Un acuerdo histórico, y entre unas partes cuyas relaciones distan mucho de ser amigables. Jordania, Israel y la Autoridad Nacional Palestina (ANP), con el respaldo del Banco Mundial (BM), pondrán en marcha un proyecto que persigue aumentar la disponibilidad de agua potable para la población de la región y, al mismo tiempo, recuperar el lago moribundo situado en la confluencia de sus territorios.

Se trata del Mar Muerto, un lago salobre situado en una de las depresiones más profundas del mundo, a 416,5 metros por debajo del nivel del mar. Su ribera oriental pertenece a Jordania y la occidental está totalmente bajo control israelí, aunque cerca de dos tercios de la misma se hallan en el territorio palestino ocupado de Cisjordania.

Su nombre obedece a que su concentración de sal –que se incrementa cada vez más debido a su acelerada desecación– es tan elevada (235 kilos por metro cúbico) que impide que se desarrolle ninguna forma de vida en sus aguas, salvo algunos microorganismos halófilos (capaces de vivir en entornos salinos) y hace también que resulte casi imposible hundirse en ellas.

Se ha reducido en un 30% en dos décadas debido al menor caudal del río Jordán

El Mar Muerto se seca a una velocidad de un metro por año, según cálculos de expertos israelíes recogidos por la revista Moment a finales de 2013. Los aportes de agua no han dejado de disminuir desde hace 40 años, y la superficie del lago, actualmente de unos 810 kilómetros cuadrados, se ha reducido en un 30% en las últimas dos décadas.

Esto se debe a la desviación de gran parte del caudal del río Jordán como consecuencia del aumento de la población en la zona, que casi se ha cuadruplicado en 50 años, y a la extracción comercial e industrial de minerales vitales de su cubeta que se realiza mediante la evaporación artificial.

La situación insostenible del lago salino y la escasez de recursos hídricos de la zona han hecho reaccionar a las autoridades, que han enterrado, aunque sea provisionalmente, el hacha de guerra con un compromiso histórico de cooperación regional. El proyecto prevé un trasvase de agua del Mar Rojo al Mar Muerto y la construcción de una planta desalinizadora en la ciudad jordana de Áqaba, el único puerto de aquel reino.

Clave para la paz

La idea de construir un gran acueducto desde el Mar Rojo hasta el Mar Muerto fue planteada por primera vez en el siglo XIX y resucitó en los años 90 de la mano del primer ministro israelí Simón Peres después de los acuerdos de paz de Oslo entre israelíes y palestinos, al ser considerada como un proyecto clave para conseguir poner fin a la violencia en la zona. Sin embargo, la reactivación del conflicto dejó aparcada la iniciativa.

Ahora, gracias a la financiación del Banco Mundial, se ha proyectado la construcción de una conducción de agua de 180 kilómetros, cuyo coste se estima en unos 400 millones de dólares (unos 295 millones de euros), que bordeará Jordania y captará unos 200 millones de metros cúbicos del Mar Rojo.

Se captarán 200 millones de metros cúbicos del Mar Rojo y 80 de ellos se desalarán

Éstos pasarán a la planta desalinizadora en la que 80 millones de metros cúbicos serán transformados en agua potable y distribuidos entre Jordania, Israel y los Territorios Palestinos. El líquido restante y los residuos de la desalinización irán a parar al Mar Muerto. El proyecto saldrá a concurso público en 2014 y se pronostica que podría empezar a funcionar antes del 2018.

Ante la obra propuesta se han levantado algunas voces críticas que denuncian que este plan no proporcionará el agua necesaria para evitar la desaparición del Mar Muerto. “El proyecto no aportará los 800 millones de metros cúbicos de agua que se necesitan cada año para estabilizar el Mar Muerto en los niveles actuales. Ésta es una manera de salvar la cara en lugar de salvar el Mar Muerto", expone el representante israelí de la organización Amigos de la Tierra, Gidon Broomberg.

Y además, los ecologistas alertan del peligro de mezclar dos tipos diferentes de agua con diversas composiciones químicas, ya que ello puede provocar el crecimiento de algas y yeso que dañarían al peculiar lago, rico en sales y otros minerales como el calcio, el magnesio, el potasio y el bromo.

Por todo ello, los críticos con el proyecto sugieren que la mejor alternativa es restablecer plenamente el caudal del río Jordán. “El Mar Muerto sólo se salvará si existe la voluntad política de asumir las causas fundamentales que llevan a su desaparición: la captación excesiva de aguas del río Jordán y la falta de control de la industria de extracción de minerales en el Mar Muerto, que los explota de manera no sostenible”, añade Broomberg.