sobrepasó ya la producción mundial, que es de unos cuatro millones de toneladas. El ritmo de crecimiento del mercado es del 3% anual, y se estima que alcanzará los cinco millones de toneladas en 2020. Pese a ello, y debido al oligopolio, los precios del cacao se mantienen en la mitad de los de hace tres décadas.

El cacao de comercio justo permite retribuir de forma más digna a los campesinos. Proporciona condiciones laborales y salarios adecuados, combate la explotación infantil y de género y contribuye a preservar el medio ambiente. En España, es el tercer producto de comercio justo más vendido, por detrás del café y el azúcar. Un 88,8% de las ventas justas en nuestro país son de alimentos, frente a un 9,1% de artesanías y un 2,2% de otros artículos, como cosméticos o muebles.

El mercado español creció un 6% en 2012 y alcanzó una facturación de 28,3 millones de euros, según el informe El Comercio Justo en España 2012. Alianzas en movimiento, última edición disponible de este estudio anual de la coordinadora estatal. La facturación de ventas de alimentos de este sector se multiplicó por 10 entre 2000 y 2012. Hay unas 80 tiendas especializadas, además de los comercios generalistas que puedan tener algún producto justo en sus anaqueles, que cada vez son más.

Hay 284.000 menores en las plantaciones africanas. El comercio justo lucha contra ello

Sin embargo, estos productos todavía representan un porcentaje ínfimo de nuestra cesta de la compra. "El café natural molido en paquetes de 250 gramos es el que alcanza una mayor cuota de mercado, con cerca del 2%. En el resto, no alcanzamos el 1% ni de lejos", señala a EcoAvant.com el responsable de Productos y Gestión de Comercio Justo de Intermón-Oxfam, Juanjo Martínez.

El gasto en el sector apenas es de 60,4 céntimos de euro al año por persona, muy por debajo de los de otros países de nuestro entorno. Sólo una muy pequeña minoría de consumidores muy concienciados adquiere cantidades significativas de estos productos. En Suecia, el gasto es de 15 euros, en el Reino Unido, de 28, y en Suiza (donde los plátanos de comercio justo llegaron a copar el 60% de cuota de mercado), alcanza los 29. La media europea es de cinco euros, unas ocho veces más que la española

La principal causa  es el desconocimiento. "Según un reciente eurobarómetro, sólo un 4% de los españoles reconoce el sello que certifica que un producto es de comercio justo. Es el nivel más bajo de la UE. La media europea es del 37%, y en países como Alemania, Holanda o el Reino Unido, supera el 80%. Este es el principal reto que tenemos por delante", diagnostica Martínez. 

Según la Organización Mundial del Comercio, el comercio justo se define como ““un sistema comercial basado en el diálogo, la transparencia y el respeto, que busca una mayor equidad en el comercio internacional prestando especial atención a criterios sociales y medioambientales. Contribuye al desarrollo sostenible ofreciendo mejores condiciones comerciales y asegurando los derechos de productores/as y trabajadores/as desfavorecidos, especialmente en el Sur”. La causa merece el esfuerzo.