La presión de la opinión pública parece mostrarse cada vez más efectiva. Shell ha renunciado, por lo menos durante todo este año, a proseguir la búsqueda de petróleo en el Ártico, lo que abre la puerta a la esperanza de salvar uno de los ecosistemas más importantes y amenazados del planeta, una de las grandes víctimas de los efectos del cambio climático.

La compañía angloholandesa había invertido ya más de 5.000 millones de dólares estadounidenses (casi 3.700 millones de euros) desde 2003 en un proyecto para perforar en busca de hidrocarburos en la costa de Alaska pero en ese plazo no ha conseguido empezar a abrir ni un solo pozo.

Diversos accidentes y problemas técnicos, junto a una exitosa campaña de recogida de firmas impulsada por Greenpeace y una contraria resolución judicial, llevaron al nuevo presidente de la multinacional, Ben van Beurden, a anunciar que los trabajos se paralizarían durante todo 2014, como ya se tuvo que hacer el año pasado.

La petrolera angloholandesa ha invertido 3.700 millones de euros en el proyecto

En abril de 2012, las compañías de seguros consideraron que los planes de prevención de vertidos de Shell eran demasiado “complicados para manejar los riesgos”. En junio, las autoridades estadounidenses estimaron que los barcos enviados por la compañía para actuar frente a posibles derrames no cumplían las normas de seguridad exigidas.

En julio, un barco de perforación de Shell encalló en la costa. En noviembre de ese mismo año se incendiaron los motores de un barco de perforación. El último día de diciembre encalló otra plataforma de perforación, y durante 2013 los trabajos quedaron paralizados.

Sin embargo, la nota oficial de la compañía atribuye principalmente la decisión de olvidarse este año del Ártico al fallo de un tribunal federal de apelaciones estadounidense que acusa al Gobierno del país de no haber valorado de manera adecuada los riesgos medioambientales del proyecto petrolero. Según los tres jueces del tribunal, la Oficina de Gestión de Energía Oceánica (BOEM) norteamericana se inventó la cifra de mil millones de barriles de petróleo recuperables bajo las aguas del mar de Chukchi, al norte de Alaska.

Incluso otros departamentos gubernamentales cuestionaron las cifras de la BOEM. La Agencia de Protección Ambiental dijo que la cifra carecía de las suficientes evidencias y el Servicio de Pesca y Vida Salvaje calificó sin ambages el análisis como “defectuoso”.

“La reciente decisión del tribunal del Noveno Circuito contra el Departamento de Interior añade obstáculos sustanciales contra los planes de Shell para perforar en las aguas de Alaska. Como resultado, Shell ha decidido paralizar su programa de exploración en 2014”, anunció la petrolera. 

“Es un resultado decepcionante, pero la falta de un camino claro por delante supone que no estoy preparado para comprometer nuevos recursos para perforar en Alaska en 2014”, manifestó Van Beurden ante los accionistas, a los que dijo que esperará a que “las agencias gubernamentales y el tribunal resuelvan sus problemas legales lo antes posible”.

Favorecidas por el deshielo

Los problemas de Shell suponen un toque de atención para sus competidoras BP, Repsol, Exxon y Gazprom que, entre otras, se habían sumado a la fiebre del Ártico (donde creen que hay reservas que cubrirían la demanda mundial de tres años), estimuladas por el deshielo que sufre la zona a consecuencia del calentamiento global, que ha alcanzado dimensiones nunca vistas y que los países ribereños quieren aprovechar para promover actividades económicas y rutas marítimas en unas aguas antes heladas.

Además del posible peligro de vertidos (Alaska ya sufrió en 1989 la catástrofe del Exxon Valdez, que vertió 37.000 toneladas de crudo), para perforar el Ártico, las petroleras tienen que apartar los icebergs que las plataformas encuentran en su camino, y derretir el hielo flotante con mangueras gigantes de agua caliente, lo que contribuye al magnificar el deshielo y sus consecuencias globales.

Otra noticia alentadora para el futuro del casquete polar ártico es la reciente sentencia de un tribunal ruso que condena a la petrolera Lukoil a pagar 20 millones de dólares (casi 15 millones de euros) por los daños causados por los derrames de sus prospecciones en la República de Komi, al noroeste de Siberia. Los vertidos fueron denunciados por los ecologistas y las comunidades indígenas de la región, y confirmados por la fiscalía de protección de la naturaleza, que acabó presentando el caso ante la justicia.

Una sentencia condena a Lukoil a pagar 15 millones de euros por sus vertidos en Siberia

En el marco de la campaña en defensa del Ártico, 28 activistas de Greenpeace y dos periodistas que navegaban a bordo del barco Arctic Sunrise, fueron detenidos por las autoridades rusas acusados de terrorismo, riesgo para el medio ambiente, piratería y maniobras peligrosas al tratar de impedir el trabajo de una plataforma petrolífera, y permanecieron encarcelados durante más de dos meses. En noviembre pasado salieron en libertad bajo una fuerte fianza tras una resolución del Tribunal Internacional de Derecho del Mar que así lo exigía, aunque todavía se enfrentan a una posible pena de siete años.

Si la temperatura media del planeta se incrementa en más de dos grados, el Ártico (un casquete de hielo sobre el mar, a diferencia de la Antártida, que es un continente helado) desaparecería para siempre. Subirían mucho más las temperaturas y el nivel del mar. Ello tendría un impacto irreversible para “las estaciones, las cosechas, los alimentos que podemos cultivar, los bosques, las playas y el nivel del mar y las especies de animales en todo el planeta”, alerta Greenpeace.

De acuerdo con un estudio publicado en noviembre en la revista científica de referencia Nature, la fuga a causa del deshielo del gas metano atrapado en el permafrost (terrenos permanentemente helados) de la plataforma ártica de Siberia Oriental podría tener un impacto económico global de 60 mil millones de dólares (44.000 millones de euros), que afectaría mayoritariamente a los países en desarrollo durante el próximo siglo. El metano genera un efecto invernadero hasta 25 veces más potente que el dióxido de carbono.

La campaña de firmas de Greenpeace para pedir a Shell que paralizara sus prospecciones en Alaska fue apoyada por más de 150.000 personas, de las que 30.000 lo hicieron desde España. Asimismo, cinco millones de firmas recogidas por la organización ecologista (unas 200.000 de ellas, españolas) solicitan que el conjunto del Ártico sea declarado por las Naciones Unidas santuario natural protegido de las actividades humanas.

El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, ha enviado una carta al cantante español Alejandro Sanz, imagen pública mundial de Greenpeace para la defensa del Ártico, en la que se compromete a proteger la zona. Obama recibió recientemente a Sanz en la Casa Blanca para hablar del tema.