El tráfico de drogas no solamente supone una amenaza para la salud humana. También lo es para el medio ambiente. Lo demuestra la aparición de un nuevo término: narco-deforestación. La actividad de los cárteles de la cocaína en América Central está causando tremendos daños en los bosques de la zona, una de las de mayor riqueza en biodiversidad del mundo.

La pérdida de masa forestal en el este de Honduras se multiplicó por 7 en 4 años

La creación de nuevas rutas a través de Guatemala y Honduras para el transporte de cocaína desde América del Sur hasta Estados Unidos, como respuesta a la creciente presión policial con que empezaron a toparse en México desde 2006, hizo pasar los envíos de los traficantes por el llamado Corredor Biológico Mesoamericano, formado por diversos parques nacionales en los que habitan especies amenazadas de extinción como el tapir o el jaguar, por tratarse de áreas de bosque bien conservado con escasa población y presencia del estado.

Un informe de la Organización de Estados Americanos (OEA) de 2013, sobre la situación y perspectivas del narcotráfico en el continente relacionaba con el tráfico de drogas la pérdida de bosques en una área de 50.000 kilómetros cuadrados que se extiende por tres departamentos del este de Honduras (y que supone el 44% de la superficie del país). Entre febrero y marzo de 2012, los militares hondureños localizaron en la zona 52 pistas clandestinas usadas por los narcos.

La pérdida de masa forestal en el este de Honduras se multiplicó por siete entre 2007 y 2011, mientras los movimientos de cocaína detectados lo hicieron por cinco en la misma zona y periodo. Parece fuera de toda duda que existe una relación entre ambos fenómenos. En total, el país centroamericano ha perdido en los últimos años 5,2 millones de hectáreas de bosque, según cálculos basados en las imágenes de media resolución captadas por satélites de la Nasa.

'Aeropuerto internacional'

El impacto del narcotráfico en las selvas centroamericanas es consecuencia en primer lugar de la apertura de carreteras y pistas de aterrizaje clandestinas construidas por los narcotraficantes para recibir y enviar los cargamentos, como las detectadas en la Rerserva de la Biosfera del Río Plátano, en Honduras, tan numerosas que la Unesco la calificó en 2011 como “patrimonio de la humanidad en peligro”

Según el informe de la OEA, en la Reserva de la Biosfera Maya, en Guatemala, un lugar con “una ubicación ideal para que los aviones que transportan drogas desde América del Sur recarguen combustible y hagan transferencia de narcóticos a camiones que son conducidos fácilmente hasta México”, los cárteles mexicanos y salvadoreños del narco “construyeron docenas de pistas de aterrizaje, entre ellas una apodada el aeropuerto internacional, que contaba con tres pistas y más de una docena de aviones abandonados”. “El resultado fue una pérdida de 40.000 hectáreas de bosque”, concluye.

Los narcos blanquean las enormes ganancias obtenidas con la adquisición de tierras

En segundo lugar, el desembarco del negocio de la droga en un territorio comporta la llegada de enormes cantidades de armas y dinero en efectivo. “Cuando residentes productores, cultivadores de palma de aceite, especuladores inmobiliarios y traficantes de madera se involucran en el narcotráfico, se narco-capitalizan y se vuelven más audaces, por lo que expanden sus actividades, generalmente en perjuicio de los minifundistas (indígenas) que a menudo son defensores claves del bosque”, diagnostica un estudio presentado el mes pasado por la Alianza Mesoamericana de Pueblos y Bosques y el Programa Salvadoreño de Investigación sobre Desarrollo y Medio Ambiente (PRISMA).

Finalmente, los narcos necesitan blanquear las enormes ganancias obtenidas, y la agricultura se convierte en una solución idónea. “Las ganancias requieren lavado. La adquisición y mejoramiento de tierras remotas (por deforestación) permite que los dólares se conviertan en activos privados sin dejar rastro y, a la vez, legitima la presencia de los carteles”, señalan los autores del documento.

Otro estudio aparecido en la revista Science concluye que la llegada de los narcos a cualquier territorio multiplica los problemas preexistentes de “gobierno débil, contradictorios regímenes de propiedad, altos niveles de pobreza, la tala ilegal y la expansión agrícola e industrial”.

“Los traficantes trabajan en zonas boscosas para traficar y limpiar sus ganancias sucias e invierten sus dólares sucios en potreros (extensiones de terreno sin edificar), ganadería, minería y agronegocios como la palma africana, y el bosque se convierte en pastizales por culpa del narcotráfico”, señala la investigadora del Departamento de Geografía de la Universidad del Estado de Ohio Kendra Mc Sweeney.