Fabricar un par de pantalones vaqueros en España puede consumir nada menos que 3.000 litros de agua, según han concluido un grupo de investigadores de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) en un estudio sobre el impacto que esta industria textil tiene sobre los recursos hídricos publicado el pasado octubre en la revista Journal of Cleaner Production (Revista de producción más limpia).

Según las conclusiones del trabajo Una evaluación de la huella hídrica de unos pantalones vaqueros: La influencia de las políticas agrícolas en la sostenibilidad de los productos de consumo, analizando el consumo de agua desde la producción de la materia prima, el algodón, hasta el producto manufacturado final, un pantalón tejano precisa de entre 2.130 y 3.078 litros de agua.

Basándose en el empleo de agua de los campos de las cuencas del Guadalquivir, el Guadalete y el Barbate, la zona de Andalucía donde se concentra la mayor producción algodonera de España, donde se cultivan unas 63.000 hectáreas (llegaron a utilizarse 90.000), los autores de la investigación calcularon que el kilo de fibra producida ha necesitado 778 litros, el 90% de los cuales se emplean en el riego.

El algodón consume del 3% al 4% de toda el agua utilizada por los seres humanos 

El estudio destaca que sistemas más intensivos y eficientes utilizados la década pasada habían logrado en el pasado rebajar esta cantidad hasta los 675 litros. Por el contrario, la implementación por parte del sector de procedimientos extensivos y menos rigurosos con el uso del recurso a partir de 2009 llegó a elevar el consumo por kilo de fibra de algodón hasta una media de 1.171 litros.

El cultivo del algodón es en cualquier caso un fuerte consumidor de agua: se lleva entre el 3% y el 4% de toda el agua dulce consumida por la humanidad. El desvío de recursos hídricos hacia las plantaciones ha provocado catástrofes ambientales como la desaparición de buena parte del mar de Aral, uno de los mayores lagos del mundo.

“Las fibras naturales tienen más consumo que las sintéticas, lo que sucede es que las naturales son mejores. La fotosíntesis es una máquina de utilizar agua”, señala uno de los autores del trabajo, Alberto Garrido, catedrático de la escuela de Ingenieros Agrónomos de la UPM, director del Centro de Estudios e Investigación para la Gestión de Riesgos Agrarios y Medioambientales y subdirector del Observatorio del Agua de la Fundación Botín.

Así, la mayor parte del consumo de agua invertido en unos vaqueros es la absorbida por la planta. El resto se emplea en los procesos industriales de fabricación del producto textil, que además son fuente de contaminación de recursos hídricos.

“El uso de tintes y otros químicos (colas, oxidantes, estabilizantes y otros) provoca que los efluentes de estas plantas (los flujos de agua utilizada en las mismas) tengan altas cargas contaminantes. Sin embargo, estos efluentes son tratados antes de ser vertidos”, indica Garrido, quien destacó que en todos los casos analizados en Andalucía dichos vertidos cumplían las normativas municipales.

Una fibra alternativa

El impacto ambiental del algodón en forma de huella hídrica es muy superior al de un material que se plantea ya como alternativa para fabricar vaqueros y otras prendas de vestir: el lyocell, una fibra sintética obtenida de la celulosa, generalmente de eucaliptos, que es totalmente biodegradable y cuyo proceso de fabricación reutiliza o recicla la mayor parte de los disolventes orgánicos utilizados. Hasta hace poco se empleaba para filtros de automóvil, cuerdas o ropa de trabajo, pero sus posibilidades han empezado a interesar a otros sectores textiles.

El lyocell consume un 96,7% menos de agua que el algodón, y un par de pantalones vaqueros de este material puede conseguirse con el gasto de unos 1.586 litros, la mitad que con el material tradicional.

El algodón es, con diferencia, la fibra de origen natural más utilizada en el mundo. Anualmente se cultivan en todo el planeta unos 34 millones de hectáreas de algodón, frente a 1.700.000 hectáreas de yute o 220.000 de lino. El consumo de agua varía mucho según los países, las condiciones climáticas y las técnicas empleadas.

En España, donde ocupó el año pasado unas 70.000 hectáreas según datos del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, el 99% de la producción se concentra en Andalucía, y el resto en la región de Murcia, siempre en zonas semiáridas y totalmente dependientes del regadío.

La huella hídrica per cápita de los españoles es la quinta más elevada del mundo

Sin embargo, destaca el estudio de la UPM, existen en nuestro país productos de mucho mayor consumo de agua, como el olivar de secano, que requiere unos 1.900 litros por kilo de aceituna o el olivar de riego, que emplea 1.300 litros (aunque un 70% de ellos son de agua de lluvia). También el almendro o el arroz consumen mucha más agua que el algodón, mientras que el tomate cultivado al aire libre emplea unos 215 litros por kilo cosechado, y el tomate de invernadero, 183.

A la hora de calcular la huella hídrica de un cultivo, los expertos distinguen entre tres fases del ciclo hidrológico, que identifican con unos colores del agua, cuyo uso supone diferentes impactos y costes de oportunidad. La llamada agua verde procede de la lluvia almacenada en el suelo y consumida por las plantas a través de sus raíces. El agua azul proviene de masas de agua dulce permanentes como ríos, lagos y acuíferos. El agua gris es un indicador teórico de la demanda de calidad de agua basada en los estándares ambientales de la masa receptora.

Así, por ejemplo, la mayor producción de algodón de Estados Unidos, localizada en los estados de Texas y Arizona, se riega con agua azul, mientras en el sureste asiático los campos de secano emplean agua verde. Plataformas como la Better Cotton Initiative luchan para reducir este impacto del cultivo algodonero.

Garrido destaca que, pese a sus carencias de recursos hidrológicos y una desertización creciente, España es el quinto país del mundo con mayor huella hídrica por persona: mientras la media mundial es de 1.270 metros cúbicos por habitante al año, la de España es nada menos que de 2.325 metros cúbicos.