Se cumple un año de la tragedia del Rana Plaza. Bajo los escombros de este edificio, situado en la periferia de Dacca, capital de Bangladesh, más de 1.000 personas perdieron su vida y casi 2.000 resultaron heridas: mujeres que en condiciones infrahumanas trabajaban para firmas de moda internacionales como Mango, El Corte Inglés, Primark, Benetton o Walmart, entre otras.

Transcurridos 12 meses, los sindicatos y la ONG Ropa Limpia siguen reivindicando una compensación económica para los damnificados y los familiares de los fallecidos. Pero, el Fondo de Compensación para las Víctimas, una propuesta respaldada por las Naciones Unidas para recaudar dinero para las indemnizaciones, sólo ha conseguido unos 15 millones de dólares (7,2 millones de euros) de los 40 millones (28,8 millones de euros) que tenían previstos. De las 28 marcas que se calcula que estaban vinculadas al complejo textil del Rana Plaza, sólo alrededor de la mitad ha pagado.

La iniciativa persigue mostrar que un cambio en el modelo de producción es posible

El suceso del Rana Plaza no es el único desastre ligado a la industria textil, aunque es el de mayor dimensión que se recuerda en tiempos modernos. Si bien estas catástrofes sociales y ambientales que tienen lugar en nombre de la moda están detrás de nuestros fondos de armario, sólo cuando una tragedia de tal magnitud ocurre la opinión pública pone el foco –por poco tiempo– sobre las causas de fondo.

Justo hoy, se celebra en más de 50 países la iniciativa Fashion Revolution Day con la que se pretende reivindicar una moda ética y sostenible. “Este Día mantendrá a los más vulnerables de la cadena de suministro en el ojo público. Y lo necesitamos para mostrar al mundo que el cambio es posible”, explican los organizadores, quienes reclaman transparencia en el camino que la ropa sigue hasta llegar a nuestros armarios recuperando la información de los muchos eslabones perdidos que se esconden detrás de una maraña de subcontratas.

Asimismo, bajo el eslogan Who made your clothes? (¿Quién hizo tu ropa?), buscan que los consumidores reflexionen sobre sus compras porque con ellas determinan el modelo de producción. “En el momento de la compra, la mayoría de nosotros no somos conscientes de los procesos e impactos que participan en la creación de una prenda de vestir. Tenemos que volver a conectar a través de una narrativa positiva, al entender que no sólo estamos comprando una prenda de vestir o un accesorio, sino toda una cadena de valores y relaciones”, afirman los promotores de la iniciativa.

En España, la plataforma Slow Fashion Spain ha coordinado las actividades para la cita de hoy. En Barcelona, por ejemplo, la Associació de Moda Sostenible organiza para esta tarde un desfile de moda en el que participan más de 20 marcas y diseñadores independientes que ofrecerán alternativas de marcas sostenibles, éticas y ecológicas.

Un salario digno

"Más de 15 millones de personas trabajan en la industria textil en Asia y de esta región sale más del 60% de la producción textil del mundo. Pero en las fábricas y en los lugares de trabajo se siguen pagando salarios miserables a las personas que sostienen esta industria", indica Iratxe Arteagoitia, responsable de la Campaña Ropa Limpia, en un comunicado de prensa.

Con la deslocalización generalizada de la industria textil, la mayoría de la producción se ha trasladado a fábricas de países del sur y sudeste asiático y del norte y centro de África. Allí, las multinacionales obtienen jugosos beneficios aprovechándose de unas legislaciones menos restrictivas y de mano de obra barata.

La industria textil ha adquirido un papel vital en la economía de Bangladesh

La mayoría de las trabajadoras de la industria textil global no puede permitirse una vida digna, ya que no ganan más que 6 euros al día en una industria que mueve más de 34.000 millones de euros en Europa”, detalla el último estudio de la Campaña de Ropa Limpia, coordinada en España por SETEM.

En el estudio se investigan un total de 50 compañías del sector textil líderes en Europa para ver si están tomando medidas para pagar un salario justo a sus trabajadores. “Desgraciadamente, comprobamos que pocas compañías hacen lo suficiente. Sólo cuatro de las 50 compañías con las que contactamos (Inditex, Marks & Spencer, Switcher y Tchibo) pudieron probar que están dando pasos que consideramos que, con el tiempo, pueden llevar a un aumento salarial significativo, y ninguna de las compañías estudiadas paga actualmente salarios dignos”, concluye el trabajo.

Ante tal situación, cada vez son más las trabajadoras explotadas en estas fábricas que luchan contra sus pésimas condiciones laborales. En los últimos meses miles de ellas se han manifestado en Camboya y Bangladesh retando al poder político y económico.

Y es que el sector de la confección ha adquirido un papel vital en la economía de estos países. Cabe destacar que el aumento del Producto Interior Bruto (PIB) en Bangladesh ha sido de un 6% en los últimos 10 años, el doble de lo que era en la década de 1980. Sobre todo gracias al crecimiento de las exportaciones que la industria textil ha producido. Según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), Bangladesh representa el 4,8% de las exportaciones mundiales de prendas de vestir, en comparación con el 0,6% de 1990. Su destino, Estados Unidos y los países de la Eurozona.