Guadalquivir no es solo el primer largometraje dedicado al gran espectáculo de la fauna ibérica que ha conseguido el hito sin precedentes de proyectarse en las pantallas comerciales. Es, además, el primer documental de naturaleza rodado íntegramente en España, con una calidad de imágenes y sonido que nada tiene que envidiar a los más grandes títulos del género, como la francesa Nómadas del Viento o la británica Tierra.

De hecho, ha sido la productora y distribuidora Wanda Vision, responsable de las dos obras anteriormente citadas y de otras cintas de naturaleza como Entrelobos, Deep Blue o Genésis, quien ha hecho posible este lujoso producto, lleno de imágenes de gran belleza, algunas poéticas y otras ciertamente dramáticas.

De dirigir esta inmersión en las aguas del Guadalquivir y sus paisajes ribereños se ha encargado Joaquín Gutiérrez Acha, realizador curtido en medios como National Geographic, la BBC y Canal Plus, para quienes ha filmado todo tipo de criaturas salvajes y temas de la naturaleza.

La cinta se ha estrenado en 40 salas de todo el país y en abril aparecerá el DVD

La cantaora Estrella Morente ha puesto su poderosa voz andaluza al servicio de la narración. La banda sonora original, con aires aflamencados, la ha compuesto Pablo Martín Caminero y al experto en captación de sonidos Carlos de Hita se debe que podamos escuchar con nitidez los copos de nieve al caer o el eco de los gruñidos de los zorros en la lejanía.

El documental llegó a los cines en plenas Navidades y su estreno en DVD está previsto para el mes de abril. “Lograr que TVE, Canal +, Canal Sur o la Junta de Andalucía apoyen una producción de naturaleza española que llegue a 40 salas ya marca un antes y un después en este tipo de cine”, afirmaba Gutiérrez Acha el día de su presentación.

Y añadía: “Los próximos que llamen a la puerta para vender una película de animales ya no se encontrarán con caras de extrañeza e incomprensión. Yo creo que Guadalquivir viene a romper muchas barreras, que es una bocanada de aire fresco para el cine español, algo distinto, algo esperanzador”.

La película arranca en el mismo nacimiento del río Guadalquivir, entre los bosques de niebla y las inhóspitas cumbres de las sierras de Cazorla, Segura y las Villas. Es otoño, y la cámara sigue la pista de una zorra, que tras ver morir a sus compañeros envenenados decide emprender un largo viaje hacia el sur, siguiendo el curso del río Grande, el Uad Al-Kabir de los árabes.

En su periplo en busca de comida, este carnívoro que ha poblado el mundo gracias a su adaptabilidad y su oportunismo cruzará las cumbres de Sierra Morena, donde sentirá más cerca que nunca la amenaza del hombre y conocerá a su peor enemigo, el lince ibérico. Pasará por los riachuelos, pozas y arroyos que van sumando sus aguas a las del río y se encontrará con otros viajeros, como el águila calzada, la cigüeña negra, las ginetas o los abejarucos.

Fin de viaje en Doñana

Con el estallido de la primavera, la protagonista del documental llegará a ese lugar donde en la época de los romanos existía el llamado lago Ligustinus, en realidad una gran bahía marina entonces, y hoy 2.000 kilómetros cuadrados de un paisaje único en el que la riqueza de la biodiversidad alcanza los máximos niveles de toda Europa: el Parque Nacional de Doñana.

Antes de disolverse en el Atlántico, allí donde naufragaron cientos de galeones en sus viajes hacia América, el Guadalquivir y sus aguas nos habrán regalado un festín de 90 minutos de flora y fauna silvestres, y por la pantalla habrán desfilado flamencos, víboras, arañas, grullas, orquídeas, águilas imperiales, camaleones, linces, lobos, buitres y grullas haciéndonos partícipes de su aventura vital.

El rodaje a lo largo del río, para captar cada tramo, las diferentes estaciones y los animales que conviven en sus riberas, se prolongó durante casi dos años y en él trabajaron cinco personas equipadas con los últimos avances tecnológicos.

Poder registrar con las cámaras los momentos clave de la conducta animal era una prioridad para el equipo de filmación, pero también lo era presentar estas situaciones de forma plástica y en un contexto de gran belleza.

En el rodaje se han utilizado las más avanzadas tecnologías en imagen y sonido

Para ello se recurrió a técnicas como el TimeLapses, para acelerar el movimiento, imperceptible para el ojo humano de, por ejemplo, el crecimiento de una planta o de la bóveda estrellada en los cielos nocturnos. En otras ocasiones se optó por la técnica opuesta, la filmación en muy alta velocidad, disparando más de 1.000 fotogramas por segundo para congelar literalmente las alas de un águila en vuelo o la pelea entre dos zorros.

Pero, sin duda, la herramienta por excelencia de cualquier equipo de filmación de documentales de naturaleza es el hide, un escondite perfectamente camuflado en el entorno que permite a los técnicos introducirse en el territorio de los animales salvajes y filmarles sin que detecten su presencia.

Desde esa ubicación, el cámara se arma de paciencia para permanecer inmóvil durante horas a la espera de que se presente el objetivo a seguir. Tampoco faltan en Guadalquivir los planos aéreos, captados con el sofisticado sistema Cineflex, capaz de mostrar la naturaleza desde el cielo con todo detalle.

El sonido ha sido grabado con Dolby Atmos, una tecnología empleada sobre todo en las grandes producciones en 3D y para la que sólo hay alrededor de una decena de salas preparadas en toda España.

Tras este canto a la naturaleza que rinde homenaje al campo andaluz y a todos sus habitantes, el equipo de Guadalquivir prepara ya un proyecto similar en el Cantábrico. En este caso, con los amenazados oso y urogallo como protagonistas.