¿Qué es The Social Coin?

Es un proyecto que busca promover el altruismo a través del intercambio de favores por medio de las clásicas cadenas. Su especificidad es que lo hace a través de un objeto que va pasando de mano en mano, que simboliza dicho compromiso. Y también que se puede seguir el trazado de la cadena a través de una plataforma web, en una especie de ficha de biblioteca donde se pueden ver los favores que ha hecho posibles. Además, hemos diseñado unas pequeñas redes sociales vinculadas a cada cadena, en las que se pueden comentar los mismos, para crear vínculos entre las personas que han participado en ella.

¿Y cuál es ese objeto que simboliza la cadena?

Es una moneda fabricada con un material biodegradable y compostable que aloja una semilla de rosal. Su vida útil es de tres meses, transcurridos los cuales se acaba la cadena, y la última persona que la ha recibido puede plantarla donde quiera. Y entonces, el sistema avisa a todos los participantes en la cadena para que puedan asistir si lo desean. Ya hay más de 4.600 rosales creciendo por todo el mundo, todos ellos geolocalizados. El material con que está hecha la moneda incorpora nutrientes para el desarrollo de la planta y se descompone en otros tres meses.

¿Cómo nació la idea?

Con un amigo, Iván Caballero, estábamos buscando hace tres años maneras de difundir el altruismo como un antídoto contra los problemas de nuestra sociedad, que creemos causados por nuestra relación con el dinero. Pensamos que, para cambiar el mundo, podíamos comenzar mejorando nuestro entorno inmediato, haciéndonos más humanos. Junto a un grupo de universitarios, empezamos a prestar favores a la gente para comprobar si el sistema funcionaba. Después diseñamos la moneda y, aunque teníamos alguna oferta de empresas para costearla, preferimos buscar financiación a través del micromecenazgo, con el fin de implicar directamente a las personas. En 40 días recaudamos 11.000 euros, que dedicamos a adquirir los moldes y troqueles.

¿Cómo se origina una cadena?

Cuando alguien recibe una moneda, o la compra, o, como nosotros preferimos decir, la acuña (se puede hacer en la web, por 10 euros), tiene que escribir su código en la web, o escanear su código QR, y a continuación apuntar qué favor desea hacer. Entonces, ayuda a esa persona, le explica cómo funciona el sistema y le pasa la moneda. Así, durante tres meses, cuando se acaba la cadena y se planta la moneda.

Las cadenas, ¿suelen romperse?

A nadie se le exige continuarla. Pero la mayoría de la gente que ha recibido un favor se siente motivada a mantenerla. Ayudar hace sentir bien a quien lo hace y a quien lo recibe.

¿Cuántas monedas han puesto en circulación hasta ahora?

En un año, llevamos 15.948 monedas activadas, que han permitido la realización de 124.000 favores en más de 40 países. Hemos comprobado que, de media, al tercer favor, la moneda viaja a otro país. Ha habido casos de gente que las ha encontrado en el suelo y se ha incorporado a la cadena. Y tambien ha pasado que la cadena ha acabado volviendo a la persona que la inició a través de alguien a quien que no conocía de nada.

¿Qué clase de favores se pueden hacer? ¿Se exige que tengan una cierta entidad, que sean equiparables a los recibidos?

No. No hace falta que exista una proporcionalidad. Pueden ser cosas pequeñas, que a veces pueden resultar muy importantes para quienes las reciben. Nosotros lo comparamos con el lanzamiento de una piedra para que rebote en el agua. Cuanto más fuerte sea el impulso inicial, más lejos llegará. Y cuando se hacen favores a personas que no lo necesitan, la moneda no llega tan lejos.

También venden monedas a empresas...

Hacemos paquetes de empresa para que distribuyan monedas a sus trabajadores en el marco de sus programas de responsabilidad social corporativa. Les ofrecemos webs personalizadas en las que se puede seguir el recorrido de sus cadenas. Alguna gran multinacional nos ha comprado hasta 5.000. Y ya hay una gran empresa del sector de la restauración que se plantea ofrecérselas a los clientes de sus establecimientos.

¿A qué se destina el dinero recaudado?

En la web lo explicamos con el máximo detalle. Un 23% lo dedicamos a fabricar más monedas para repartirlas de manera gratuita entre entidades o instituciones que pueden ayudar a difundirlas, como ONG u hospitales. También realizamos talleres en escuelas, en los que repartimos monedas entre los niños y a los tres meses volvemos y les explicamos en qué han ayudado. Ya hay tres escuelas de Barcelona interesadas en crear asignaturas sobre el altruismo basadas en la moneda social. El 80% restante va para acuñar más moneda social. Ninguno de nosotros cobra nada, y todavía estamos pagando los moldes y troqueles de las monedas y las numerosas gestiones necesarias para crear la empresa social. Cuando haya beneficios, intentaremos retribuir a la gente que trabaja y destinaremos el resto a I+D+i.

¿Cuánta gente hace posible el proyecto?

Somos un equipo de 10 personas, que incluyen diseñadores industriales y gráficos; y emprendedores sociales... Una de ellas se dedica a tiempo completo, y otros tres a tiempo parcial. El resto hacen colaboraciones puntuales. Hemos intentado favorecer el ámbito local: todo se ha comprado a empresas de la zona, salvo el material de las monedas, que no se fabrica en Europa y viene de Estados Unidos. Las monedas las fabrican personas con problemas de integración social del barrio barcelonés del Raval a través de la asociación Estel Tàpia.

¿Se puede internacionalizar el modelo?

Nos hemos puesto en contacto con Kumu, un laboratorio norteamericano que ayuda a potenciar ideas innovadoras en el ámbito social y les busca mentores o inversores, con la intención de empezar a trabajar en Estados Unidos.

¿Qué nuevos proyectos tienen en mente?

Estamos pensando siempre en desarrollar el diseño de la moneda. Decimos que acuñamos monedas mutantes. Una idea es que la moneda se comunique con el teléfono móvil para influir en tus hábitos cotidianos. O que pueda generar nuevas cadenas virtuales aunque ya haya pasado a otras manos. También que pueda interactuar con objetos domésticos, usando el llamado internet de las cosas. En el terreno medioambiental, nos planteamos incorporar semillas de especies autóctonas para colaborar en proyectos de reforestación, o de hortalizas para huertos urbanos, que proporcionen alimentos a las personas que las reciban.

La crisis económica, ¿explica en gran medida el éxito de la iniciativa?

Sí, sin duda tiene mucho que ver. Pero esperamos que, cuando la economía mejore, la gente a la que hayamos inculcado los valores del altruismo lo seguirá practicando, y que aprovechará el tener más recursos materiales para hacerlo. Cada vez hay más gente sensibilizada con la idea de formar parte de una comunidad.